Desde el talento de sus 10 años, Amelia del Milagro Sánchez Manso sintió retribuidas todas las horas y horas dedicadas al karate cuando se alzó con su medalla de oro en el II Internacional Virtual Karate Performance Kata y Kumite, convocado recientemente en el estilo Wado Kai.
Y eso que cuando subió sus videos hasta la página de la Federación solo le animaba un propósito: “Participar, eso era lo más importante porque era mi primer concurso internacional”.
Por eso cuando su entrenador y padrastro Yusbel Enríquez Fernández se enteró y se lo hizo saber, la alegría no le cabía ni en el cuerpo ni en la casa, donde lo disfrutó junto a su mamá Dayana.
“No me lo esperaba porque tuve que hacerlo muchas, muchas veces y pensaba que no me quedaba tan bien como antes”.
“Como antes” quiere decir lo que hace a diario desde que tenía cinco años, una rutina que ahora le fue premiada con tal resultado entre 360 atletas de una docena de países
Eso sí, puso todo su empeño y aceptó las correcciones de su profesor, quien considera que trabajó con mucha profesionalidad y disciplina a la hora de cumplir cada movimiento.
Para evaluarla, estaban los 15 árbitros, tan invisibles como atentos, desde la distancia online que impuso la actual pandemia de la COVID-19. Así ganó en la denominada categoría de preagonista, de 9 a 11 años, en la modalidad de kata (sistema de defensa entre uno o más adversarios)
Para complacer la exigencia arbitral, Amelia trabajó con rigor técnico, limpieza, belleza, determinación, fuerza, armas imprescindibles en un deporte que pone la lupa en cada uno de sus requisitos.
Así le arrancó a la suma de puntos 26.3, para convertirse en la única espirituana en subir a lo más alto del podio real-virtual (Osnaidel Camero Pino, obtuvo bronce) y de paso ayudó a Cuba a instalarse en el segundo lugar por países (detrás de Brasil) en el citado evento, con 10 de oro, 9 de plata y 6 de bronce, tanto en Kata como en Kumite.
“El kárate me ha enseñado muchas técnicas y cada vez que lo practico busco mucha concentración en lo que voy a hacer y me sale, cuando voy a tirar patadas me tengo que concentrar en lo que el profesor me va a decir para poder hacerlo bien y si el profesor me dice que tengo algo mal, yo lo puedo corregir”.
Tampoco fue que sus videos cayeran en Youtube como una pasarela de golpes movidos por un evento virtual. La medalla de la espirituana resume años de intenso entrenamiento en el proyecto Vida, de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, bajo las riendas de quien ha llevado a la provincia al primer lugar nacional en todas las categorías de la variante tradicional de esta disciplina.
Por eso, como casi siempre ocurre en el deporte, en la medalla de esta espirituana va incrustado el sudor y la sapiencia del hombre que la condujo por los caminos del kárate y el yuyitsu.
“Nos enteramos del evento a través de la academia Nacional de Wadokai a la cual pertenecemos —comenta Yusbel—, el presidente Rolando Almaguer nos avisó enseguida y nos dio las indicaciones de cómo subir los videos. Participaron otros atletas espirituanos al igual que en la primera edición. En todos los casos la idea era más bien que participaran sin aspiración de ningún tipo, porque no estaban casi ni entrenando por todo esto de la COVID-19.
“Después que pasó la fecha del evento, revisábamos la página constantemente hasta que vimos la publicación de los resultados. No lo creíamos, aunque se veía claro el nombre de Amelia como ganadora, entonces llamamos al presidente y me lo confirmó”, apunta.
Entonces la casa, que también acoge las patadas como área de entrenamiento complementario, se revolvió. Y este hombre sintió que su trabajo real había tenido compensación virtual. No solo el de ahora, sino el de 29 años entregado al kárate como atleta y como entrenador. Desde esta última responsabilidad promovió los primeros atletas que llegaron a la preselección nacional.
La convivencia en casa del binomio atleta-profesor trae oportunidades y también torturas: “Bueno, lo segundo tienes que equilibrarlo porque es entrena y entrena, a veces paramos para que ella no haga rechazo, pero ella misma me lo pide”, cuenta Yusbel.
De que lo pide es cierto. Lo asegura ella misma y alega que no se cansa porque le gusta mucho y también porque “me puedo defender y aportar mis conocimientos a otros niños o estudiantes para que puedan tener estos mismos logros que ahora comparto con mis amiguitos”.
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