De un tiempo acá los cubanos hemos incorporado a nuestro léxico el vocablo chalazo para nombrar un quiste en el párpado muy parecido al orzuelo, con el cual no debe confundirse: mientras este es purulento, de origen microbiano; aquel consiste en una induración sebácea que surge a consecuencia de la obstrucción de una de las glándulas encargadas de lubricar el ojo.
Blogueros, foristas y yutúberes de México, Colombia o Perú emplean chalazo igual que los cubanos. Entre internautas de esos y otros países, como Nicaragua o España, circula la variante chalacio. Sin embargo, chalazo y chalacio brillan por su ausencia en diccionarios del más variado tipo y en la literatura especializada en oftalmología. A excepción del Diccionario de americanismos, que registra chalazo ¡como de uso exclusivo en la región noroeste de Argentina!…
Otras son las formas que se reconocen. El diccionario académico, por ejemplo, incluyó chalazión —voz aguda, con zeta— en 1992, fecha relativamente reciente, y cambió a chalación —con ce, más adecuada a las pautas gráficas del español— hace apenas seis años.
De los libros de texto accesibles en Infomed y que se destinan a la enseñanza de las ciencias médicas en Cuba, destaca la 4ª. edición de Oftalmología —manual de Jaime Alemañy, Rosendo Villar y otros autores—, donde se utiliza chalazión. En una edición posterior, de 2005, aparecen estay otra variante, calacio, a semejanza de la 11ª. edición del célebre Diccionario terminológico de ciencias médicas —publicada por Salvat en 1975 y que Ediciones R difundió en nuestro país—, aunque a juicio de este repertorio, chalazión es un «sinónimo incorrecto» y calacio, se infiere, resulta el término correcto.
En la Clasificación Internacional Estadística de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE), a cargo de la Organización Mundial de la Salud, también se observan alternancias e indecisiones. La décima CIE, promulgada en 1992 y con numerosas revisiones posteriores, asienta calacio —voz llana, similar a chalazo y chalacio— y ofrece chalazión como sinónimo. La oncena CIE, que entrará en vigor a partir de 2022, propone chalación, ¡igual a lo que establecía la novena, de 1977!…
Una situación peculiar revela la consulta de investigaciones científicas de oftalmólogos cubanos socializadas a través de Infomed. Aunque en ellas predomina el uso de chalazión y, puntualmente, el de chalación, hallé un artículo de 1999 donde chalación y chalacio coocurren, y otros dos textos, de 2014, en los que se lee chalazion, sin tilde, acaso erratas por influjo del inglés o el francés.
Al margen de estas realizaciones aisladas, es evidente que son tres las variantes que pugnan por normalizarse en la lengua escrita de la especialidad: calacio, chalazión y chalación. La última, al parecer, tiene mayores posibilidades de triunfo, considerando el respaldo que le brinda el diccionario académico y la nueva CIE. En oposición, la oralidad y el lenguaje informal prefieren chalazo y/o chalacio, según el país.
La existencia de tantas formas divergentes para este vocablo viene de muy atrás. Tres lexías, calasion, chalaça y chalaza, se documentan en el primer vocabulario médico en lengua castellana, que data de 1606. Y según la lexicografía hispana de autor, esta tumefacción del párpado recibió entre los siglos XVIII y XX las denominaciones chalasia, chalaza, calasia y calaza, indistintamente.
Además, dos lexicógrafos, José Alemany y Bolufer y Manuel Rodríguez Navas, consignaron, a principios del XX, una de las formas aceptadas en la nomenclatura científica actual: chalación. Tanto a esta como a calaza y chalaza Alemany las estimó sinónimas de orzuelo. Ramón J. Domínguez llegó a juzgar que orzuelo era variante vulgar de calasia, calaza y chalaza.
Para colmo, chalasia y calasia, y en menor medida chalaza y calaza, también designaban otra enfermedad ocular, provocada por la relajación de las fibras de la córnea. A su vez, chalaza y calaza daban nombre tanto a una estructura botánica —«cordón saliente del pericarpio por donde pasa el alimento de ciertas semillas», la define Vicente Salvá—, como a los «ligamentos gelatinosos que unen la yema a los dos polos del huevo», refiere Domínguez. Solo un lexicógrafo, Elías Zerolo, le atribuyó esta acepción zoológica a calasia, término que, asimismo, aludía a una piedra preciosa, de acuerdo con el propio Zerolo y el mismísimo Salvá… ¡Menudo enredo!
De estas cuatro voces, en el diccionario de la Academia solo sobrevive chalaza, lema que desde 1936 la corporación ha mantenido en su principal obra lexicográfica con idéntico significado: «cada uno de los dos filamentos que sostienen la yema del huevo en medio de la clara». Tal vez los biólogos cubanos la conozcan, pero lo que soy yo…
En definitiva, de los vocablos que han denominado en español el tumor palpebral que nos ocupa, chalaza ‘granizo’ y chalazión ‘granizo pequeño’ —transliteraciones latinas de palabras griegas—, así como calaza —adecuación gráfica española a la prosodia latina—, parecen ser las formas más apegadas a la etimología. Sin embargo, lo sabemos, no siempre la lengua y sus convenciones siguen ese derrotero.
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