Faltan 139 días para la elección presidencial (3 de noviembre), con el manejo político de la pandemia del Covid-19, la crisis económica que generó y ahora el gran debate sobre el racismo sistémico definiendo la coyuntura, algunos pronostican una posible crisis política.
Aunque el tema de la elección nacional se ha relegado a un plano secundario en los últimos meses entre las crisis de salud, la económica y la detonada por violencia oficial, todo de aquí en adelante se mide en términos electorales por la cúpula política del país. Los dos candidatos presidenciales están tratando de buscar la manera de abordar una coyuntura sin precedente, para la cual ninguno de los dos tiene respuestas.
Para la relección de Trump, cuya consigna fue: “Hacer a America grande otra vez”, el presidente ha buscado cómo culpar a todos –China, la Organización Mundial de Salud, los inmigrantes y los medios–, menos a sí mismo del desastre bajo su mando. Su equipo está considerando incluso culpar de nuevo a México por nuevos brotes de Covid-19 en el suroeste, reportó Ap; vale recordar que hace justo cinco años Trump anunció su campaña de elección en la que acusó a los mexicanos de criminales y violadores.
Un 80 por ciento de los 115 mil muertos por el Covid-19 no hubiesen fallecido si el gobierno de Trump hubiera actuado dos semanas antes con medidas de confinamiento, según investigaciones recientes, y los engaños y errores de la Casa Blanca desde que comenzó la pandemia explican por qué Donald Trump busca evitar y hasta fingir que no existe esa crisis; por eso nunca se ha puesto un cubrebocas en público.
Más aún, ha ordenado llevar a cabo actos públicos masivos para su campaña; su primer mitin electoral público en meses está programado en Tulsa para este fin de semana, a pesar de advertencias de funcionarios de salud pública (y donde, por si las dudas, los participantes tienen que firmar un documento liberando de responsabilidad a la campaña de Trump si se contagian de Covid-19). Ha trasladado la culminación de la Convención Republicana a Jacksonville, después de que autoridades de Carolina del Norte rehusaron garantizar que el acto se realizaría como si no existiera la pandemia en Charlotte, donde estaba programado.
Ante las protestas masivas y una abrumadora mayoría de la opinión pública, el presidente se vio obligado a firmar una orden ejecutiva de reformas policiacas, pero nunca menciona el tema del racismo en el comportamiento de los uniformados. El mandatario decidió rodearse de oficiales de seguridad pública en el acto para firmar su orden, declaró que «sin policías, hay caos», señaló que sólo un número muy reducido de oficiales han cometido actos de brutalidad policiaca y subrayó que «los estadunidenses quieren ley y orden», lema que será central en su campaña de relección.
Mientras, la violencia de grupos derechistas racistas y antimigrantes nutrida por la retórica presidencial sigue brotando por el país. La noche del lunes una milicia armada atacó a activistas que intentaban tumbar la estatua del conquistador español Juan de Oñate en Albuquerque, dejando en estado crítico a un manifestante.
Hombres armados e identificados con grupos de derecha extrema se han presentado en la ola de protestas por el país durante las últimas tres semanas, incluyendo en Minneapolis, Atlanta, Filadelfia, Dallas y Salt Lake City, reporta el Washington Post. Este tipo de agrupaciones nunca han sido denunciadas por Trump, y algunos temen que podrían volverse aún más activas al acercarse las elecciones.
¿Y Biden?
El virtual candidato presidencial demócrata, Joe Biden, ha salido poco, guardando una especie de cuarentena parcial, y algunos sospechan que su invisibilidad es calculada, mientras su contrincante está en apuros por las crisis que ha creado sin que se requiera la presencia del demócrata.
Pero eso no tranquiliza a demócratas preocupados por la tibieza de su candidato. De hecho, más de 50 agrupaciones liberales firmaron una carta abierta esta semana criticando a Biden por su respuesta contraria –propuso elevar el gasto para policías– frente a las demandas de reformas a fondo de los manifestantes, y advirtiendo que podría costarle apoyo de votantes afroestadunidenses que serán claves para su éxito electoral.
Por ahora, la apuesta parece ser que el demócrata ganará, pero por el voto anti-Trump.
La aprobación popular del magnate se ha desplomado unos 10 puntos en sólo un mes, según Gallup, al ubicarse en apenas 39 por ciento. En el promedio de las principales encuestas calculado por RealClearPoltiics, Biden hoy goza de una ventaja de más de ocho puntos sobre el republicano, casi el doble de hace unas cuantas semanas.
Algunos expertos han advertido que Trump podría tratar de descarrilar el proceso democrático declarando una «emergencia» o cuestionando su legitimidad. Vale recordar que es, tal vez, el único mandatario en la historia que aún acusa que hubo fraude en una elección que ganó, en 2016.
Por lo tanto, tal vez la única respuesta es que un país que podría ser considerado, dadas sus múltiples crisis actuales, una «democracia fallida», necesita ser rescatado “a la americana”, y por ello los comediantes del Daily Show han emitido un llamado a que «Canadá invada a Estados Unidos y restaure su democracia» (https://www.invadeuscanada.com).
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