Sus rostros son un enigma para mí, incluso cuando llevo más de dos meses viéndolos casi a diario. Los ojos, sin embargo, siempre vivos y atentos, hablan de sensibilidad, nobleza, preocupación real. Nunca les pregunté la edad, pero lucen casi niñas, niñas que, junto a otros muchachos de bata blanca y pantalón azul oscuro, han ayudado a la nación a lidiar con un coronavirus que se desparramó por todo el archipiélago.
Unas veces al salir a la calle, otras desde el balcón, les he respondido lo mismo a la pregunta que, indefectiblemente, me formulan: ¿Cómo está todo hoy?, ¿algún síntoma? Y yo que no, que mi salud está perfecta, que gracias, muchachitas, por cuidarnos.
En realidad el plural fue solo al principio, cuando venían las tres: Claudia, Carmen y Dailenys, todas de quinto año. Entre finales de marzo y comienzos de abril, cuando empezaron a deslumbrarme, quise dejar constancia de su esfuerzo y las fotografié. Después quedó Carmen, después, Dailenys, quien hasta ahora pasa “revista” por la cuadra y si alguien no está procura informarse con los vecinos aledaños, porque solemos, para ahorrarles trabajo, dejarles dicho que todo está bien.
Pensé que valía la pena saber qué opinan del aporte estudiantil en el área de Salud donde despliegan su labor. Acudí al local que los acoge en la calle Manolo Solano, entre Panchito Gómez Toro y Bayamo, al sur de la ciudad de Sancti Spíritus. Allí radican tres Consultorios del Médico de la Familia (CMF) con sus respectivos equipos básicos de trabajo, signados con los números 30, 31 y 32.
Cerca de una treintena de alumnos de numerosas carreras de las Ciencias Médicas despliegan el trabajo de pesquisaje activo en la comunidad, emprendido en la segunda mitad del mes de marzo, cuando el país, como parte de una estrategia cuyos frutos ya se van viendo, indicó tener bajo control cualquier caso con sintomatología que pudiera indicar presencia del virus SARS CoV-2.
LOS PROFESORES CALIFICAN
Gustosos, como si esperasen por alguien con quien compartir su satisfacción, los profesores que los atienden accedieron al diálogo y detallaron la significación de un trabajo de base que mucho ha ayudado a identificar las situaciones de riesgo.
Lisi López Sánchez, licenciada en Historia y Filosofía y metodóloga integral de la Facultad de Ciencias Médicas Faustino Pérez Hernández, perteneciente a la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus, y Eliexer Ulloa Morell, licenciado en Tecnología de la Salud y también metodólogo, coincidieron en una misma valoración: han hecho un trabajo extraordinario, al identificar pacientes con sintomatología respiratoria que de inmediato recibieron el tratamiento correspondiente.
Y entonces vienen las historias: que cuando ellos van hacia el Policlínico Sur los pobladores elogian a sus estudiantes y preguntan por el que los atiende, si ese día no pasó por allí; que conocen los padecimientos de cada quien y, en los casos de ancianos solos, les viabilizan las recetas y se las llevan; que hay hasta quien, como Annalie Espinosa, de tercer año de Medicina, les recoge las prótesis dentarias defectuosas y se las lleva a arreglar, para que no salgan de sus casas.
“No han tenido sábados, domingos o días feriados. Aquí estuvieron el Viernes Santo; el Primero de Mayo, cuando fue hermoso, porque todos cantamos el Himno Nacional afuera y los vecinos desde sus casas cantaban también. Vinieron el lunes pasado, que amaneció lloviendo mucho, pero trajeron sus sombrillas”, relata Eliexer con la admiración estampada en el rostro.
Lisi, por su parte, refiere: “Ellos están muy identificados con lo que hacen, y aunque preguntan cuándo comenzarán las clases nuevamente —estudian a distancia y son supervisados por sus profesores principales, mediante grupos de WhatsApp— se percibe que le sacan provecho a esta experiencia.
“Los de tercer año, que son mayoría, están en Propedéutica y Medicina Interna, que es la base de la Medicina misma, y es lógico que se preocupen. Pero tenemos, además, estudiantes de varias licenciaturas, todas carreras de nivel superior: Rehabilitación, Enfermería, Técnico Superior de Enfermería, Higiene y Epidemiología”.
Los profesores se han quedado, dicen, “maravillados de su sentido de responsabilidad, lo cual es conveniente, ya que la pesquisa activa forma parte de la educación en el trabajo que reciben todas las carreras de nuestra Universidad”, argumentan.
Se trata, en este caso, de un área muy extensa que abarca buena parte del centro histórico de la ciudad, al incluir a más de tres mil pobladores de los consejos populares de El Parque y Jesús María. Desde Agramonte, pasando por la zona de la Iglesia Mayor, Independencia o el bulevar hasta la tabaquería; las calles Padre Quintero, a la orilla del teatro Principal; Frank País y Máximo Gómez, en el otro extremo, y hasta Acueducto final, son lugares donde “tocan” a diario en las puertas los muchachos, libreta y bolígrafo en mano.
LAS DOCTORAS AGRADECEN
Durante la espera para conversar con las doctoras desfilan por sus consultas casos sospechosos de dengue, esa otra epidemia que se les ha juntado a las fuerzas estudiantiles, por lo que deben llevar dos pesquisas paralelas, y también uno de COVID-19 que ya recibió el alta epidemiológica.
“Al principio tuvimos muchos viajeros, que al resultar casos sospechosos fueron aislados en sus domicilios; esa tarea la asumimos nosotros, los médicos, pero los estudiantes ayudaron en el seguimiento”, cuenta Liuba Guillén Fernández, con casi 15 años de graduada y al frente del CMF No. 30.
“Son prácticamente nuestra mano izquierda, y también la derecha, se puede decir (sonríe), porque gracias a ellos estamos sacando todos los pacientes con síntomas respiratorios y también los de arbovirosis; gracias a ellos estamos sabiendo cuáles intencionar más en las casas, por estar descompensados en sus patologías de base. Este relevo es muy interesado en aprender y hacer bien las cosas; también es muy humanitario. Si siguen así vamos a tener en el futuro no solo buenos médicos, sino también buenas personas”.
Su criterio no difiere del de Zoraida Fuentes Tur, especialista en MGI con cuatro años como doctora del CMF No. 32. “No tengo quejas de ninguno, hemos tratado de trabajar como un equipo y ahora mismo nos ayudan mucho con los casos febriles que se presentan, asociados al dengue. Tanto ellos como los profesores que los atienden merecen todo el cariño del pueblo, está bien justificado el aplauso de cada noche”.
LAS ALMAS TRAS LOS NASOBUCOS
Dailenys Díaz Montero vive próxima a la zona Norte de la ciudad. Hacía la rotación de segundo semestre por la asignatura Salud Pública, vinculada al Policlínico Sur, cuando comenzaron a aplazar las clases. “Primero fue por una semana, luego otra y más tarde dijeron que hasta el 20 de abril. Después nos dimos cuenta de que la cosa iba para largo”, cuenta, y en una solicitud atípica para estos tiempos le pido mostrar su rostro y permitirme fotografiarlo.
Sin despojarse de su timidez accede y sonríe. Al inicio, cuando compartía el quehacer con dos compañeras, les asignaron 40 casas, pero al suspenderse el transporte urbano Carmen Santana y Claudia Lorenzo dejaron de venir, pues dependían de él. Se conocían la población y a veces se la dividían.
“Eso es lo más bonito, cómo las personas ya te conocen, te saludan y te dicen: anoche te aplaudí. Es lindo ver cuando te agradecen que te preocupes y vayas todos los días a preguntarles cómo están. Nunca entro a los domicilios, porque hay que cumplir las reglas de bioseguridad. Al final vamos a ser Médicos Generales Integrales y esto nos enseña cómo manejar a la población, sus necesidades básicas, las enfermedades cómo las llevan, si cumplen bien sus tratamientos”.
Interactúa con los pacientes, aunque hay casas donde nunca le abren la puerta. Cierto día experimentó un susto, ya que al indagar en una vivienda por el estado de salud de los que allí residen le dijeron que todo andaba bien, más luego los vecinos le espolearon la alerta. “Al señor de ahí el test rápido le dio positivo”, le dijo la mujer de al lado.
“Había sido contacto de un caso sospechoso. El susto duró poco, porque luego el PCR le dio negativo, pero llegué a temer por mi familia, pues constantemente la estoy poniendo en riesgo, aunque guardo las distancias. En mi casa siempre me animan a venir, esté cansada al amanecer o no. Quise ser médico desde niña”, cuenta, emocionada.
Ha sacado en conclusión que Cuba se preocupa por su gente, de manera desinteresada; que hay otras naciones donde cómo viven sus pueblos no es motivo de desvelo para el Estado, y ni siquiera para el presidente. El suyo es aproximadamente el mismo razonamiento de Rocío Morales Rodríguez, una joven que también cursa el quinto año de Medicina y que vive no lejos del lugar donde recorre viviendas en busca de síntomas específicos. “Lo que estamos haciendo es una labor muy humana, algo que no han hecho muchos países, pues hemos desplegado un trabajo de promoción y prevención de salud, con énfasis en grupos de riesgo, como los adultos mayores —que por aquí son muchos—, para tener un mejor control: los enfermos, los que viven solos…”, resume.
“Ellos nos preguntan, nos plantean incertidumbres y nosotros indagamos al respecto. Tengo 50 casas y no he tenido a nadie sospechoso ni sintomático, creo que porque son disciplinados: no salen a la calle, se cuidan, no reciben visitas. Cuando me gradúe estaré vinculada con esta misma población; entonces nos vamos a sentir parte de una tarea tan bonita, que ayudó a muchas personas”, declara.
Califica como muy buena la estrategia de Cuba, “porque hasta la persona que tuvo el más lejano contacto fue guardada, cuidada, atendida, examinada. También por los fármacos nuestros, y por la ayuda a otros países, con las brigadas de colaboración Médica”, argumenta.
Por mi parte, si albergase alguna duda, ellas y otros jóvenes con los que he conversado por estos días me las han disipado. Tiene razón Lisi, la profesora, al sentir el orgullo con el que habló a este medio de prensa: “Es gratificante cuando ves a tus estudiantes sentirse y actuar como futuros médicos, porque no solo han interactuado con la comunidad, sino además con los doctores del consultorio, y ven la labor que realizarán en un futuro no muy lejano en la atención primaria de salud”.
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