Cuando la soga aquella comenzó a acordonar las calles no hacía falta mucho más para decretar prohibiciones. Primero, la noticia había ido contagiando de boca en boca, lo habían confirmado luego por la radio y más tarde empezaron a levantarse en algunas esquinas carpas para fumigar lo mismo las ruedas de un motor que para coordinar hasta los litros de leche que deben repartirse.
Mucho antes de las seis de la tarde del lunes 13 de abril —hora del ultimátum: nadie entra, nadie sale— los vecinos habían tomado otras medidas: comprar todo lo posible para saciar las despensas; avisarle al resto de la familia que no podrían salir por lo menos en 14 días; asegurarse de que los tanques de agua estuviesen repletos, por si acaso; llenar memorias y memorias flash para acortarle horas a los días.
Sucedió más o menos igual en Cabaiguán y Taguasco, municipios donde la COVID-19 ha trastocado la rutina. Dada la trasmisión local reportada en ambos territorios —donde hoy se concentra la mayor cantidad de casos positivos a la enfermedad en la provincia— a varias áreas se les decretó la cuarentena. En las zonas rojas, como se le llama, se garantiza todo sin poner un pie fuera de la casa.
CABAIGUÁN: SOLIDARIDAD DE BARRIO EN BARRIO
Al cabaiguanense Remberto Espinosa Lumpuy no hubo que preguntarle; se brindó solo para servir de mensajero y llevarle el pan, la leche y “todo lo que llega” —como añade— a cada uno de sus vecinos. “Yo se lo llevo hasta la puerta de la casa con mi nasobuco puesto, le alcanzo las cosas de lejos y luego voy para el cloro y para el jabón que me mato”, dice.
Acostumbrado como está a despachar mercancía en el Almacén Central de Salud donde labora —una de las instalaciones que han quedado dentro de la cuarentena—, no le pesa ahora tener bajo su mando una docena de casas del barrio. “Me gusta ayudar a la gente y en estos momentos que todo el mundo tiene que estar dentro de la casa es cuando se necesita. Uno extraña salir a hacer mandados y eso, pero hay que ser disciplinados; más malo es enfermarse y verse en un hospital”.
Remberto no es excepción. Desde que en Cabaiguán —donde hasta este viernes se acumulan más de una veintena de casos confirmados a la COVID-19— tres áreas entraran en la fase de cuarentena y otra se estableciera como zona restringida lo único que se ha ido propagando de barrio en barrio y ha entrado por las puertas es la solidaridad.
Lo afirma Osbel Ramón Díaz —delegado de la circunscripción 55—. “A esta área no llega la red de Acueducto, por lo que se han movilizado pipas, entre ellas una de un trabajador por cuenta propia: Pedro Méndez, más conocido como El Curro, que ha traído el agua hasta las casas sin cobrar un peso”.
No ha faltado nada: ni las medicinas para los que lo han necesitado, ni los dulces extra que han venido a endulzar también las tardes, ni el toque diario de la doctora preguntando si alguien ha tenido fiebre o tos o si hay enfermos, ni la comida a su hora para los ancianos que se acogen al Sistema de Atención a la Familia…
Mas, acomodar la vida a tales contingencias ha exigido plantar un puesto de dirección en cada uno de los lugares —que lo integran vecinos, funcionarios del Gobierno, de la Federación de Mujeres Cubanas, de los Comités de Defensa de la Revolución…—, apostar agentes del orden hasta en las entrecalles, limitar el acceso y fumigar los vehículos que excepcionalmente entran, saber casa a casa todo, hasta los perros que la habitan.
Ha habido también que trasladar a la señora operada que repentinamente comenzó a sufrir un dolor o a la mujer que se puso de parto en la noche; porque la cotidianidad no entiende de cercos.
“Esto da para escribir un libro”, comenta a Escambray Yariel Hernández García, presidente del Consejo de Defensa Municipal, para ilustrar lo inédito del suceso. “A los habitantes de cada cuadrante se les garantizan todos los recursos necesarios y se les llevan hasta la puerta de la casa. Se les vendió un módulo con papa, yuca, plátano, garbanzo, guayaba, tomate y frutabomba —que lo adquirió quien lo quiso—, se les han comprado los medicamentos en la farmacia para luego distribuirlos ahí, se les lleva el pan liberado para el que lo desee, se tiene atención médica las 24 horas, se les recogen los desechos sólidos en días alternos…”.
Se trata de que puertas adentro, como se exige estar, se siga viviendo normalmente.
TAGUASCO: PUERTAS CERRADAS AL CORONAVIRUS
“Decir Alexis Díaz Bravo es decir conversador”, me revela el taguasquense como si nos conociéramos de antes más allá de lo que nos acerca la línea telefónica. Es eso tal vez lo que más extraña ahora: la plática con los vecinos, el buche de café que se alcanza por el patio, la conversación mañanera en los portales. Es esa una de las añoranzas, la otra es por la esposa con quien la cuarentena lo ha divorciado temporalmente.
“Ella quedó fuera del área y yo me quedé aquí dentro con mis hijas. Pero póngalo que ya ella ha hecho como 100 nasobucos y los ha regalado para que vea que estoy al tanto de ella —dice—. Esto es un cambio de todos los hábitos, es romper la rutina del barrio”.
Lo creen todos. Lo vive de cerca su tocayo Alexis Reina Migueles, vicepresidente del Consejo de Defensa Municipal, para quien no hay azote de ciclón alguno que se le asemeje. “Esto es bravo. Necesita mucho del apoyo de la población porque cuesta la vida”.
Y a seguidas asegura que no ha faltado ni un litro de leche a nadie de los que lo tienen asignado, ni las pipas con el agua potable, ni el pase de visita de la doctora; que se les ha distribuido un módulo de acopio y que también se les ha vendido refresco de lata —a cuatro por casa— a quienes han querido; que ha habido que habilitar otro local como tienda de víveres para algunos consumidores que quedaron fuera de la cuarentena y compran en la tienda que está dentro del área limitada; que se ha organizado hasta el cobro de la chequera para llevarlo hasta las casas.
“Se ha ido disciplinando a la gente. Nos ocurrió que han fallecido dos personas en zonas de cuarentena y los familiares lo han velado un tiempo en la misma casa y de ahí directo para el cementerio. El pueblo se ha ido sensibilizando con la situación que hoy vivimos”.
Son muchos los que tienden manos espontáneamente sin importar los desvelos de más y el descanso de menos. Desde que cuatro áreas de Taguasco —municipio que hasta el cierre de este trabajo reportaba 18 casos— entraran en cuarentena Wilber Brito García, director municipal del Inder, ahora “gardea” desde el puesto de dirección todo lo que se mueve en una de ellas.
“Esta zona incluye los CDR 1, 2, 3, 4, 5 y 6; tengo 240 casas con 774 habitantes y nada más que hay dos casas vacías, lo dice con la misma exactitud que pudiese tener el propietario de una de aquellas moradas. Aquí hay bastante niños y ancianos, además de cuatro encamados, pero la gente está contenta porque a nadie le ha faltado nada y en la medida de las posibilidades se les ha garantizado todos los recursos. Esto es como un meteoro, lo que hacemos en tiempo de paz lo estamos haciendo en esta especie de guerra”.
Mientras los vecinos duermen a pierna suelta a Wilber y a muchos otros el día les amanece antes y le anochece tardísimo. Es como vivir en muchas casas a la vez sin desatender ninguna y a puertas cerradas al nuevo coronavirus.
AISLADOS UNOS, DISCIPLINADOS TODOS
Quienes hoy viven en las zonas rojas de Cabaiguán y Taguasco no son los únicos que deben permanecer en casa; es una exigencia para todos.
A fin de cortar cadenas de contagio en estas localidades —como en el resto de los territorios de la provincia— se pesquisa casa a casa, se aísla a todos los contactos, se impone el distanciamiento social.
Ya se han propagado las mismas medidas: la restricción de movimiento para los pobladores después de las siete de la noche, el traslado en guagua hasta la cabecera provincial solo para el personal de Salud, el reacomodo del horario de las tiendas, la distancia y el orden en las colas.
En Cabaiguán, al menos, desde el jueves una aspeadora del Minaz comenzó a desinfectar las calles principales con cloro y se colocaron puntos de vigilancia en todas las entradas de acceso al pueblo. En Taguasco también se han levantado algunos puntos de desinfección.
Cabaiguán y Taguasco no parecen ahora tan distantes; aquí y allá la gente anda viviendo entre cuatro paredes, lo único que se ve afuera, a veces, son las gallinas en el patio, se ha olvidado el balanceo de los sillones en los portales y están las mismas cintas cercándolo todo. La cuarentena apenas ha comenzado; mientras, en las zonas rojas la vida intenta seguir.
No hablan del aseguramiento alimenticio a las zonas de cuarentena !!!! y del desastre de las ventas en las TRD cuando llegó un poco de detergente. Cabaiguán que es el municipio de más contagio y problemas ES EL MAS DESABASTECIDO . Ahora tienen prohibido que las personas mayores de 60 años salgan a la calle. Porque oportunamente no se aplicaron las medidas de Fomento y Trinidad. Lentitud e inercia juntas de la mano. La Constitución no refrenda que el Poder está en los Municipios. Entonces que lo demuestren.