Si algo prueba el inusitado rebrote de la COVID-19 en la provincia espirituana, luego de más de cien días sin casos confirmados con la enfermedad, es que el coronavirus se comporta como un lobo hambriento, siempre al acecho y listo para aprovechar cualquier puerta que permanezca abierta –cualquier vulnerabilidad se dice en estos tiempos–, solo que la «fiera microscópica» ni se siente, ni se ve y muchas veces ni siquiera se distingue como tal.
Cuando el pasado 10 de septiembre la enfermedad se movió de Ciego de Ávila para Sancti Spíritus por los mismos terraplenes que los guajiros de la comunidad de Bernal usan para saludar a sus vecinos de Orlando González, en Ciego de Ávila, lo mismo en tiempos de zafra que en tiempos muertos, comenzaba para los espirituanos algo así como un remake de lo vivido en marzo pasado con la aparición en Trinidad de los primeros casos de una extraña enfermedad, que ahora «no ha volado» desde la lejana Lombardía.
Bernal fue el inicio del rebrote en suelo espirituano, que 25 días después se ha multiplicado exponencialmente, ha trastocado todas las rutinas del territorio –ha cerrado escuelas, bateyes, cuadras enteras y hasta carreteras– y amenaza con seguir creciendo por esa manera sutil que tiene el virus para propagarse en cascada, como por efecto dominó, entre los compañeros más cercanos, los amigos y los familiares allegados.
El Consejo de Defensa Provincial y las autoridades de Salud Pública, que no han estado de brazos cruzados ante una circunstancia tan extraordinaria, tienen controlado, al parecer, lo mismo el evento de la comunidad cañera de Bernal y sus derivados, en Jatibonico, que su sucesor, el reportado en el hotel Village Costa Sur, de Trinidad, cuyas ramificaciones fueron a dar hasta Yaguajay, justamente en las antípodas de su origen.
En las últimas semanas, sin embargo, el centro del resurgimiento de la COVID-19 se ha trasladado a la capital provincial, una ciudad de poco más de 100 000 habitantes, que prácticamente había salido ilesa en la primera etapa de la enfermedad y en esta segunda oleada aparece en todos los rankings negativos de la nación; y solo dos de sus áreas, la Norte y la Sur, acumulaban hasta ayer 47 casos (25 y 22, respectivamente).
A raíz de la evolución de la pandemia en el país, en particular de la estabilidad conseguida en la capital y de la notable reducción de casos reportados en Ciego de Ávila, el propio Presidente cubano Miguel Díaz-Canel señalaba este sábado a Sancti Spíritus como «el lugar más complicado hoy», e incluso recomendaba un tratamiento diferenciado para la ciudad de Trinidad y la capital provincial, incluida la posibilidad de reducir la movilidad hacia esta última.
Que el número de confirmados en la provincia haya decrecido más del triple de sábado a domingo –de 37 a 11 personas–, no significa en modo alguno variaciones notables en una curva que nos tiene acostumbrados a zigzaguear y mucho menos, que el territorio pueda darse el lujo de bajar la guardia en medio del asalto más complicado del combate.
Entre las medidas adoptadas aquí figuran el establecimiento de más de 40 zonas con restricción de movimiento en la cabecera, la intensificación de la pesquisa, la ampliación de los centros de aislamiento en toda la provincia y el mantenimiento de cuatro instalaciones para la atención a sospechosos.
A ello se suma una decisión anunciada la víspera por el doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud: que en el Hospital Provincial de Rehabilitación Faustino Pérez se garantice, próximamente, la asistencia a aquellos casos confirmados que se mantengan asintomáticos, tal y como funcionó en la primera etapa de la epidemia, lo que implica evitar el costoso e incómodo trasiego de estos pacientes hasta el hospital Manuel Fajardo, de Santa Clara.
El directivo aclaró que el incremento de las personas infectadas con el SARS-COV-2 en los últimos días obedece, en lo fundamental, al tercero de los eventos de transmisión local abiertos en la provincia, el de Sancti Spíritus, que ya ha extendido tentáculos a territorios como Taguasco, Trinidad y Cabaiguán.
Vinculado a este evento se trabaja, además, un control de foco en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, principal centro asistencial de Sancti Spíritus, que ha bajado su nivel de actividad hasta el 45 % y donde hoy se han adoptado estrictas medidas de bioseguridad con vistas a preservar la vitalidad de una institución que resulta imprescindible para los espirituanos.
Con poco más de 450 000 habitantes, Sancti Spíritus acumula, desde marzo hasta este domingo, 208 contagiados, una estadística que pudiera traer relativa tranquilidad si no fuera porque, de ese total, 133 enfermos corresponden al rebrote iniciado en esta parte del país el pasado 10 de septiembre, o sea, en apenas 25 días, un episodio que, por lógica y por experiencia, lamentablemente no ha terminado todavía.
Queremos saber si ahora la población trinitarias si le ofertarán las gotas homeopáticas pues desde que comenzó la pandemia no se han distribuido por vez primera ni aun a los grupos más vulnerables