Quien transite por estos días las calles espirituanas, lo mismo en el centro histórico que en la periferia de la ciudad, difícilmente repare en las peculiaridades de su arquitectura colonial –una suerte de lujo, diría la doctora Alicia García Santana, quien la ha distinguido como «la más medieval» de las primeras villas cubanas–; o en esa simpatía congénita de sus pobladores, gente humilde que se precia de abrir las puertas al visitante y de servir con fidelidad a las mejores causas de la nación.
De un tiempo a esta parte, desde hace algunas semanas, digamos, ningún elemento del paisaje urbano de Sancti Spíritus llama tanto la atención como esos cordones amarillos, tan necesarios como rocambolescos, que vienen parcelando la urbe en un intento por marcar aquellos sitios donde se ha instalado la epidemia de la COVID-19, un mal que ha puesto de rodillas al mundo, que ha enclaustrado a la civilización y cobrado más de un millón de vidas desde que apareciera en una región de Asia a finales del pasado 2019.
«Son como una maldición de año bisiesto», decía ayer mismo Juan Manuel González, un vecino de la barriada de Colón, sorprendido por la manera con que los cuartones amarillos se expanden a diario por la capital espirituana, donde las zonas en cuarentena o con restricción de movimiento han venido creciendo exponencialmente en las últimas semanas e incluso pudieran seguir incrementándose con la aparición de nuevos casos.
En el contexto de la nueva normalidad por la que comienza a transitar la mayor parte del territorio nacional, Sancti Spíritus forcejea por controlar un rebrote que, desde el pasado día 5, hizo retroceder a la provincia a la fase de transmisión autóctona limitada, con contagios en siete de los ocho municipios; la mayor tasa de incidencia por cada 100 000 habitantes en el país y una situación muy tensa en la ciudad cabecera.
Si en la primera etapa de la enfermedad en Sancti Spíritus se diagnosticaron apenas 75 enfermos con la COVID-19, ahora la provincia anda por 287, según el último parte del Ministerio de Salud Pública (Minsap) –casi cuatro veces más–, de los cuales 148 permanecían hospitalizados, hasta ayer domingo, en centros de este territorio y de Santa Clara.
Cerrados los eventos de transmisión local de la comunidad cañera de Bernal, en Jatibonico, por donde regresó la COVID-19 a la provincia, y recientemente el del hotel Village Costasur, de Trinidad, que irradió a otros puntos de la geografía provincial, todavía se mantienen abiertos otros tres: uno en Trinidad (Empresa Taxis Cuba) y dos en Sancti Spíritus (áreas Centro y Norte de la ciudad), territorio este último donde se acumulan más de la mitad de los infectados, con seis controles de focos activos.
La situación epidemiológica del territorio, según el Minsap, con los más intensos niveles de transmisión de la COVID-19 en el país en lo que va de octubre, ha obligado aquí a reforzar la vigilancia y a la realización de estudios poblacionales en aquellos lugares donde existe una alta concentración de ciudadanos diagnosticados con la enfermedad.
El doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud, explicaba a la prensa en las últimas horas que dichos estudios se han concentrado en las áreas Norte, Sur, Centro y Los Olivos, del municipio cabecera; en Trinidad y en Topes de Collantes, en este último caso luego de que dos pacientes confirmados de la vecina provincia de Villa Clara revelaran a las autoridades sanitarias que habían vacacionado en esta comunidad.
La búsqueda de posibles contagios obviamente incluye, también, a cientos de personas que por ser contactos de casos confirmados permanecen en los 28 centros de aislamiento creados en la provincia, así como a todos los sospechosos que han sido trasladados hasta las cuatro instalaciones habilitadas para ello.
Conocida la manera solapada con que actúa el coronavirus y el comportamiento en cachumbambé que suele aparecer en las curvas, no hay razones para asombrarse porque en la provincia apenas se hubiera diagnosticado un caso entre el lunes y el martes pasados y luego, durante miércoles, jueves, viernes y sábado llegaran, como en cascada, 23, 12, 29 y 12, respectivamente.
El objetivo supremo de la provincia hoy es cortar, cuanto antes, la transmisión de la enfermedad en toda la jurisdicción, una intención que camina con apego a los protocolos surgidos de la experiencia nacional e internacional, los cuales incluyen como divisa imprescindible la participación disciplinada y autorresponsable de la población.
Sobre ello ha meditado mucho por estos días la sicóloga Leydiana López Torres, una trabajadora de Tiendas Caribe que resultó positiva al SARS-COV-2 y que en su estancia hospitalaria aprendió a domar la Kaletra, la Cloroquina y el Heberferón, un trío que por su testimonio pudiera ser tan malo como los villanos de las telenovelas o como el mismo virus que ayuda a combatir.
«La lección principal es que debemos protegernos, que debemos apoyar, prevenir y ser conscientes de las medidas que nos corresponde tomar para no estar en esta situación», cuenta la joven de 29 años que, sicóloga al fin, también recomienda no discriminar a nadie porque sea portador e incluso porque llegue a contagiar al prójimo.
«Nuestra mayor experiencia –dice ella– es que el apoyo de familiares y amigos resulta muy importante en estos momentos, que necesitamos estar bien emocionalmente para que nuestro sistema inmunológico responda ante este terrible virus, que se ha expandido por todo el mundo y que ha causado tanto daño».
Como es posible que aún existan personas que vengan a vacacionar en zonas espirituanas, mientras se sigan violando las medidas de restriccion, no terminaremos con esta situación y tendrá el país que segur poniendo recursos que tan difícil se hace. Yo y mucjas perdonas nos preguntamos ¿Será que existe pasividad, socialismo o qué, en las fronteras.?