La Serie Nacional de Béisbol va. Esa es la noticia que logró quebrantar el tedio deportivo que impuso la COVID-19 a la gran fanaticada del país desde marzo pasado, cuando se decidió la cancelación o posposición de los más importantes eventos internacionales y nacionales.
Pero, con toda justicia, la campaña sobrevivió y es, sin duda, un aliciente en quienes necesitan oxigenar la mente luego de más de tres meses de susto, estrés y confinamiento.
Además de efectuarse, la contienda llegará con cambios sustanciales como regalo a su cumpleaños 60. Soy de los que piensan que no es con estructuras que transformaremos nuestra pelota en su esencia. Lo que me parece sustancial en la propuesta es que en Cuba se podrá jugar más béisbol durante el año y eso ya es bastante, después de tanto tiempo en que se le mutilaba esa opción a casi la mitad de sus peloteros; aunque, sumados los partidos totales, se juegan menos de los 90 que hasta ahora se realizaban, sin contar la postemporada.
Si bien no encontró posturas unánimes, algo impensado en esta isla donde cada quien se considera mánager —o cuando menos experto—, en las consultas populares realizadas a lo largo de la nación la propuesta de 75 partidos para la primera fase generó consenso. De golpe se suman 30 y eso les ofrece más opciones a los jugadores, mucho más porque no se realizará la serie Sub-23, categoría que le aporta casi la mitad de los atletas a la campaña grande, que en verdad no debería ser para desarrollar, pero en las condiciones de nuestra pelota ha sido en los últimos tiempos una puerta de entrada para mantener la escalera beisbolera, mucho más después del éxodo hacia el exterior de varias de sus figuras.
Lo de jugar más debe ser mejor acogido por la afición que sigue el evento, desde los estadios o las transmisiones radiales o televisivas que llegan hasta los móviles.
Lo otro plausible es la
reducción de los refuerzos para la postemporada —que rescata, para bien, los
cuartos de final entre los ocho primeros planteles con opción— a solo cuatro
refuerzos para la semifinal y final, lo que, desde mi punto de vista, garantiza
elencos más puros y auténticos de cada provincia; el campeón estaría menos
contaminado y sería más realista.
De paso, se elimina la retahíla de “importados”, muchos de los cuales eran
elegidos para rellenar peticiones prestablecidas o generaba indisposición de
peloteros que a veces ni se sumaban a sus nuevos equipos bajo cualquier excusa,
en detrimento del propio deporte. Porque lo raigal nace de los
genes beisboleros de este país, no ha existido estructura ni decreto que impida
a los cubanos seguir, primero, a sus peloteros, cuando luchan por la patria
chica.
Otra de las buenas nuevas es que se jugará los fines de semana (con descanso lunes y viernes), más ideales para el disfrute de la afición. También resulta beneficioso el hecho de que, al ser cinco partidos contra cada conjunto, todas las selecciones pasarán por todos los terrenos, o como home club o como visitador en subseries de dos o de tres juegos.
Un cambio alentador, aunque haya sido condicionado por la exclusión de Cuba de la Serie del Caribe, es que la contienda se debe jugar sin pausas en su calendario, tal como ha ocurrido en campañas precedentes cuando la hemos detenido por cualquier cosa, no siempre con la debida justificación.
Otros tintes se anuncian para el espectáculo desde el terreno. Me refiero a lo de incorporar los nombres de las mascotas a los trajes de los peloteros en su condición de home club. En el caso de Sancti Spíritus, ese camino está ganado, pues hace años, muchos años, se conocen mundialmente como los Gallos.
Sigamos en el espectáculo, cuyo plato fuerte es el juego en sí mismo, con la calidad y entrega de los protagonistas directos. Mas de aquí al 12 de septiembre, cuando inicie la Serie Nacional, hay tiempo suficiente para sopesar iniciativas de la mano de la creatividad para avivar los estadios y su entorno y reafirmar a esta como el mayor suceso sociocultural del país. Solo que esta vez, una aficionada non grata, “bojea” la serie y obligará a extremar las reglas del juego, signadas como nunca antes por las exigencias sanitarias que deja la COVID-19.
Y, aunque el distanciamiento físico se pudiera lograr de antemano, porque sobre todo en la fase regular muchas gradas están semivacías, hay que abrir los ojos y la autorresponsabilidad.
No sé bien cómo sostener una polémica de gradas o cómo gritar un jonrón nasobuco de por medio, o si los actores lo llevarán para batear, correr o lanzar. Lo cierto es que algunas noticias llegadas desde fuera, como el cierre de varios campos de entrenamiento de las Grandes Ligas por el incremento de contagios en Estados Unidos y en los clubes con cerca de una docena o los más de 40 casos aparecidos en los equipos brasileños de fútbol de primera división, obligan a jugar una campaña diferente.
Hasta ahora, hay Serie Nacional y eso parece suficiente en medio de un mundo que aún cuenta contagios y muertos por montones. Para que no haya vuelta atrás en este partido vs. el coronavirus todos debemos jugar en el roster de regulares.
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