Sin la radio no puedo vivir

Michel Meléndrez, radioaficionado espirituano que ha laborado durante todas las temporadas ciclónicas de las últimas décadas, cuenta sus peripecias a Escambray

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Con el uso de equipos que él mismo ha aprendido a recomponer, Michel garantiza las comunicaciones desde Tunas de Zaza cada vez que hay ciclón. (Foto: Delia Proenza/ Escambray)
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Con el uso de equipos que él mismo ha aprendido a recomponer, Michel garantiza las comunicaciones desde Tunas de Zaza cada vez que hay ciclón. (Foto: Delia Proenza/ Escambray)

Cuando entre los días 21 y 24 de agosto pasados las cuerdas se tensaron en Sancti Spíritus en función de la tormenta tropical Laura, él estaba metido a fondo en las cuestiones inherentes a su mayor pasión, esa que lo consume desde hace casi cuatro décadas y sin la cual se siente como si el aire le faltara.

A Tunas de Zaza, lugar que tiene asignado “de plantilla” cada vez que un evento climatológico de envergadura obliga al uso de sus equipos, se fue esta vez, con la atipicidad de que no hubo la habitual caravana de evacuación en la que suele desplegar su labor. En aquella comunidad, debido a la fuerza de los vientos, se había partido la torre de telefonía móvil de Etecsa.

Fue entonces cuando propició el diálogo entre el Consejo de Defensa Municipal y las estructuras del sistema de alerta temprana para situaciones de desastres en la provincia (FORSAT), en función de solicitar recursos para cubrir las necesidades de los lugareños. También hizo un radioenlace con la torre de Trinidad, desde donde no había comunicación con Sancti Spíritus.

Se llama Michel Meléndrez Madrigal y ha vivido 53 años. Es de verbo fluido y tiene un corazón benévolo que aflora, más que en los relatos del pasado, en sus acciones cotidianas de siempre. Se formó como técnico de nivel medio de Transporte en La Habana, pues era eso lo que lo atraía; su abuelo materno quiso inclinarlo hacia el Derecho e inicialmente matriculó en un centro para formarse como juez, en la capital del país.

En su casa en la calle Ramón López Peña, de la cabecera provincial, convertida en taller, es difícil conversar sin ruidos de fondo. Pueden provenir de los trenes, puesto que la línea férrea queda a solo metros; de los perros o de los vecinos, pero se trata, mayormente, de voces salidas de la radio, que tiene prendida todo el tiempo en las ondas por las que la Federación de Radioaficionados de Cuba puede localizarlo.

Recuerda claramente sus inicios en ese mundo en 1983, cuando apenas tenía 16 años. Fue gracias a un vecino que, como todos en aquel entonces, hacía las transmisiones por amplitud modulada y lograba colarse en las ondas radiales de cada casa del barrio. Sintió curiosidad y quiso saber.

También le agradece al doctor Alexis Pérez González, quien vive en Báez, Villa Clara, y mientras cumplió su Servicio Social en la ciudad del Yayabo le compuso los primeros equipos que tuvo. Tiene aparatos viejos que hace funcionar a base de inventiva, y una computadora armada por partes, por medio de la cual puede, dice, hasta entablar contacto con sus iguales de otras latitudes que hablan un idioma diferente.

Guarda muchas historias. Cuando el huracán Michelle, que privó a Sancti Spíritus de fluido eléctrico durante tres o más días, él transmitía los partes del doctor Rubiera por sus equipos, para que quienes lo sintonizaran pudieran conocer el curso de los acontecimientos en voz del propio meteorólogo.

Desde junio del año 2000 atiende las comunicaciones de la Cruz Roja en la provincia, de manera voluntaria. Desde junio del año 2000 atiende las comunicaciones de la Cruz Roja en la provincia, de manera voluntaria. Por esa vía lo han capacitado para primeros auxilios y ello le ha permitido intervenir en la salvación de varias personas, incluidos su propio abuelo y un niño que quedó parcialmente atrapado bajo un camión de carga.

Estaba a la escucha cuando Tony Mesa, un radioaficionado de Perea, sufrió un accidente y emitió la señal de auxilio; fue él quien activó al personal de Yaguajay por medio del repetidor. “Menos nadar, todo lo que haga falta; parece contradictorio porque soy socorrista, pero es así”, sostiene, entre sonriente y avergonzado.

Entonces cuenta el episodio en que, allá por los años 93-94, se partió el puente del río Agabama por la carretera de Trinidad y la avalancha de agua se presentaba ante él como un brazo de mar. Por cautela, se negó a montar en la pequeña lancha junto a integrantes del Cuerpo de Bomberos y para llegar al lugar donde se les necesitaba fue preciso, cuenta, el traslado a través de una carretera que colinda con provincias vecinas.

Tal vez estaría aún en sus funciones como inspector estatal de Transporte, pero más de una década atrás decidió abandonar el trabajo para asumir la crianza de su hijo, ahora ya adolescente. Fue cuando comenzó a dedicarse, a tiempo parcial, a la soldadura.

Es también donante de sangre y como tal acumula ya 68 donaciones. Cierta vez, sin haber cumplido el tiempo establecido para volver a ceder su sangre, se vio impelido a hacerlo ante un accidente masivo. Ese día, brazo a brazo, salvó la vida de un lesionado que refería desconocer su grupo sanguíneo. “Como soy O+ dijeron que la mía servía, y ahí mismo la doné”, evoca.

“Todo esto es un hobby”, afirma Michel mientras señala a sus equipos. Tiene diplomas y otros reconocimientos, pero lo que más valora, dice, es la estima y el aprecio de sus compañeros radioaficionados, que lo llaman apenas se forma un ciclón para preguntar cómo es la cosa y qué hay que hacer.

“Siempre hacemos un levantamiento unos días antes del 30 de noviembre; vamos a Tunas de Zaza y realizamos una especie de prueba dinámica. Ahí, junto a los demás integrantes del Consejo de Defensa de Zona, le decimos adiós a la temporada ciclónica, que termina en esa fecha”.

No es de los que acaparan los saberes para él solo, pues ha ayudado a formar a nuevos radioaficionados. Jura que sin la radio no puede vivir, y que cuando se vea imposibilitado de moverse o utilizar los dedos, apretará el botón con el codo. Y uno le cree si le mira a los ojos mientras, de fondo, se escuchan voces intermitentes que él siempre reconoce, y que de tanto en tanto atiende.

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

2 comentarios

  1. Qué buen trabajo a este radioaficionado ejemplo de ser humano y exelente padre. Amigo y compañero, de esos que le hacen mucha falta a mi país. Agradecido estoy por el, que dentro de esas personas que muchas veces a tenido que acudir a estado mis familiares de tunas de Zaza. Felicitaciones a los «QUE SE INTERESARON POR LA LABOR DE LOS RADIOSAFIONADOS» muchas veces olvidados

    • Felicidades para el,que siempre a sido un ejemplo de padre ,de amigo.Hombre de bien que se puede molestar a cualquier hora del dia o la noche, nunca está apurado,siempre con sus refranes y dichos.Gran radioaficionado patriota y decidido a ser el bien.ayundando al desconocido sin intereses. En fin es mi amigo y le deseo que siga con ese ímpetu,que sea ejemplo de los demás ,guía de los que empiezan jovenes en ese mundo.Y porque no una felicitacion para ese periodista que en medio de ruidos perros y sonidos a la escucha del del radio CO6MN hizo excelente trabajo. CO8BC.

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