El coche recorre los 6 kilómetros de distancia entre Meneses y Jobo Rosado. Otros quizás se habrían justificado para no trasladarse: que si es muy lejos y no hay transporte, que si el camino está malo, que es mucha responsabilidad andar por esos arrabales con los muchachos. Pero, halados por la pasión de acoplar la rima en las redondillas, Aldo Díaz Souza y sus discípulos abordan de vez en cuando un carretón para reencontrarse con los demás. Los convida la porfía de escribir y cantar décimas.
“El que quiere hacer busca medios y el que no, busca justificaciones”, sentencia el asesor literario de la Casa de Cultura de Meneses Eloy Pérez.
El intercambio entre los talleres especializados de repentismo infantil que funcionan en Meneses y Jobo Rosado, ambos impartidos por Aldo, deviene oasis creativo, no para medir habilidades en son de competencia, sino como acicate para la provocación poética y, según el propio entrevistado, la improvisación sigue siendo la más difícil de sus clases; pero sin duda la terquedad de empinar los talleres le valen cien loas a quien afirma: “Deben aprender expresión corporal, porque un poeta es un actor-escena”.
EL HÁBITO HACE LA TRADICIÓN
Alrededor de 30 niños de la Enseñanza Primaria y cerca de una decena de estudiantes de Secundaria Básica, integran los dos espacios con cita en Meneses, y en el de Jobo Rosado suman más de 20 muchachos; aunque han tenido altas y bajas en su funcionamiento, estos encuentros con frecuencia semanal se crearon hace 13 años, según explica Díaz Souza.
Él describe la planificación de sus clases con pleno dominio, mas, también expresa la valía de los libros Método Pimienta y Teoría de la improvisación poética, del escritor y repentista Alexis Díaz-Pimienta; ejemplares que recibieron los asistentes al taller para profesores que sesionó en Sancti Spíritus hace aproximadamente tres años bajo el auspicio del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado; evento que sentó las bases para orientar e impulsar los talleres de repentismo en la provincia, como parte también de un movimiento que aspira a ganar terreno nacional.
“La décima es una composición poética compuesta por 10 versos octosílabos de rima consonante, con dos redondillas y un puente que enlaza la prima redondilla con la segunda”, les escribe Aldo a sus alumnos en la pizarra cuando ya han desmenuzado las partes: qué son las rimas asonante y consonante; cuál es la estructura de cada estrofa, y cómo se completa una décima; después se deleitan con las clases prácticas para aprender a cantar las décimas con diferentes tonadas. Los acompañan las cuerdas del músico Wilfredo Manso Cabrera.
Pero en Mayajigua también persiste la poesía. A ella se aferra Arlety Medina, instructora de arte en la especialidad de Música, quien afirma que fue la primera niña egresada de un taller nacional de repentismo, por lo que de siempre le vienen su pasión por aprender y enseñar, incluso, a su padre Benito, repentista y músico del laúd. Hoy la joven, que también toca la guitarra, imparte las esencias de la décima a una plantilla de entre 15 y 25 niños en el Taller José Mariscal Grandales de la Casa de Cultura de Mayajigua Deisa Pérez Aguiar.
En los talleres se aprende a escribir décimas, declamar, cantar, y los niños que no puedan incursionar en ninguna de esas formas, pueden apreciarlas y convertirse en un investigadores y defensores del género, destaca la instructora.
Sobre algunos de los avatares que han debido sortear esos espacios, Arlety subraya: “Un día —diciembre del 2017— dijeron que habían declarado el Punto cubano como Patrimonio cultural Inmaterial de la Humanidad y a la semana quitaron los talleres en la provincia”.
ARTE AL RESCATE
Aquel taller ofrecido en Sancti Spíritus por el Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado, institución que se fundó en el año 2000, pretendía reavivar y servir de guía a los cultivadores de esa forma literaria; sin embargo, a la luz de la actualidad, la salud de los talleres de repentismo en la provincia no le hacen reverencia a la declaración de la Unesco, pues de los ocho municipios espirituanos, solo sobreviven en Yaguajay y La Sierpe.
A pesar de que mensualmente fluyen las estadísticas hasta el Centro Provincial de Casas de Cultura (CPCC), la única vía confiable de rastrear en cuántos municipios se conservan aquellos espacios de creación fue la vía telefónica; aunque se supone que la información que se transmite con sistematicidad debería implicar actualización…
Por la geografía sureña, en La Sierpe, Wenseslao Orellana sigue aferrado a su filarmónica para seguir entrenando las voces de Yesica, Katerine, Hosamu y el resto de los muchachos, pero este taller carece de un instrumento de cuerdas que les marque el ritmo.
“La Sierpe tiene muchas plazas sin cubrir, puede aparecer un profesor de tres y contratarlo, pero los músicos que tiene potencialidades se van de allí o para la arrocera”, expone Hirán Chávez, director del CPCC.
En Cabaiguán, décima en mano, Carlos Humberto y Leandro siguen visitando la casa del asesor Abel Amador; para los muchachos las necesidades de su inspiración rebasan los horarios y la inestabilidad del taller creado en el 2005, del cual no quieren desprenderse.
“Lo primero que me dijeron fue que no podían pagarme los músicos y después que tenía que impartir el taller en la Casa de Cultura, pero cuando iba no siempre estaba abierta”, explica Amador acerca de los altibajos del 2019, año durante el cual afirma que no le han pagado.
Al decir de Maida Estrada, metodóloga sociocultural del CPCC, la Dirección de Cultura en Cabaiguán alega que las dificultades con el taller consisten en que el asesor necesitaba la contratación de muchos músicos y además prefería que la sesión fuera en su casa, lo cual no debe ser.
“El centro orienta a las 22 Casas de Cultura desde el punto de vista técnico-metodológico, pero el presupuesto es de las direcciones municipales de Cultura. La solicitud del presupuesto de la Casa de Cultura puede ser una y la disponibilidad final, otra.
En ese sentido, han tenido problemas los talleres de repentismo porque se pagaban por la Instrucción No. 1, Resolución No. 35, que es un presupuesto que ponen las direcciones municipales, pero depende de la Casa de Cultura que pida el dinero para pagar a los profesores”, explica Hirán Chávez Valdivia.
“El repentismo y la décima son plato fuerte en cualquier escenario, mas, los instructores de arte no explotaron esa arista en el festival provincial que se celebró en octubre pasado ¡Cuba qué linda es Cuba!”, señala Estrada. La metodóloga lamenta que el centro no cuente hoy con el asesor que debe atender a todos sus homólogos de los talleres municipales; como si de esta figura y de nadie más dependiera el seguimiento a esos espacios.
“La Casa de Cultura no puede dejar de tener un instructor de Música, Teatro, Danza, Artes Plásticas, y a veces la fuerza técnica falta y tienen que usar la Instrucción No. 1 para que le cubran esas plazas”, asevera el director de CPCC.
Contradictorio ese mecanismo de pago y de doble filo, si como refiere Milvia Silverio García, directora de la Casa de Cultura de Mayajigua, hace un tiempo peligró la asesoría de Arlety Medina “porque ella no está sujeta a la Instrucción No. 1 ya que es instructora de arte plantilla de la casa”.
Si el CPCC no puede incidir ni exigir el rescate de los talleres, al menos en lo concerniente al asunto de su financiamiento, y si, por otro lado, tampoco los instructores de arte preparan números afines para festivales, entonces, ¿hasta qué punto la orientación metodológica hacia las Casas de Cultura es proactiva y no pasiva? ¿Qué tipo de comunicación existe entre el CPCC y las direcciones de cultura? ¿Será que un muro separa las gestiones que deberían concatenarse en favor del mismo sistema de trabajo?
Según reza en su misión, las Casas de Cultura son instituciones encargadas de generar de manera permanente procesos de desarrollo cultural, destinado a la preservación, transmisión y fomento de las muestras artísticas y culturales propias de la comunidad. Valga apuntar que de recuperar el funcionamiento de los talleres de repentismo en la provincia también depende que las Casas de Cultura sigan cumpliendo no algunos, sino todos sus objetivos fundacionales en pos de las tradiciones y la identidad cultural, puntales que marcan destinos sensibles de la nación cubana.
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