Teresa Calero García llevaba muchos años esperando por este momento. Hasta hoy contuvo en su garganta las vivencias que solo en su pueblo conocen y, precisamente hoy, decidió gritarlas al mundo. Hasta hoy dominó las ganas de gritar a viva voz por qué amó a Fidel Castro Ruz y todo el agradecimiento que le debe. Bastó una sola interrogante para que esta mujer revelara su lealtad al líder histórico de la Revolución cubana, porque no es más que el reflejo de una madre que no tiene cómo pagar lo que ese hombre hizo por su hijo.
¿Qué la ata a Fidel? Escambray lanza la pregunta y respondió sin reparos. La respuesta vino acompañada de los mejores argumentos, esos que emergen de quienes vivieron los días tristes de la dictadura de Fulgencio Batista y que vieron la luz de la vida aquel primero de enero de 1959.
Recordó que antes del triunfo revolucionario vio a sus padres llorar por no tener cómo conseguir medicamentos para aliviar su asma —enfermedad que padece desde bien pequeña—; rememoró también que vio a su padre trabajar por 20 centavos y a su madre lavar ropas por un peso; a su mente llega además el sufrimiento de ellos por no tener cómo calmar su hambre y la de sus hermanos, cosas que fueron calando en ella los más profundos sentimientos revolucionarios.
Pero, gracias a Fidel, pudo convertirse en pedagoga y con apenas 18 años se enfrentó a un aula allá en La Gloria, un apartado pueblito del norte espirituano. Poco a poco se curtió en este camino, hasta que Teresa logró titularse como maestra primaria y fue esta, su primera gratitud para Fidel.
Más tarde, vino la mayor de todas. Con el nacimiento de Jaime Romero Calero, su hijo menor, Teresa se consagró en cuerpo y alma a su infante, pues el chico con solo tres años debutó con diabetes mellitus tipo I.
“Yo desconocía la patología porque ni en mi familia ni en el pueblo había ningún niño con este padecimiento. Fue entonces cuando me dediqué solo a él. Vigilaba su tratamiento al pie de la letra, no lo dejaba dormir solo y lo seguía a todas las actividades en que participaba, tanto en la primaria como en la secundaria.
“Al término de esta enseñanza quería ubicarlo en la escuela de oficios del municipio de Yaguajay para tenerlo cerca, controlar su alimentación, sus medicamentos y él se rehusaba a esta idea. Ante esta situación Jaime, por su propia cuenta, decidió escribirle una carta a Fidel, en la cual contaba de su padecimiento y de los deseos de estudiar en el Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera Rodríguez de la provincia. Al Comandante le transmitió además su preocupación en torno a la protección de los medicamentos, así como de la alimentación que recibiría en el lugar”, cuenta Teresa.
La respuesta a dicha misiva llegó hasta el adolescente el 4 de abril del 2001. “Ese día llegó hasta la Escuela Secundaria Básica Santos Caraballé, de Iguará, una comisión integrada por funcionarios de los Comités Provincial y Municipal del Partido, así como del sector educacional. Venían en busca de Jaime. Querían conversar con él. Yo me volví como loca porque no tenía idea del asunto, hasta que hablaron y, lleno de susto, finalmente me contó lo que había hecho”, refiere.
Pasó el tiempo y el adolescente hizo las pruebas de ingreso para el IPVCE y las aprobó con resultados satisfactorios. En dicha instalación educativa permaneció hasta el 2004 y allí, gracias a la mano de Fidel, tuvo todos los cuidados que requería su diabetes.
“Mi hijo se hospedaba en la Enfermería de la escuela y tenía tres enfermeras que lo vigilaban día y noche, hasta dormían con él por miedo a las hipoglicemias que le daban”, dice esta madre de 68 años de edad.
Mas, Jaime no le podía fallar al Comandante. Una vez terminados sus estudios en el IPCVE ingresó a la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez en la carrera de Contabilidad y Finanzas. Luego, egresa de la casa de altos estudios y comienza a trabajar como comercial de correos en la provincia, hasta que después se convierte en auditor. En esta función, debido a la necesidad de reforzar el sistema de auditorías en Matanzas, se traslada hasta ese territorio donde permanece en la actualidad.
“Entre Fidel y mi papá no existe diferencia”, manifiesta Jaime, vía telefónica. Y aunque no le pueda ver el rostro sé que trasluce la misma gratitud que la de su madre Teresa cuando habla del Comandante.
“Tengo una deuda eterna con Fidel. Yo jamás en la vida, ni muriéndome, ni naciendo 20 veces, ni trabajando la vida entera para la Revolución, le pago a este hombre lo que hizo por mi hijo, porque gracias a él lo tengo sano y hecho un profesional. A Fidel lo llevo en el corazón, y a Fidel lo lloré tanto como a mi padre cuando murió”, comenta emocionada Teresa Calero García.
Y es esta conmoción que le ahoga las palabras, se detiene un momento en la conversación, intenta retomarla pero no puede. La han vencido los sentimientos hacia un hombre que le devolvió la tranquilidad cuando parecía perderla.
Teresa, para su conocimiento nuestra constitucion establece:
Familia
– El Estado debe tener instituciones y servicios que faciliten a las familias trabajadoras el desempeño de sus responsabilidades.
– El Estado reconoce y protege a las familias, agregándose «cualquiera sea su forma de organización».
– Los niños y adolescentes son considerados plenos sujetos de derechos.
Educación
– Se especifica que la educación, con calidad y gratuidad, es un derecho desde la primera infancia hasta los estudios de posgrados.
Salud
– La Salud Pública se ratifica como responsabilidad del Estado y se incorpora la mención de que sus servicios son de calidad.