El 23 de septiembre de 1958, Sancti Spíritus, que no se había recuperado de la serie de asesinatos cometidos por los esbirros del tirano Fulgencio Batista en ese noveno mes del último año de la dictadura, despertó con la noticia de que habían aparecido tres jóvenes muertos por la zona del Camino de Santa Cruz, al oeste de la ciudad, donde la noche antes se había escuchado un nutrido tiroteo.
La mala nueva no tardó en llegar a los atribulados padres de Ángel Bernardo Montejo Lorenzo, Ismael Saure Conde y Gilberto Zequeira Díaz, residentes los primeros en la villa del Yayabo, y el último en el municipio de Cabaiguán, quienes fueron al cementerio y encontraron allí los cuerpos.
Montejito y Saure eran miembros del Movimiento 26 de Julio, lo cual se tenían tan callado que ni sus padres lo sabían, mientras que Zequeira, el mayor de ellos, y la persona que les serviría como práctico en su plan de alzamiento, pertenecía al Partido Socialista Popular, pero colaboraba con otras fuerzas contra la dictadura.
Según Isabel Montejo Lorenzo, la hermana de Ángel, el padre, un veterano luchador antimachadista, temía que Angelito se involucrara en acciones que le podían costar la vida. Por eso trató de sacarlo del país y hasta contra su voluntad inició los trámites para hacerle un pasaporte; por eso el muchacho apuró el intento de alzamiento antes de que lo mandaran para Estados Unidos, donde tenía un tío que era miembro del 26 de Julio.
“Yo tenía entonces nueve años. Angelito salió de la casa el 22 de septiembre por la mañana. Él tenía un amigo que se llamaba Ferriol Gómez, que se iba a alzar, pero le pidió que no se lo dijera a los viejos hasta que estuviera ya en las lomas. Él nunca faltó de la casa a la hora de almuerzo y comida, pero ese día sí. Entonces ya por la tarde, Ferriol les dijo a mis padres que Angelito se había alzado. Ni él ni nosotros sospechábamos que a aquella hora ya estaba detenido y que lo estaban torturando en el cuartel de Sancti Spíritus”.
ARMANDO EL ROMPECABEZAS
Poco a poco, después de la conmoción que les provocó el crimen, Indalecio Montejo y los padres de Saure Conde fueron atando cabos para esclarecer cómo en realidad ocurrieron los hechos, porque del cuartel difundieron la versión de un encuentro a tiros con gente armada en la zona del Camino de Santa Cruz, donde aparecieron los tres cadáveres. Era una farsa.
Se estableció que ellos, Angelito e Ismael Saure Conde, salieron de sus casas el 22 por la mañana y cuando llegaron a Cabaiguán fueron a una tienda llamada La Mercantil. Allí debían hacer contacto con Gilberto Zequeira Díaz, del PSP, que era el contacto encargado de conducirlos al Escambray.
En opinión de Isabel, se actuó con ingenuidad porque al chofer de la máquina que debía trasladarlos de Cabaiguán a Santa Lucía, Faustino Lima, le dijeron delante de la gente: ‘Mira, hace falta que lleves a estos muchachos a Santa Lucía’. Como luego demostraron los hechos, aquello fue como entregarlos a los esbirros.
En Cabaiguán presenció el momento de la delación Basilio Pérez Felipe en la piquera del Bar Mercantil, mientras en Santa Lucía estuvieron presentes Roberto Expósito, cadenero en la carretera Cabaiguán-Fomento; Abilio Venegas, dueño de un quiosco próximo a la Cadena; José Lorenzo García, quien vio la captura y Ernesto Morgado, un soldado de los llamados “bocaditos”.
Ya capturados, retuvieron a los tres jóvenes en la Cadena hasta que llegaron soldados de refuerzo en varios vehículos que, a golpe limpio, los llevaron al cuartel de Sancti Spíritus, donde fueron bárbaramente torturados.
DETALLES ESTREMECEDORES
El 23 de septiembre por la mañana, y ante los siniestros rumores que le llegaban, la madre de Montejito se fue vía Macaguabo a la Cadena de Santa Lucía en una camioneta de atención a plantas eléctricas de la Compañía Fuerza y Luz, donde trabajaba su esposo, conducida por Agustín Martín, ya que por allí supuestamente se habían alzado los muchachos. Ella trató de averiguar si los habían visto o sabían algo, pero nadie les dio razón de nada.
Isabel recuerda: “Mi hermano Indalecio Montejo estaba sentado esa mañana aquí cerca en los portales de la Clínica Los Ángeles, cuando escuchó decir que habían asesinado a tres muchachos y que habían tirado sus cuerpos en el cementerio. Él recordaba que como a las 10:00 a.m. más o menos vino a la casa paterna Guillermo López, compañero de trabajo del viejo Indalecio en Fuerza y Luz, a comunicarle que a Angelito, de solo 17 años, lo habían matado y que su cuerpo estaba en el cementerio junto con los de otros dos jóvenes.
“Mi papá —evoca Isabel— salió inmediatamente para el cementerio y entonces mi mamá, cuando regresó por la calle Marcos García —hoy Avenida de los Mártires— y dobló por Martí, se percató de inmediato de que algo grave había pasado, porque frente a mi casa había un gentío y es que ya el cadáver de mi hermano estaba en la casa desde hacía como dos horas, pues lo trajeron más o menos a las 12 meridiano.
“Recuerdo el momento de la salida del entierro. Fue enorme la cantidad de gente que asistió. Cuando aquello, aunque la mayoría de los velatorios se hacían en las casas, existía la costumbre de que subieran por la calle Independencia, y cuando el entierro iba por el parque de La Caridad –Parque Maceo— había apostados allí gran cantidad de soldados y policías con armas largas.
EPÍLOGO DE UNA HISTORIA MACABRA
Poco después de estos viles asesinatos, al capitán Ramón Mirabal lo trasladaron para la zona de Cienfuegos por gestiones de la sociedad civil. A raíz del triple crimen, tres concejales del Ayuntamiento local vinieron a cumplir con el padre atribulado. Uno le dijo: “Indalecio, hasta hoy fui concejal, hasta hoy estuve en el partido de Batista –el Partido Acción Unitaria (PAU)— ”. Eloy Jiménez, quien había sido alcalde de Sancti Spíritus, se expresó en parecidos términos.
La repugnancia hacia el chacal Mirabal Soa era tan grande que su nombre devino, más que sinónimo de terror, una mala palabra. Él ignoraba que apenas le quedaban 15 semanas para responder ante la justicia.
Yo estudié en la escuela Gilberto Zequeira en El Guineo, allí aprendí mis primeras letras, mis primeros números, primero con Manuel y después con el maestro Jesús, el largo y querido MAESTRO JESÚS, vino con otro maestro que se llamaba LUIS, allá por el año 72 o 73, en la escuela que siempre ha sido la fuente desde donde nació mi desasosiego de por no acostarme sin aprender algo ese día, ese es mi homenaje al Gilberto Zequiera.
Yo estudié con una sobrina de Ismael Saure, Yisel, vivo en el barrio donde la calle Gilberto Zequeira se encuentra, paso, cruzo y desde chico anduve y ando cerca del pequeño mausoleo a estos mártires en el Camino de Santa Cruz, y puedo decir que está medianamemte atendido por no decir desatendido y no lo merece, y la historia de estos tres mártires es muy poco conocida, hay que ir al conocimiento específico porque incluso siendo locales se habla muy poco de ellos y marcaron una época muy cruel donde los acontecimientos políticos marcaba la vida de los espirituanos: Símbolos de la lucha revolucionaria y de la posición progresista de la juventud de la época desde la clandestinidad estos tres jóvenes en cuerpos de gigantes fueron masacrados y sus cuerpos tirados en el lugar ofrendando como otros su existencia a la lucha contra la dictadura.
Pensemos como cubanos, como espirituanos, pensemos en mejorar el lugar, mantenerlo y dar a coocer su obra, que como estos tres de ayer la juventud de hoy se levante en la lucha para como dijera nuestro comandante Fidel ….. cambiar lo que tenga que ser cambiado …..