En Jarahueca sopla el viento del sur y parece como si formara guerra con el otro viento; los remolinos de polvo son grandísimos, y sus calles se hacen más anchas de lo que son; Jarahueca parece un pueblo del desierto… Con esta descripción del escritor Luis Cabrera Delgado impregnada en mi mente entré a este poblado de la geografía yaguajayense como quien busca un tesoro.
Caminé durante un rato, hasta que tropecé con el auténtico panal de ternura que pernocta en este sitio. Identificado con el nombre de Taller Teatral Infantil La Colmenita de Jarahueca, este grupo de niños que juegan al teatro se roba desde hace más de 20 años el corazón de su comunidad y de todo el que los ve actuar sobre el escenario.
CRECIÓ EL ARTE
Sin esperárselo, Jarahueca vio nacer el proyecto. Todo comenzó aquel 20 de septiembre de 1997, cuando el terruño celebraba la I Bienal Identidad en homenaje a la inolvidable compositora, escritora, artista de la plástica e instructora de arte, ya desaparecida, Ada Elba Pérez.
“En la gala inaugural de la bienal, niños, adolescentes y jóvenes, junto con promotores culturales de Jarahueca, mostraron al público las diferentes obras poéticas de Ada Elba. Cuando terminó aquel encuentro, Carlos Alberto Cremata —que se encontraba entre los espectadores— preguntó quiénes eran esos niños y quién los había preparado. Alguien le dijo que había muchas personas implicadas, y entre ellas estaba Martha Julia.
“Llega entonces hasta la biblioteca de la comunidad y me pregunta quién era. Al responderle, me dijo: ‘Tú tienes el brillo necesario para trabajar con niños; vamos a hacer un taller mañana mismo’”, cuenta con orgullo Martha Julia Hernández Camellón, directora del Taller Teatral de Jarahueca.
En apenas cuatro días de la bienal montaron la obra La cucarachita Martina, clásico de la literatura infantil que exhibieron en la clausura del certamen. “Éramos niños que nunca habíamos actuado, que no dominábamos las técnicas del teatro y nunca nos habíamos parado en un escenario. No obstante, nos aprendimos los textos con rapidez y la obra salió sin problemas.
“Sin embargo, la idea no murió allí. Al tiempo, Martha Julia decidió emprender el taller, y a memoria, sin guion…, recordamos texto por texto, personaje por personaje, y así creció el proyecto”, evoca Annelys Prol del Río, fundadora del Taller La Colmenita.
JUGAR AL TEATRO
Lorena de la Caridad Arze Peña trasluce alegría cuando habla de La Colmenita de Jarahueca. Tiene ocho años y con un lenguaje coherente y espontáneo asombra a los interlocutores. Es desenfadada y se lo debe a este taller. Tampoco esquiva los deberes escolares, pues sabe que la escuela es la esencia de este enjambre de abejas.
“Nuestra filosofía es trabajar con la obra martiana. A través de ella abordamos los valores humanos y formamos la solidaridad, la responsabilidad, el respeto…, en medio del teatro, la música, la danza, las artes plásticas, la literatura u otras manifestaciones”, agrega Hernández Camellón.
El taller —el primero creado fuera de la capital— acoge hasta la fecha a cerca de 40 infantes de la comunidad de Jarahueca; pequeños que se forman en la Escuela Primaria Mariana Grajales Cuello.
“Participan diferentes niños, dentro de ellos algunos que tienen dificultad en el aprendizaje y en el comportamiento. También hay alumnos que tienen problemas con la expresión oral y gracias a La Colmenita la han desarrollado. Además, mejoran la memoria, la independencia cognoscitiva y las relaciones humanas”, destaca Maida Cuba Bauza, directora de la instalación educativa.
Sin embargo, aunque un virus microscópico intenta robarle el ingenio, este panal no deja de concebir obras para cuando el entorno sanitario de la provincia cambie. “Estamos trabajando con la obra poética de Ada Elba Pérez; en una adaptación de Caballito enano, de Dora Alonso, y estoy escribiendo un texto sobre el coronavirus, una enfermedad que, sin dudas, quedará en nuestra memoria histórica”, asevera la abeja reina de La Colmenita de Jarahueca.
Para ello, cuentan con el apoyo de las familias de la comunidad. Bien lo sabe Marisol Díaz Darias, abuela de la abejita Angely Santos Díaz, quien colabora en la confección de los trajes porque, según confiesa, “todos los niños son uno solo”. Y así es. En Jarahueca, lo mismo aportan escritores como Luis Cabrera Delgado, María Delia Cepeda o Betina Borroto que la gente del pueblo.
UN PANAL DE ÉXITOS
“En La Colmenita he aprendido a no tener pena en el escenario, a bailar, a ser mejor actor y a querer más a mis compañeros”, manifiesta el pionero Samuel Alejandro Santos Torres. Y es que esta idea aviva los buenos corazones, esos que rompen puertas y entran a cualquier lugar.
“Este proyecto formó el valor de la unidad”, señala Mariesly Aquino Lazo, fundadora; una verdad que corrobora Prol del Río: “Se crea un sentimiento de camaradería entre los niños muy hermoso”.
“La Colmenita está en todas partes, y eso se aprecia en los niños cuando realizan los talleres de literatura, cuando aprenden a escribir poesías, a narrar cuentos, porque, sin dudas, aporta mucho a la cultura del territorio”, detalla Betina Borroto Rodríguez, directora de la Casa de Cultura de Jarahueca.
Han transcurrido más de dos décadas y el taller ha crecido. Camina con pasos propios y empuja la creatividad de la mano de su pueblo, ese pedazo de tierra de Yaguajay desde el cual hacen maravillas.
De un lado, Martha Julia, su corazón; del otro, Jarahueca, el sitio que los oxigena y siempre está para ellos. “Amo este proyecto como a mi Jarahueca querida. Nunca me he ido de aquí, alguien se tiene que quedar, y lo hago con mucho gusto, porque como crea-dora, desde aquí también salgo al mundo”, concluye la directora del Taller.
Y al escuchar estas palabras me despido de Jarahueca, de sus calles anchas y polvorientas, y de su Colmenita; ese proyecto cultural que hace nobles los corazones y que albergará nuevas historias para próximas visitas.
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