Más que en un hogar decente, Cenovia González ahora siente que vive en una fortaleza: paredes de mampostería, techo a prueba de vendavales, baño azulejado y con inodoro brillante y una cocina donde, según ella, hasta el café se cuela diferente.
“Muchacho, si con las lluvias de esta última tormenta no tuve ni que levantarme de la cama”, relata la anciana, nacida en Los Limpios, pero aplatanada desde hace 30 años en La Yamagua, una comunidad campesina sembrada a 2 kilómetros de la cabecera municipal, como quien dice en el traspatio de Taguasco.
“Entre para que vea la meseta”, se adelanta la lugareña con nombre de novela, uno de los 12 casos beneficiados con subsidios para la construcción de las llamadas células básicas en el Consejo Popular de Taguasco, jurisdicción donde Giraldo García Sánchez, su presidente fundador, pudiera defender con nota sobresaliente un doctorado sobre la gestión del Gobierno en la comunidad.
Es cierto, los 25 metros cuadrados establecidos para esta suerte de viviendas en miniatura no constituyen el espacio ideal para el sostenimiento de una familia; tampoco los 85 000 pesos hasta ahora otorgados —obviamente la cifra debe cambiar con la Tarea Ordenamiento— alcanzan para hacer todo lo que el necesitado quisiera, a juzgar por los precios que corren y los que correrán.
Taguasco es de los municipios que cumplirán su programa de construcción de inmuebles en el segundo año de aprobada la política para la vivienda en el país, un empeño nacional al que se suman la voluntad estatal y el llamado “esfuerzo propio”, término que bien traducido significa echarse la construcción de una casa sobre el lomo.
Si en medio de todos los imponderables de este año bisiesto el municipio está a punto de concluir las 144 casas planificadas, en buena medida habrá que agradecérselo al aporte de la industria local de materiales, que ha puesto algo más que un grano de arena, en particular para dar respuesta a los 55 subsidios aprobados en el territorio.
Un ejemplo de todo cuanto puede inyectarse desde los municipios al programa de la vivienda se encuentra a escasos metros del trazado de la Autopista Nacional, donde Yosdanis Donis Cañizares, ingeniero informático convertido constructor, viene fomentando una colmena con muy buenos dividendos para Taguasco.
“Aquí molemos lo mismo rocoso de la cantera que piedras del potrero”, dice mientras enseña una minindustria que produce bloques, mosaicos, losas de techo y viguetas, y que presume de protegerse con cámaras de seguridad las 24 horas y de innovar con un sistema de riego por aspersión para refrescar los bloques recién salidos del molde.
Con todo lo que se hace allí también salieron ganando Lidia Quiñones y Eddy Pereira, dos ancianos que hace solo unos días abandonaron el comején “que no nos dejaba dormir” y ahora se sienten como reyes en su palacio de 25 metros cuadrados, al que más temprano que tarde —refieren ellos— ayudarán a crecer.
Nos quedamos sin ver fotos del baño azulejado y con inodoro brillante y una cocina donde, según ella, hasta el café se cuela diferente.