“Esos hombres que hoy subidos a una piedra como tribuna y como local sindical el monte libre (…) gritaron a todo pulmón sus sufrimientos y necesidades (…) el guajiro con su machete a la cintura y el Rebelde con su fusil al hombro se abrazaron”.*
Las palabras de Camilo Cienfuegos, jefe del Frente Norte de Las Villas, llevan la premura de la guerra. Junto al tabaco que se consume, el M-2, con el cargador atestado, recuerda que falta mucho combate por dar todavía. Ese 19 de noviembre de 1958, el Señor de la Vanguardia le rendía informe al Comandante en Jefe Fidel Castro, luego de la plenaria celebrada en Alicante, con la asistencia de los obreros de los centrales San Agustín y Adela.
“Los que conocimos a Camilo, y tuvimos la suerte de luchar a su lado —testimonió años después Ramón Simanca Medina, dirigente campesino del Partido Socialista Popular (PSP) en la zona norte de la antigua provincia de Las Villas—, sabemos que no solo se destacaban en él sus excepcionales condiciones de jefe guerrillero; sino que su personalidad integra importantes facetas de líder político, organizador e impulsor del movimiento obrero”.
Sucedía que el jefe invasor había interiorizado que aquella contienda se echaba también sembrando ideas; criterio refrendado por los historiadores Gerónimo Besánguiz y Osiris Quintero: “Todo lo que hizo en el orden sociopolítico en el Frente Norte, relacionado con la organización del movimiento obrero y campesino y la aplicación correcta de las leyes revolucionarias emanadas de la Sierra Maestra —apoyándose siempre en la fuerza de las amplias masas populares organizadas con anterioridad a su llegada— nos da la medida de su amplia capacidad como dirigente político”.
UNIDAD, EL ESCUDO
—Comandante, aquí no se corta ni un cuje si usted no lo ordena. Aquí los grados no tienen efecto; aquí se cumplen única y exclusivamente las órdenes que usted dé.
Con la hidalguía del guerrero natural, así de concluyente le dijo Félix Torres, jefe del Destacamento Máximo Gómez, del PSP, a Camilo. Serían poco después de las dos de la madrugada del 8 de octubre de 1958. La Columna No. 2 Antonio Maceo acababa de arribar al campamento de Jobo Rosado, en Yaguajay, procedente de la Sierra Maestra. Habían llegado “enfermos, destruidos físicamente”, comunicaría el Señor de la Vanguardia a Fidel.
Al pisar suelo villareño, Camilo no encontró el camino empedrado para el logro de la unidad de las fuerzas que luchaban contra la dictadura batistiana, como sí lo enfrentó Ernesto Che Guevara a su llegada al Escambray, al frente de la Columna No. 8 Ciro Redondo.
Si bien los integrantes de la Columna No. 2 y los destacamentos Máximo Gómez, del PSP, y Marcelo Salado, del Movimiento 26 de Julio, se fusionaron automáticamente al arribo de la hueste invasora, la acción combativa del 15 de octubre ratificaría esa vocación unitaria, ha considerado Gerónimo Besánguiz.
Esa jornada, en un campamento en los montes de Alicante, el enemigo sorprendió a los guerrilleros; las tres fuerzas se defendieron como si fueran una sola. Al siguiente día —refiere William Gálvez en Camilo, Señor de la Vanguardia—, el comandante rebelde se reunió con los jefes de los dos destacamentos, a quienes explicó la necesidad de consolidar la unidad, constatada a partir de la integración de tropas mixtas.
Para afianzar la actitud unitaria, Camilo emitió una orden militar el 26 de octubre dirigida a las fuerzas revolucionarias de la zona norte, donde expresó: “Es un crimen contra la Revolución fomentar rencillas y divisiones, no surgidas hasta el momento en los campos de batallas”.
Lo alertaba el estratega militar y político, quien, además, “desarrolló una gran ofensiva por la unificación de las fuerzas de los campesinos y obreros con el Ejército Rebelde en el monte, que era lo que ponía en jaque a la tiranía”, resaltaría Simanca Medina.
ALIANZA IMPRESCINDIBLE
Cuentan que por día aumentaba el número de obreros agrícolas que acudía a los campamentos de La Caridad, Juan Francisco y Jobo Rosado para que Camilo y su tropa metieran en cintura a los terratenientes y a todos sus desmanes.
—Esto hay que enderezarlo; vamos a crear la Comisión Obrera, dijo enfático Camilo, y se viró para el artemiseño Gerardo Nogueras Rodríguez, integrante del PSP, fogueado en las lides sindicales. Transcurría el 15 de noviembre.
El jefe invasor le indicó a Nogueras cómo realizar este proceso y en quiénes debía apoyarse para que la comisión, adscrita a la Comandancia, organizara el movimiento obrero en las zonas liberadas.
Las líneas de acciones estaban definidas: liquidar el mujalismo, elegir los representantes de los trabajadores mediante asambleas generales y determinar las demandas específicas de cada colonia, central o batey.
Pero Camilo no descuidaba su otro frente: la lucha armada. Al otro día, el 16, empezó a estudiar la posibilidad de dar un golpe por Caibarién, Zulueta, Placetas o Remedios, y ordenó buscar informaciones sobre esos poblados y ciudades, señalaría posteriormente el entonces capitán William Gálvez, auditor de la tropa del Señor de la Vanguardia, que había liberado Venegas el 31 de octubre.
NI UNA PUERTA EN PIE
“El pueblo ve en los invasores figuras de leyenda hoy cuando hablé a los azucareros sentí una de las grandes emociones de estos dos años de lucha, esos hombres vivieron por horas verdaderamente libres (…) hablando con una sinceridad que hacía temblar a hombres que nunca por difíciles de situaciones o combates lo había hecho”**, escribió Camilo a Fidel en informe fechado el 19 de noviembre, después de la plenaria desarrollada en Alicante.
Debido a las quejas de los campesinos, ese propio día elaboró un decreto que disponía que antes de las 72 horas no quedara un solo camino con candado ni puerta en pie, orden ejecutada en la zona norte, donde los terraplenes y otras vías estaban cerrados, y por estos únicamente podían transitar los patronos, la Guardia Rural y el personal que laboraba en la compañía.
A la asamblea de Alicante, le continuaron las de Juan Francisco: una se realizó el 28 de noviembre con la asistencia de obreros agrícolas e industriales de los centrales de la zona, y la otra sesionó el 29 y sus participantes aprobaron crear la Asociación Campesina de Bamburanao. Más adelante, se efectuaron otras en sitios como Güeiba, en el batey del ingenio Adela y Jobo Rosado; en este último caso el 7 de diciembre y estuvo precedida por el bombardeo de la aviación enemiga.
En testimonio a William Gálvez, Simanca resaltó, en general, el respaldo de los trabajadores mediante dinero, ropa y comida al Ejército Rebelde, que acrecentaba su prestigio por su accionar a favor del cumplimiento de las demandas de los obreros y campesinos.
CONGRESO AZUCARERO EN ARMAS
Cuando Ursinio Rojas Santiesteban, miembro de la dirección nacional del PSP, conversó con Camilo para celebrar el Congreso Nacional de Trabajadores Azucareros, auspiciado por el Frente Obrero Nacional Unido, en la zona norte, este no vaciló. Inicialmente, se previó desarrollarlo en el Escambray; pero el Che tenía planeado atacar por esos días Fomento, uno de los puntos de contacto de los delegados.
Más de 700 azucareros, procedentes de Camagüey, Matanzas, La Habana, Pinar del Río y Las Villas asistieron al encuentro, realizado en General Carrillo el 20 y 21 de diciembre. Para esa fecha, las huestes revolucionarias habían liberado Iguará (el 15 del propio mes), Meneses (el día 17) y Mayajigua (el 20).
Pese a que el jefe invasor preparaba la toma de Zulueta por segunda vez, sintió la necesidad de participar en el congreso, donde intervino en varios momentos, incluida la clausura. Los azucareros no anduvieron por las ramas y le entraron con la manga al codo a temas cruciales: la organización de la huelga general revolucionaria y el apoyo a la lucha armada.
Casi bajo los últimos aplausos de la cita obrera, Camilo agarró con determinación el M-2, que había puesto a descansar al lado del taburete, y partió hacia Zulueta, que caería definitivamente al atardecer del 21 de diciembre (fue liberado por primera vez el 24 de noviembre). “Tengo rodeado el pueblo y voy a tomarlo”, había manifestado al Che en una nota días antes.
A la par de estos sucesos, o sea, el día 21, las tropas al mando de Félix Torres y del capitán William Gálvez estrecharon el cerco a Yaguajay. En la noche del 22 de diciembre, debajo un mamoncillo en el traspatio de la casa de la combatiente Marina García, Camilo, recién llegado de Zulueta, expuso la táctica a seguir para la toma de Yaguajay, a la postre, la batalla más larga de la campaña rebelde en Las Villas.
Poco después de las cinco de la tarde del 31 de diciembre, las banderas blancas asomarían por cada flanco del cuartel. Vencía la embestida de las armas; pero Camilo estaba convencido de que una guerra no se ganaba solo a metralla limpia.
* y ** Se respeta la ortografía original.
Está claro que las guerras no se ganan a metralla y eso lo sabía Camilo un estratega militar estratégico innato, no graduado en escuelas militares. También lo predijo Martí en sus luchas revolucionarias cuando dijo: «…De pensamiento es la guerra que se nos impone, hagámosla a pensamiento…» Está forma de actuar sigue manifestándose en la guerra de subversión que se lleva hoy contra Cuba.
Está guerra es una guerra sin armas. Despiadada, sucia, encaminada a destruir desde dentro, creando las condiciones finalmente para invadir y conquistar. Se apoya en todo lo posible, incluida la guerra en los medios sociales. Estás nuevas formas de comunicarse el ser humano, entre las mentiras que emite y la desinformación, así como las acciones de tergiversación ya tienen más a su favor, que lo que comenzaron a aportar en su momento en favor de la humanidad. Y lo más triste, todas estas cosas malas hoy no le aportan nada al progreso, al desarrollo y en especial al ciudadano común que paradogicamente mucho cree en estos medios..Los medios de difusión masiva siempre han tenido en la práctica la mayor influencia sobre las mentes de los seres humanos, por eso no podemos descuidarnos. Debemos crear un poderoso ejército de informáticos encargados de hacer lo mismo que hace el enemigo. Modelar lo que consume el ser humano. Y más que todo y más poderoso, que destruye cualquier información. Condolidar un sistema sistema social contra el cual no sea posible ninguna mentira de las redes sociales, de periodistas independientes u otra cosa parecida.