Aquel 17 de marzo la noticia les cayó como un mazazo. De golpe se detenían el ajetreo por los pasillos del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, los pases de visita frente a la cama de cada paciente, los seminarios en el aula, los rubores por el desconocimiento ante la pregunta de algún profesor y hasta las risas por el más trivial de los pretextos.
Seis días antes la detección de los primeros casos positivos a la COVID-19 en Trinidad sería un parteaguas en la vida de todos. Al menos para los estudiantes de Medicina, como para los de otras especialidades, comenzaría, tal vez, otra carrera: la de las pesquisas diarias casa a casa, la de las conferencias para aprender de bioseguridad ante el nuevo coronavirus, la de los trabajos online, la del estudio a solas en el hogar, la de adentrarse en la teoría sin poder ponerla en práctica, la de Internet para acortar distancias y compartir conocimientos.
De ahí que, ante el obstáculo que imponía la COVID-19, estudiantes y profesores de la Universidad de Ciencias Médicas (UCM) optaron por un nuevo método docente para intentar que el curso continuara, aparentemente, como si nada. Y semejando que estaban sentados otra vez frente a frente en el aula, los contenidos comenzaron a impartirse vía WhatsApp.
EN LAS REDES DE LA TECNOLOGÍA
Nada sustituye la mano que se hunde en el abdomen del paciente, el interrogatorio exhaustivo, el rayos X levantado en medio de la sala para descifrar al trasluz este u otro padecimiento, los consejos del profe Guardiola que llegan como antídoto para cualquier yerro. Lo ha aprendido al dedillo Daniel Hernández, estudiante de tercer año de Medicina, quien no se quedó de brazos cruzados y buscó alternativas para sortear las dificultades ante la pandemia.
“Los colectivos de las asignaturas de cada año y de las diferentes carreras elaboraron una información, donde estaban desde los contenidos hasta las formas de evaluación, que se pusieron en cada uno de los policlínicos —escribe Daniel por medio de ese servicio de mensajería online—. El tren comenzó a chocar cuando la información llegaba al Policlínico Sur y no a Paredes; a Yaguajay y no a Iguará; a Cabaiguán y no a la CPA 13 de Marzo. El transporte era nulo y fue entonces que la tecnología resultó muy útil ante esta situación.
“Ya hacía tiempo teníamos creados en las aulas grupos de WhatsApp y entonces los que nos encontrábamos en las cabeceras municipales comenzamos a poner ahí las informaciones, las orientaciones de los trabajos, incluso, era el eco del doctor Durán.
“Fue una noche de abril que, chateando con el profe Guardiola y comentándole lo difícil que era todo esto, lo que extrañábamos correr a las ocho menos cinco como locos de manicomio por los pasillos del hospital para su pase de lista, me dijo: ‘Si quieres, creen un grupo de WhatsApp, le ponen: Aclaración de dudas y el que tenga dudas me las manda y yo, en la medida de lo posible, las respondo”.
Sería apenas el catalizador para que más de una treintena de muchachos se conectaran a fin de intercambiar casos clínicos, libros, temas novedosos; del lado de allá del móvil, los gigas y gigas de conocimiento del experimentado profesor Ramón Enrique Guardiola Brizuela, como también lo hicieron otros docentes.
Sin un mega de desventaja ante lo que debe suponer sortear la tecnología con 71 años de edad, el doctor Guardiola socializó no solo los tantos saberes de sus más de cuatro décadas como médico, sino importantes temas para la vida.
“Varios profesores acudimos a esta vía —asegura el también especialista de segundo grado en Medicina Interna y profesor de mérito de la UCM espirituana—. Se montaron situaciones problémicas de acuerdo con el aparato que se está trabajando, por ejemplo, el digestivo o cardiovascular, para que el estudiante vaya analizando y luego profundizando en el libro las respuestas a sus razonamientos. Todo ello luego se reforzará en el orden práctico”.
Así, solo con un teléfono y conexión a Internet los alumnos volvieron a estar al lado de los profe como si se hallasen cursando sin contratiempos la asignatura de Medicina Interna, como si aquellos mensajes pudiesen semejarse a una sala del hospital.
Del otro lado del chat lo asegura Lianna María Achán Medina, quien vive en Yaguajay y cursa el tercer año de Medicina: “Al no poder recibir clases presenciales y no tener contacto directo con el paciente, el estudio ha exigido redoblar esfuerzos y apoyarnos en la tecnología como vía más rápida y eficiente para esclarecer las dubitaciones”.
APRENDER POR UNO MISMO
Mientras la COVID-19 nos mantuvo en vilo, y aún, más de 2 000 estudiantes de las Ciencias Médicas de la provincia han recorrido las calles en una cruzada también contra la pandemia. Si algo les ha impuesto el nuevo coronavirus es el distanciamiento con los pacientes y, tal vez, eso sea el examen más difícil afrontado hasta hoy. El intercambio de conocimientos mediante las redes ha sido una especie de tabla salvadora, pero ha tenido también ciertos naufragios.
“Lo más difícil ha sido crear desde la distancia ese puente que une a la teoría con la práctica, ya que al no poder ver directamente o examinar las distintas patologías se nos hace muy complejo adueñarnos del contenido en su totalidad”, suscribe Achán Medina.
Y tales criterios lo comparten también Gabriela Rondón y Noelquis Rodríguez, estudiantes de Medicina: “Las principales desventajas son que, aunque novedoso y ameno, no sustituye las clases presenciales y los pases de visita, así como se hace imposible el desarrollo de habilidades necesarias para nuestra correcta formación como estudiantes de Medicina. Además, no todos tienen acceso a Internet”.
Ha sido un reto para todos: desde los profesores más consagrados hasta los estudiantes más novatos. La COVID-19 mudó las escuelas para las casas y no cerrarle puertas al estudio ha dependido del esfuerzo de cada cual.
El casi medio siglo que lleva el doctor Guardiola ejerciendo la Medicina basta para apuntalar tal certeza: “La sala no se puede sustituir por el aula virtual, pero ha sido la forma de acercarnos a la futura vida profesional de los alumnos ante la emergencia que ha impuesto la COVID-19”.
Entonces esa telaraña de mensajes que resulta WhatsApp ha tratado de convertir un chat en un escenario docente. Y ha logrado serlo.
“Fue positivo —subraya Daniel—; primero, nos demostró que las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones nos pueden mantener juntos, aunque física y socialmente no lo podamos estar. Segundo, que para autogestionarte el conocimiento solo debes tener voluntad de ser cada día mejor como persona y profesional”.
Por lo pronto, una añoranza contagia a todos los que ahora mismo se conectan y al tiempo que escriben solo ansían que septiembre se acerque, aunque les ponga delante los exámenes pospuestos; estrenar los pantalones más ceñidos y las botas a la moda; andar de un lado a otro por los pasillos del hospital y colgar de los oídos el estetoscopio mientras detenidamente auscultan al paciente.
Buena entrevista es cierto el sacrificio de nuestros estudiantes como bien dice muchos sin el internet pero VALIÓ LA PENA los profe del lado de acá también aportamos pues eran muchos todos pedían una respuesta , consejos,orientaciones de como hacerlo mejor pero además suma el contacto de nuestro claustro docente con los municipios donde estaban nuestros estudiantes.
En mi caso particular un paquete no me duraba más de 12 o 15 dias .
Éxitos para nuestros muchachos en la vida profesional
Considero que ante casos como este sería oportuno y provechoso otorgar beneficios por parte de ETECSA para este fin, la conectividad e internet no es un lujo ni capricho, es una necesidad imperante, los costos distan mucho de las posibilidades de adquisición,