Cuando a finales de los años 70 del pasado siglo y primeros 80, los entonces jóvenes laboratorios cubanos lograron elaborar la primera a vacuna mundial efectiva y segura contra la epidemia de meningitis meningocócica tipo B, que afectaba principalmente a niños en este país y en otros del planeta, con una alta morbilidad y mortalidad, medios especializados y especialistas de varias naciones reaccionaron con estupor e incredulidad.
Ante aquella dolorosa enfermedad que arrebató las vidas de centenares de infantes en el archipiélago cubano, lo primero que Cuba hizo, a instancias de su líder histórico Fidel Castro, fue la construcción de salas de terapia intensiva dotadas del más moderno equipamiento en todos los hospitales pediátricos del país, iniciativa combinada con una atención y apoyo al grupo de científicos que trabajaba en el prospecto vacunal.
Tan exitoso resultó aquel empeño que con la VA-Mengoc-BC la epidemia fue asfixiada en un plazo razonablemente corto y esta isla caribeña puso su experiencia y su vacuna a disposición de otras naciones.
Empero, hubo países como Chile, donde el gobierno neoliberal de entonces, bajo la influencia de la letal afección, trató por todos los medios de evitar entrar en tratos con La Habana para adquirir el fármaco, pero tuvo que claudicar finalmente ante la enorme presión de la opinión pública, y adquirir la esperanzadora vacuna que, al final, resolvió la coyuntura con su eficacia cercana al 87 por ciento.
Ahora hay una pandemia que amenaza al género humano y ya ha causado cerca de 900 000 muertes en 185 países, la del nuevo coronavirus, sin que hasta este momento existan medicamentos totalmente efectivos ni una vacuna capaz de detenerlo, a pesar de las decenas que están en fase de prueba con humanos, entre ellas el prospecto cubano Soberana 01, la número 30 en el mundo y primera en América Latina y el Caribe.
Y el tema viene doblemente a colación porque también de nuevo se subestima conscientemente a Cuba, e informaciones de prensa y entrevistas a científicos de centros e instituciones en distintas partes del planeta hacen caso omiso a la isla mayor de Las Antillas, de su candidato vacunal contra la COVID-19, de sus medicamentos de última generación y de sus protocolos y brigadas que han salvado y salvan miles de vidas en decenas de naciones en todo el orbe.
Existe una competencia feroz entre entidades biofarmacéuticas de diferentes naciones por obtener primero que otras la salvadora vacuna, y ello por razones de prestigio, de influencia y, sobre todo, por el hecho de que su lógica capitalista neoliberal y, por tanto, individualista, los lleva a enfocar el tema en términos de ganancia.
Ya se conoce que hace algunos meses el Presidente estadounidense Donald Trump trató de controlar para su país un prospecto vacunal prometedor de una firma alemana, el que estaba dispuesto a financiar con tal de que fuera exclusivo para sus conciudadanos, en detrimento de todos los demás.
Otras prestigiosas empresas como AstraZeneca, en colaboración con la Universidad inglesa de Oxford, así como BioNTech, Pfizer, Johnson & Johnson, Sanofi, Moderna y CureVac, europeas y norteamericanas, apremian a sus científicos para ser primeros en esta carrera por la fama y el éxito económico.
Ahora acaba de ocurrir que una rara enfermedad aparecida en uno de los pacientes inmunizados con el prospecto de AstraZeneca, considerado por expertos de la Organización Mundial de la Salud como el más avanzado del mundo, ha detenido las pruebas y ensayos correspondientes a la fase III, hasta tanto se identifiquen las causas y si, de verdad, la promisoria vacuna es efectiva e inocua.
Lo cierto es que, frente a tanto poder económico y científico acumulado de marcas acreditadas hace mucho tiempo en el mundo, ¿qué podría representar Cuba?, quizá razonarían algunos, pero el caso es que todos esos monopolios —y otros— tienen un defecto común y es el individualismo, la parcelación científica, el exclusivismo y, como regla, la falta del apoyo concentrado de un Estado y un pueblo como fuente de incentivo y retroalimentación.
En este tópico resulta válido recordar que no es Cuba la única intencionalmente ignorada o subestimada, pues ya viene ocurriendo con el grupo ruso Gamaleya y su Vacuna Sputnik V, así como entidades chinas con distintos candidatos vacunales en diferentes etapas de experimentación.
Salta a la vista que un éxito indiscutible de Cuba, Rusia, China, o de cualquiera de esas naciones individualmente, dejaría muy mal parados a los gigantes occidentales productores de medicamentos y contribuiría a hacer brecha en el muro de desinformación y subestimación intencional, acerca del nivel científico alcanzado en esos países.
En reciente entrevista con la multinacional Telesur, el doctor Vicente Velez Bencomo, director del Centro de Antígenos Sintéticos de la Facultad de Química de la Universidad de La Habana y uno de los creadores de la eficaz vacuna cubana Haemóphilus influenzae tipo b (Hib), y ahora de la prometedora Soberana 01, explicó las ventajas de esta última, que tiene como base aquella providencial VA-Mengoc-BC, que llegó a tiempo para salvar incontables vidas.
Según el destacado hombre de ciencias, las pruebas de la Soberana 01 marchan muy bien y los que han sido vacunados con ella no han presentado ninguna reacción anómala. Ahora se trata de “medir” la cuantía de anticuerpos que es capaz de generar en los inoculados. Si todo marcha como se espera, adujo, Cuba podrá contar con su propia vacuna en el primer bimestre del 2021.
El Presidente cubano Miguel Díaz-Canel, por su parte, ha reiterado la importancia de observar las medidas de distanciamiento social, limitación de movilidad y demás acciones preventivas, como única vía de mantener la vitalidad del país en los meses que faltan hasta tanto haga su debut Soberana 1, cuyas “hermanas menores”, los prospectos 2 y 3, también avanzan con buen paso.
Tenemos la esperanza que Dios pueda permitir que médicos, científicos, personal de la salud que nuestro país tiene muy bien preparados y muy bien capacitados den una solución definitiva y rápida para que terminé este triste momento que no solo esta viviendo nuestro país sino el mundo entero.
Aun nos subestimas por ser un pais tercermundista, lo que no se han dado cuenta que somos en Salud de los primeros en el Mundo y tenemos unos cientificos dedicados y bien preparados