La etapa estival ya empezó, aunque desde hace rato se note únicamente por las altas temperaturas que acaloran estos días. Será un verano distinto: con nasobucos en los rostros de los más precavidos o en los bolsos de los menos negligentes, con piscinas por horarios, con playas y campismos bajo medidas de seguridad sanitaria.
La COVID-19 impuso un descanso a puertas cerradas durante meses y para muchos seguirá siendo una opción nada despreciable. Y a tono con la emergencia sanitaria se ha diseñado un verano diferente, tan diferente como la vida misma.
Las instituciones culturales de Sancti Spíritus, por ejemplo, han abierto sus puertas, pero el número de entradas a ellas es restringido; no habrá espectáculos que impliquen grandes concentraciones del público, de ahí que esta vez se prescindió del tradicional Santiago espirituano.
En las piscinas públicas abiertas hasta hoy el número de clientes es limitado y con horario restringido.
El distanciamiento físico es la regla del verano. Según las medidas delineadas, habrá que guardar la distancia física. No falta ni el hipoclorito en las puertas de las instalaciones ni los médicos en los hoteles.
¿Tales disposiciones son suficientes para prevenir? ¿La etapa estival no esparcirá también cierto relajamiento? ¿El calor sofocará la COVID-19? ¿La responsabilidad es únicamente de las autoridades o el disfrute sano parte esencialmente del autocuidado?
Usted lo sabe tanto como yo: los meses veraniegos no deberían distender la contención que hemos vivido en la provincia desde hace más de 100 días atrás. Pero pudiera pasar y no es pesimismo. Impedirlo depende del tino de todos: salir de la playa a las cinco de la tarde como está establecido y no esperar a que la policía inste a hacerlo; lavarse las manos antes de entrar a cualquier sitio sin que nadie lo requiera a uno por pasar de largo; sentarse unas mesas más allá para esparcirnos igual, pero sin aglomeraciones; entender que cuando dicen: hasta aquí, es por el bien colectivo y no para discriminar a nadie.
Como siempre, las medidas no debieran caer en letra muerta; menos ahora que el nuevo coronavirus ha demostrado con creces que le basta una hendija para propagarse exponencialmente. Y no creerá ni en que sea julio o agosto, da igual.
Ahora que la fase tres de la recuperación pos-COVID-19 decretada en la provincia ha permitido más libertades —que no debieran confundirse con libertinaje—, las autoridades sanitarias del territorio lo han reiterado: deben seguirse cumpliendo, en lo posible, las disposiciones anteriores.
Lo recomienda, incluso, la Organización Panamericana de la Salud: independientemente de la progresión de las fases hasta la nueva normalidad debería evitarse espacios cerrados y confinados con poca ventilación; o lugares concurridos donde haya muchas personas cerca o las conversaciones en grupo y casi al oído.
Para divertirse —probado está— puede funcionar lo mismo un buen libro que una propuesta cinematográfica, que un chapuzón en un río. Depende de los gustos, claro está, pero también debería preferirse por todos vivir el verano como la COVID-19 manda: relajados y con cautela.
No lo hagan, el cubano no conoce de disciplina y restricciones, al Sur de la Florida abrieron las playas alla por Julio 4 y hoy casi rozan los 200 mil casos. Del lugar 10, pasamos al 2 detras de California.