Cerrados a cal y canto. Desde que la COVID-19 tocara a la puerta de su casa, allá en Diego Dorado, en la cabecera provincial, le han pasado tantos pestillos al nuevo coronavirus que ni siquiera hace falta la cinta amarilla de un lado a otro en la reja del portal a modo de advertencia; de todas formas, de allí nadie entra ni sale.
Porque cuando el 24 de septiembre la licenciada en Enfermería Miraisys de Armas Quintana, trabajadora del Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, salió como todos los días para el centro hospitalario no a trabajar, sino a ingresar en la Unidad de Tratamiento Colérico como sospechosa de padecer la COVID-19 —por haber tenido contacto directo con un caso confirmado ese mismo día— le dejó dicho a su madre, a su esposo y a su hija: “No salgan de la casa”.
Pero debieron salir, luego, para un centro de aislamiento donde durante días también vivieron la zozobra de haberse contagiado o no con el nuevo coronavirus. El primero de octubre, mientras la ambulancia rodaba camino al Hospital Militar de Santa Clara con Miraisys a bordo, su familia también aguardaba por los resultados de los exámenes de PCR en tiempo real. De un lado a otro, las mismas angustias y las mismas incertidumbres.
Ella se iba bajo un torrencial aguacero, como recuerda, con el diagnóstico de un proceso inflamatorio en los bronquios, con el tratamiento antibiótico de Rosefín —que le mantuvieron durante siete días más al llegar a Villa Clara—, con tos y fiebre. Los suyos se quedaban con la preocupación. Y poco podía entonces amainar aquella tempestad.
“Cuando a mí me dijeron que mi mamá, mi esposo y mi hija eran negativos, me vino el alma al cuerpo”, confiesa ahora Miraisys.
Pero esta es una de las tantas historias que se han venido propagando en poco más de un mes en Sancti Spíritus. Luego del 8 de septiembre, cuando la COVID-19 volvió a poner en jaque a la provincia, se han ido multiplicando los casos y las vivencias. Ha sido una espiral, al parecer, interminable; tanto que ha implicado el retroceso de la provincia a la fase de transmisión autóctona limitada de la enfermedad. Desde entonces y hasta hoy se le han ido pasando no pocos cerrojos al SARS-CoV-2.
ITINERARIO DE UN REBROTE
Por Jatibonico se le abrieron de nuevo las puertas a la COVID-19 en la provincia. De la comunidad de Bernal —ese caserío jatiboniquense al que la melaza se le ha pegado tanto como la familiaridad— unas personas fueron al poblado de Orlando González, en Ciego de Ávila, y de ahí hasta acá, viajó el nuevo coronavirus para hacer una estancia larguísima en suelo espirituano.
Primero fueron tres casos, luego se irían contagiando hasta sumar 13 personas positivas a la COVID-19, pero para ese entonces ya Bernal se había convertido en evento de transmisión local de la enfermedad. Mas, antes se habían cerrado las puertas de las casas, se habían “clausurado” hasta los accesos a los asentamientos vecinos, se había asegurado todo para que no faltara nada, incluso, sin poner un pie fuera.
Similar sucedería, luego, en Venegas. Del hotel Village Costasur, en Trinidad, la COVID-19 iría a hospedarse en ese poblado de Yaguajay para mantener a sus pobladores en una reclusión jamás vivida por aquellos lares. El evento de la instalación turística trinitaria —el segundo suceso de tal envergadura que se abrió en la provincia y que acumuló más de una veintena de contagios— enclaustró hasta las bestias de la norteña comunidad y de sus alrededores. Ahora que acaban de cortarse los cordones que enlazaban al pueblo de una punta a la otra, Yoandy Aguiar Fernández, presidente del Consejo de Defensa de Zona, asegura que nada es como antes: se mantiene la restricción de movilidad después de las ocho de la noche, se vela por que los pasos podálicos estén a las puertas de las instalaciones, por que nadie deje de usar el nasobuco, se sigue pesquisando diariamente a la población, por si acaso.
Lo que parecía rareza entonces, en una provincia que logró desalojar al SARS-CoV-2 por más de 100 días, ha ido convirtiéndose en la más dolorosa de las rutinas. Tanto que en poco más de dos semanas, luego del rebrote del 8 de septiembre, Sancti Spíritus encendía todas las alarmas en el país: cinco eventos de transmisión local abiertos —de los cuales solo se mantienen tres, al cerrar recientemente el de Bernal y el del Costasur— y varios controles de focos activos, lo cual ha implicado el contagio de 246 personas hasta este viernes.
El nuevo coronavirus se ha dispersado tanto que hoy siete de los ocho municipios de la provincia confirman casos positivos, situación que viene a delinear uno de los escenarios epidemiológicos más complicados del país.
No solo se ha debido a que antes se habían aflojado los pestillos de la confianza, se habían resquebrajado protocolos, se habían incumplido medidas tan vitales como el uso del nasobuco…; algunos tienen la sospecha de que el virus ha mutado.
Por lo menos el doctor Manuel Rivero Abella, director provincial de Salud, reconocía en días pasados que la transmisibilidad es mucho mayor, pues en la primera temporada de la pandemia aquí en una vivienda había un caso positivo y sus familiares cercanos resultaban negativos y ahora se contagian hasta los contactos menos directos.
Tal percepción la apuntala la doctora Yurién Negrín Calvo, vicedirectora del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología (CPHEM): “Cada persona diariamente puede enfermar a tres más y, a su vez, esos tres a igual número y así; es muy exponencial”.
De ahí que se ausculte eslabón a eslabón de esa cadena que suele ser extensísima. Lo primero es aislar y, luego, estudiar a todos.
“De acuerdo con el protocolo, a los contactos intradomiciliarios de un caso positivo se les realiza el PCR en tiempo real al momento del ingreso, si resulta negativo se mantiene ingresado y al quinto día se le repite —sostiene Negrín Calvo—. De volver a ser negativo se le da el alta clínica para el área de salud, se pone bajo ingreso domiciliario y al quinto día se le repite el examen.
“En el caso de los contactos extradomiciliarios se ingresan y se espera al quinto día para hacerle la prueba de PCR, es decir, hasta que pudiera desarrollar la enfermedad, porque como promedio el período de incubación es entre cinco y 10 días, entonces si se realiza antes de ese lapso puede ser un falso negativo. De no resultar confirmatorio del SARS-CoV-2 se le da el alta para la casa y se vuelve a realizar al quinto día del egreso”.
Hoy en la provincia, según aclaraba Annie Fernández, jefa del Departamento de Infecciones Respiratorias Agudas, se han realizado más de 20 300 exámenes de PCR, de los cuales una cifra superior a los 18 000 han resultado negativos. No obstante, continúa la pesquisa a la población, siguen desarrollándose estudios poblacionales —como en las cuatro áreas de la cabecera provincial—, permanecen más de 900 personas en centros de aislamiento, se mantienen las medidas de restricción en más de medio centenar de áreas…
Se toman todas las precauciones y se extreman en el territorio cabecera y en Trinidad, sitios donde existe el mayor reporte de casos confirmados. Mas, Sancti Spíritus sigue siendo el epicentro de la pandemia en Cuba. ¿Hasta cuándo?
PRONÓSTICOS SON PRONÓSTICOS
El rebrote, sin duda, ha puesto contra las cuerdas a la provincia y si algo nos ha descubierto cuánto puede camuflarse el virus es ese modo sutil de contagiar hasta a los que jamás han tenido ni agua por la nariz, por muy positivos que resulten a la COVID-19.
La sinuosidad de una curva de contagios, que crece un día y al otro desciende muchísimo y vuelve a ascender luego —como sucedió el pasado miércoles (0) y el jueves (23)—, viene a confirmarnos también que los riesgos están siempre y no se acaban.
Al menos, por ahora. Nadie lo sabe mejor que el doctor en Ciencias Matemáticas Carlos Sebrango, quien desde inicios de la pandemia integra el equipo de expertos nacionales que modelan el curso de la enfermedad en el país.
Ahora por cuenta propia intenta, científicamente, predecir el probable comportamiento del rebrote en Sancti Spíritus. “Para hacer los pronósticos me basé en un modelo que se utiliza en la literatura, introducido por el científico norteamericano Gerardo Chowell: el modelo logístico generalizado y que tiene en cuenta la incertidumbre para crear ese cono de pronósticos. La ventaja de ese modelo es que utiliza solo la información del número de casos previos”.
Y lo delinea entre números, curvas que suben y bajan, líneas continuas y discontinuas… Y no descarta tampoco el sesgo de error que siempre suele rondar a todo pronóstico, porque las probabilidades varían en dependencia de si aumenta o disminuye el número de casos reportados. De acuerdo con tal inestabilidad, el pico debió ocurrir entre el 5 y el 6 de octubre, fechas en las que se reportaron 23 y siete casos; aunque otros pronósticos apuntan al lapso entre el 2 y el 4 de ese propio mes —el día 3 fue el récord de 37 casos diagnosticados—.
“Hay mucha variabilidad, heterogeneidad en los datos; quizás se debe a las pruebas de PCR que algunas van a Villa Clara y otras al IPK y hay cierto retardo. En el cono hay una tendencia a la disminución de los casos.
“De acuerdo con estos pronósticos, en el mejor escenario no tendremos casos de aquí a 15 días y en el peor tendremos entre dos y tres casos, pero esto puede variar si se incrementan los números de casos en estos días”.
Con tal probabilidad coincide la vicedirectora del CPHEM, quien además hace una salvedad para nada despreciable: “Si se cumplen todas las medidas establecidas, debe existir una tendencia a la disminución en los próximos 15 días y, por tanto, al control de la enfermedad, pero para ello no se puede descuidar nada: ni el distanciamiento físico, ni el correcto uso del nasobuco, ni el lavado de las manos”.
Por el momento, Sancti Spíritus sigue viviendo en la fase de transmisión autóctona limitada de la COVID-19 y el paso a la nueva normalidad parece ahora mismo un espejismo que se acerca y se aleja a nuestro antojo, en la justa medida de la responsabilidad individual y colectiva.
Mientras, se le pasan todos los pestillos posibles para intentar confinar al virus y detrás de aquella puerta Miraisys aguarda con ansias por el día ese en que de una vez se cortará la cinta amarilla que encierra, también, tantos desvelos. Lo sabe: basta una brecha para que, de un empujón, la COVID-19 pase sin permiso; por eso hay que vivir a puertas cerradas hoy para poder abrirlas de par en par mañana. En Sancti Spíritus ahora mismo mucha gente anda así, a la espera.
lleven a sebrango a la revista de centro vision
Cuando hay incertidumbre es difícil entre tantas cosas. No queda nada más que esperar, portarse bien y ver el comportamiento de nuestra provincia en cada uno de sus partes diarios, porque sinceramente, cómo dijeron en Elpidio Valdés: La Candela es Aquí…