Desde que se paró frente a una mesa, raqueta en mano, cuando apenas levantaba una cuarta del piso, allá por el año 1967, Elio Aguiar Abreu entabló un nexo eterno con el tenis para convertirse en referente obligado de este deporte en Sancti Spíritus.
Vivía en Placetas y tenía delante el mejor imán. Un día de 1967 llegó una comisión liderada por un chino, y así entró a la EIDE Augusto Turcios Lima, de Cienfuegos… hasta los días de hoy cuando, al filo del retiro, sigue pegado a la disciplina.
“Ese entrenador me enseñó las nuevas técnicas, los elementos fundamentales, pues yo venía de la calle y no era lo mismo”.
En 1967 se convertía en el primer campeón nacional de Cuba en los Juegos Escolares, aun cuando no era la principal figura de su equipo. Después se cansó de ganar, al punto de obtener el máximo título de la nación en la primera categoría durante siete ocasiones y participó en el primer ranking nacional. “Íbamos a La Habana que tenía más desarrollo, pero poco a poco fuimos aprendiendo y después le pasamos muchas veces por arriba”.
De joven atesora partidos de nivel contra jugadores de Checoslovaquia, Hungría, México, Vietnam, China. “En el local que ocupa La Colonia Española me medí con un subcampeón mundial, él era mejor, perdí, pero el partido quedó apretado”. Corrió con la (mala) suerte que suele acompañar a los pequeños. “Me llevaron para La Habana, pero no le gustaba a los entrenadores porque decían que era muy chiquito. El entrenador chino les decía: ‘Nosotros somos chiquitos y somos los mejores del mundo’, por eso me bajaron para Santa Clara y a pesar de que era parte de una preselección nacional ampliada, no era lo mismo, pues, aunque ganes, ganes y ganes, se llevan a los de allá para eventos internacionales, eso me pasó como entrenador y les pasa a otros”.
El amor por su esposa Deysi, con quien comparte las verdes y las maduras hasta hoy, lo trajo a Yaguajay, un pueblo que le agradecerá toda la vida esa mudanza. De las manos y el empeño de este hombre, ese territorio se convirtió en la capital del tenis en la provincia y algo más allá. “Llegué en 1979, no había entrenadores y sí muchos activistas, los contacté y gracias a ellos fuimos trabajando. Empezamos sin condiciones, en una estación de trenes vieja vacía metimos tres mesas y por los alrededores se fueron acercando niños a los que solo les interesaba entrenar para ganar, los padres y las familias los llevaban. Escaseaban los materiales, pero había muchas relaciones, me daban raquetas de Villa Clara, de La Habana, y llegaron unas buenas de China”.
Tanto sentido de pertenencia se premió con el acondicionamiento de un área con todas las de la ley en el estadio Luis Torres. Así llegó a reunir a más de 80 niños y convirtió Yaguajay en el principal reservorio de matrícula de la EIDE y en campeón provincial de la disciplina en todas las categorías. Desde sus mesas de tenis ganó para el territorio espirituano varios títulos y medallas en eventos nacionales y también internacionales. Bajo su égida se forjaron atletas de selecciones nacionales como Niurka Dávila y Yaquelín Castellanos, quienes ganaron preseas en eventos regionales y latinoamericanos.
“Cuando los niños de la EIDE iban de pase llegaban al área y los atletas de allá elevaban su nivel técnico. En los torneos provinciales me facilitaban participar con un equipo B de Yaguajay, más el de la EIDE y el desarrollo aumentó también porque los activistas eran jugadores que estuvieron conmigo desde pequeño y en sus tiempos extras ayudaban. Celebrábamos copas a las que asistían atletas de Villa Clara, Ciego de Ávila…, fueron años muy lindos, el tenis se convirtió en una familia”.
Con ese aval llegó hasta tierras venezolanas en 1996, a Cumará, en el Estado de Sucre. Y como le ha sucedido casi siempre, tuvo que “raquetear” a contracorriente. “Trabajé como técnico de una selección nacional juvenil, pero primero tuve que armarlo casi todo pues allí no había tenis, un entrenador chino que estaba allí se fue y entonces recogí a los atletas de él y empezaron a entrenar con el objetivo de que me tenían que ayudarme con los niños”.
Los niños, siempre los niños. Esa ha sido la constante en la vida de Elio. Por eso trabajó con atletas discapacitados y convirtió a Dunia Alfonso en la campeona más joven de la historia en la Paralimpiada Nacional. Por eso sigue apostando por su formación y trabaja en la EIDE Lino Salabarría. “Me encanta trabajar con ellos, estoy llegando al final de mi carrera, pero aún tengo capacidad para la formación de nuevos valores. Vivo enamorado del tenis y, aunque la situación está difícil para captarlos, los busco lo mismo en la escuela primaria que por los barrios. Los padres me los llevan a la EIDE y empiezo una labor rigurosa hasta que después alcanzan su nivel y pasan a otros entrenadores. Me llevan 10 o 12 y a veces me dicen: ‘Oye te vas a volver loco’, y les digo: No, estoy acostumbrado”.
En Cuba el tenis no goza de popularidad, pero Elio sigue aferrado a sus raquetas. “Leo mucho y no me pierdo nada por televisión, sobre todo lo de los chinos. Sueño con un futuro mejor. Hay atletas cubanos que juegan en ligas europeas, que eso aumenta el nivel”.
Lleva en su hoja de servicio no pocos resquemores, miradas torcidas, una misión tronchada sin explicaciones convincentes; supo de más de una ingratitud. Aún se pregunta, y yo con él: ¿por qué no figura como gloria deportiva? Mas, cuando el éxodo dejó al deporte casi sin técnicos, Elio se quedó con el “saque” de su lado, aunque más de una vez encontró resistencia familiar y conyugal. “Comencé con 86 pesos, luego 118 y todas esas escalas salariales…, el problema está en que te guste y tú quieras trabajar, muchos se han ido y han regresado, ¿por qué lo han hecho ellos?, tendrán sus razones, yo tengo las mías”.
Colgado de los 41 años de trabajo, más de un reconocimiento, entre ellos la medalla Mártires de Barbados, intenta compensar tanta devoción, sacrificio, fidelidad. Tiene, eso sí, la gratitud de quienes han bebido de su sabiduría y de su ejemplo.
“Creo que han sido un poco injustos conmigo, pues para una persona que haya trabajado tanto tiempo sin abandonar el cargo en las malas y en las buenas el reconocimiento ha sido poco. Otros con todo eso no seguirían de pie, pero yo sí. Siento el orgullo de que mis atletas y sus familiares aún me reconozcan. Por eso seguiré de pie hasta el final de mi carrera, a pesar de los pesares, porque el tenis para mí ha sido lo más grande, junto con mi familia”.
Elio es uno de esos ejemplos de amor, vocación y sencillez, virtudes de las que se desprende un torrente de éxitos en el deporte. Y más que eso. Ejemplo de cómo la pasión y el amor por lo que hace se convierte en luz, en sendero para que los niños tengan un motivo y crezcan con más solidez hacia el futuro. Tiene la mejor medalla: el reconocimiento popular, de ese pueblo del que es parte.
Honor a quién honor merece.
Su sencilles, constancia,inteligencia, perseverancia y amor infinito por su deporte, hacen de este gran entrenador un ícono de este disciplina, a nivel municipal, provincial,nacional y con varios atletas que han participado y obtenido excelentes resultados en la arena internacional.
Hombre alegre, conversador y conocedor del deporte, amante del béisbol , con criterios para escuchar y reflexionar.
Se le extraña por Yaguajay, nuestras largas pláticas, su cariñoso saludo al pasar por mi casa, su constante apego a sus amigos y cariño insuperable a sus alumnos.
Este reportaje de su vida es uno de los grandes trabajos que ha hecho Elsa (de tantos buenos), por sacar a la luz a un hombre que nunca ha dejado de hacer lo que le gusta (enseñar a las nuevas generaciones).
Nos hacen falta muchos Elios en el deporte espirituano y cubano.
Mucha salud le deseo y larga vida junto a su querida familia.
No lo conozco personalmente, a pesar de haber vivido en el mismo municipio durante mucho tiempo, pero en Yaguajay, decir tenis de mesa, es decir Elio, así de sencillo. Y coincido con su apreciación, no ha recibido el reconocimiento que merece; ojalá se sea justo y esa situación cambie para bien de tan abnegado profesor.