«¿Quién de nosotros no recuerda aquel 14 de diciembre de 2004, de gala el teatro Carlos Marx y Fidel colocando en el pecho de Chávez la Orden “Carlos Manuel de Céspedes”?». Esa evocación, precisa y hermosa, fue compartida el 14 de diciembre de 2018 por el hoy Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista y Presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
En las palabras pronunciadas por él —entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba—, durante la inauguración de la XVI Cumbre ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos), en el Salón de Protocolo de Cubanacán, en La Habana, dijo que aquel fundacional 14 de diciembre «Fidel evocó lo dicho por Céspedes: “Venezuela, que abrió a la América española el camino de la independencia y lo recorrió gloriosamente hasta cerrar su marcha en Ayacucho, es nuestra ilustre maestra de libertad (…)”».
«Ese 14 de diciembre nació el ALBA y Cuba fue una fiesta», enfatizó Miguel Díaz-Canel Bermúdez, para seguidamente compartir dos interrogantes esencialmente afirmativas: « ¿Quién de nosotros puede olvidar las alegrías de aquella jornada en que Chávez y Fidel firmaron el acta de nacimiento del nuevo proyecto de integración entre iguales? ¿Quién que lo vivió, no se emociona con la memoria de la hermandad de aquellos hombres que, no solo tuvieron sueños descomunales, sino que les dieron nombres poéticos y los convirtieron en realidades?»
Fue el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, quien formuló por vez primera la propuesta del ALBA. Lo hizo públicamente, en 2001, durante la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Asociación de Estados del Caribe. «Se trata de otro camino —había afirmado el excepcional revolucionario—; se trata de una búsqueda, porque ciertamente la integración para nosotros es vital: O nos unimos o nos hundimos. Escojamos, pues, las alternativas».
De la vorágine en el hemisferio de los años noventa del siglo XX —de esa etapa de crisis que en 2017 fue calificada por el Presidente bolivariano Nicolás Maduro Moros como «una década llamada perdida», de desastre social en el continente americano1 —, nació la lucha que dio nacimiento al ALBA.
El Alba, expresó entonces Nicolás Maduro, nació de un parto histórico a inicios del siglo XXI; y vio la luz para realizar las ideas defendidas por los movimientos izquierdistas del planeta frente al intento imperial de recolonizar los países de Nuestra América. El alumbramiento, valoró el dignatario venezolano, tuvo siempre a Cuba como faro, como norte de la brújula, y fue la posibilidad de articular un nuevo pensamiento: nuevo por pertenecer al siglo XXI; al tiempo de contener ideas de siglos, pero vigentes, como las del Libertador Simón Bolívar.
En las horas de la XIV Cumbre Extraordinaria del ALBA-TCP —la cual sesionó en el 2017 en Caracas, desde el Salón Simón Bolívar del Palacio Presidencial de Miraflores—, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, expresó al referirse al ALBA que el nacimiento de ese mecanismo de integración no hubiera sido posible en la época en que triunfó la Revolución cubana: tuvo que ocurrir, dijo Raúl, un cuatro de febrero (4F) de 1992 (insurrección cívico- militar liderada por Hugo Chávez), y el triunfo de la Revolución Bolivariana, para que una iniciativa de unidad como esa pudiera salir adelante.
En esa ocasión, reflexionando sobre Chávez y sobre las complejas circunstancias de la Revolución emprendida por él, el compañero Raúl resaltó una idea que también resulta válida para entidades como el ALBA: el líder bolivariano comprendió la importancia de la unidad para las profundas transformaciones acometidas en la nación de Suramérica; «la construcción de la unidad es la tarea más importante que enfrenta toda Revolución verdadera», subrayó Raúl, quien recordó que los revolucionarios suelen tener muchas ideas y visiones sobre cuáles pueden ser los caminos, pero hay que saber dejar de lado, con modestia, todo aquello que nos divide y dispersa.
Para el futuro, firmada por Fidel y por Chávez, quedaron definidas las esencias de la Declaración Conjunta, fundacional del ALBA —fruto de un encuentro de los dos líderes en Cuba, quienes suscribieron el texto justamente a «a los catorce días del mes de diciembre de dos mil cuatro».
Ambos dignatarios subrayaron en esa hora de alumbramientos y amenazas que «el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) es la expresión más acabada de los apetitos de dominación sobre la región y que, de entrar en vigor, constituiría una profundización del neoliberalismo y crearía niveles de dependencia y subordinación sin precedentes».
De igual manera dejaron «claro que si bien la integración es, para los países de la América Latina y el Caribe, una condición imprescindible para aspirar al desarrollo en medio de la creciente formación de grandes bloques regionales que ocupan posiciones predominantes en la economía mundial, sólo una integración basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de avanzar (…) hacia niveles más altos de desarrollo, puede satisfacer las necesidades y anhelos de los países latinoamericanos y caribeños y, a la par, preservar su independencia, soberanía e identidad».
« (…) Afirmamos que el principio cardinal que debe guiar el ALBA es la solidaridad más amplia entre los pueblos de la América Latina y el Caribe. (…) En tal sentido, coincidimos plenamente en que el ALBA no se hará realidad con criterios mercantilistas ni intereses egoístas de ganancia empresarial o beneficio nacional en perjuicio de otros pueblos. Sólo una amplia visión latinoamericanista, que reconozca la imposibilidad de que nuestros países se desarrollen y sean verdaderamente independientes de forma aislada, será capaz de lograr lo que Bolívar llamó “(…) ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria”, y que Martí concibiera como la “América Nuestra”, para diferenciarla de la otra América, expansionista y de apetitos imperiales».
Cuesta creer —expresó Díaz-Canel Bermúdez en su intervención del 14 de diciembre de 2018—que todo surgiera en la mente del líder bolivariano en diciembre de 2001, con Venezuela bajo el impacto de una huelga patronal que preludiaba el golpe del año siguiente:
«Después de una larga noche pensando en qué alternativa oponer al proyecto imperial del ALCA, aparece la luz del ALBA y con ella la idea. Transcurría en Isla Margarita una reunión de la Asociación de Estados del Caribe y Chávez anuncia su proyecto. Fidel, que está allí, no solo aplaude con entusiasmo, sino que, a su regreso a La Habana, le escribe pidiéndole detalles.
«Chávez le confiesa que solo está la idea. Tres intensos años después –enfrentando golpes, bloqueo y agresiones de todo tipo– los dos firmarán la Declaración que dio nacimiento al ALBA.
«Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América fue su primer nombre, porque era un proyecto de integración contra el Acuerdo de Libre Comercio.
«Once meses después, en la Cumbre de las Américas, en Mar del Plata, Argentina, la propuesta de alianza imperial, ALCA, era enterrada por los pueblos de la región, en un acto de rebeldía y solidaridad, liderado por Chávez, que ya forma parte de la historia continental.
«Al cumplir su primer lustro, en 2009, cambió el significado de su primera letra. Seguía siendo ALBA pero ya no era una alternativa, sino una alianza y con los aportes de Bolivia se transformó en ALBA-TCP».
«A los dos estados fundadores, uno de los cuales me honra representar, se fueron sumando Antigua y Barbuda, Bolivia, Dominica, Ecuador, Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves, y Granada».
Es preciso defender, contra viento y marea, la plena vigencia de la Alianza como un espacio de resistencia, diálogo y lucha del cual nos sentimos parte indisoluble, dijo entonces Díaz-Canel Bermúdez, quien además destacó que «ni por un momento podemos olvidar la más importante y vital de las tareas que compartimos: enfrascarnos de forma permanente en la construcción, fortalecimiento y defensa de la unidad. Ese es nuestro bien más preciado. La deuda con nuestros próceres y el compromiso con nuestros hijos.Como dijo Fidel, “la edad del egoísmo tiene que pasar”».
Nuestra América —soñada como Patria que va más allá de toda frontera puntual— sigue teniendo en la luz redentora, unitaria y antimperialista del ALBA-TCP, una histórica necesidad. Ella ha demostrado a lo largo del tiempo que puede lograr mucho como mecanismo genuinamente latinoamericano y caribeño, como eficaz espacio de concertación, unidad, defensa de las causas más justas, integración, cooperación y solidaridad.
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