No es la primera vez que sigo sus pasos. En una ocasión lo encontré entre los estudiantes universitarios que despuntaban en el proceso de pesquisa activa a la población cuando la COVID-19 llegó a predios espirituanos. Sin embargo, pasó el tiempo y aquel alumno de la Universidad de Ciencias Médicas Faustino Pérez Hernández de Sancti Spíritus se convirtió en doctor en Estomatología y hoy me lleva hasta él la labor que ha asumido en los centros de aislamiento de la provincia.
Detrás del teléfono no se aproximaron ruidos de voces y mucho menos de pasos. Aprovecha entonces el diálogo para rememorar los primeros días en el Instituto Politécnico de Informática (IPI) Armando de La Rosa, sitio hasta el que llegó, en ciernes, para fungir como ropero.
“Retadores”, así definió este espirituano los días en dicha instalación, donde permaneció durante dos meses. “Al llegar mi función era seleccionar la ropa cuando venía de la lavandería y desinfectarla cuando salía de la Zona Roja. De pronto comencé a hacer guardias, a organizar las altas médicas, a trasladar las muestras de PCR, hasta que terminé dirigiendo la institución.
“Cada cosa que hice fue con el espíritu de ayudar, porque solo estando aquí te percatas de cuánta falta hacen manos dispuestas”, cuenta Lazo Otero, quien también aprendió a recepcionar a los pacientes que arribaban desde los municipios e informar sobre los resultados de los exámenes.
“Todos los días entraba a la Zona Roja. Vi separarse a un matrimonio de ancianos. Los dos resultaron positivos al coronavirus, se despidieron como si nunca más se fuesen a ver y eso me impactó mucho. Sentí de cerca la angustia de una mujer que tenía a su padre enfermo en Santa Clara y yo me encargaba de averiguar por su situación para mantenerla informada”, agrega el estomatólogo.
Y es que el ajetreo constante no da chance al desánimo en estos lugares. Las horas no alcanzaban para Aliandys, que lo mismo tuvo que repartir comida, lavar, limpiar superficies, que servir de estadístico para controlar los datos del centro. Por sus manos pasaron alrededor de 500 personas en el transcurso de su tiempo de trabajo, de las cuales el diez por ciento resultaron positivas al SARS-CoV-2.
De ahí que, sin darse cuenta, se encontraba en un sitio en el que cualquier escondrijo o descuido lo podía llevar al contagio. Mas el especialista no descuidó ninguno de los medios de protección y encontró en el miedo incipiente la fuerza para no resquebrajar su salud ante un enemigo invisible.
Tanto es así que sin perder tiempo y tras el segundo rebrote de la enfermedad en el país, Aliandys decidió ir más lejos. Hasta el punto de control en carretera, ubicado en el kilómetro 336 de la Autopista Nacional llegó el muchacho para limitar por esa vía la entrada y salida al territorio y al mismo tiempo pesquisar a los transeúntes.
En dicho punto, atendido por el personal de Salud y del Ministerio del Interior, hizo guardias de 24 horas.
“Allí todas las personas tenían que detenerse. Apuntaba sus nombres, el origen y destino del viaje y realizaba la toma de la temperatura. Tuve días de registrar hasta 300 personas. Y en ese tiempo vi cómo se querían trasladar de un punto a otro del país por razones no urgentes y nuestra misión era impedir la propagación del coronavirus”, subraya.
Unido a estas experiencias el doctor en Estomatología también trabajó en el puesto de mando de la Dirección Provincial de Salud, espacio desde el cual mantuvo la comunicación con los centros de aislamiento del territorio con el propósito de actualizar los datos relacionados con las personas ingresadas, las altas médicas…
Aunque poco ha hecho como estomatólogo en el Policlínico Camilo Cienfuegos, de Guasimal, instalación que lo acoge desde su graduación en el 2020, Aliandys sabe que ahora todo se torna minúsculo ante la satisfacción de poder contribuir con esta batalla por la vida que libra el país.
“Todas estas tareas que asumí demuestran que los jóvenes somos capaces de hacer lo que nos propongamos y que somos más fuertes de lo que imaginamos. Por eso, estamos aquí”, confiesa.
Y aun cuando este muchacho no deje de pensar en su residencia en Estomatología General Integral (EGI) y se enrede entre revisiones bibliográficas, en el momento de la entrevista ya esperaba otra misión en la Academia Provincial de Remos y Canotaje, otro centro de aislamiento para casos sospechosos. Allí nada le resultará extraño, pues con solo 24 años de edad ha chocado de frente con el virus y, quizás, hasta lo ha rozado.
Mucho se puede hablar de Aliandys: de su labor como dirigente estudiantil, de su compromiso, de su sentido de pertenencia, de su solidaridad…, y hasta de la recién recibida condición Jóvenes por la vida. Todo eso se entreteje en su personalidad, la que trasluce las enormes ganas de hacer, un sentimiento compartido entre quienes pelean por cortarle los pasos a una enfermedad que se ha colado entre los cubanos.
Unos se esfuerzan como este compañero y otros cometen las más dicímiles indisciplinas. Ejemplifico con lo siguiente:
Mucha indisciplina en el transporte que la Dirección de Salud en Trinidad tiene alquilado a la Empresa de Transporte Escolar.
Los ómnibus que viajan Trinidad-Sancti Spíritus lo hacen con exceso de personal. La indicación según protocolo es un viajero en cada asiento, esto no se cumple, ubican a dos personas en cada asiento más los pasajeros que viajan de pie en el pasillo. Aquí no se cumple el distanciamiento social.
De igual forma proceden con el transporte que viaja Trinidad – Topes de Collantes y viceversa. Exceso de personas. En estos ómnibus no viaja solamente personal de salud, en la mayoría de los días viajan más personas que no pertenecen al sector y de la Dirección municipal de Salud en Trinidad ningún cuadro chequea la salida y el regreso de estos ómnibus
Bravo por el odontòlogo.
Aliandys es un digno ejemplo de joven entregado al interés de siempre servir al ser humano. Felicidades, mi niño.