Luego de cuatro accidentados y atormentadores años en la Casa Blanca, Donald Trump tuvo que salir este miércoles por la puerta trasera de la mansión presidencial y, en un gesto terminal consecuente con su irrespeto a las normas impuestas por la tradición y el protocolo, se marchó con los suyos para su lujoso complejo floridano de Mar a Lago sin asistir a la ceremonia de traspaso presidencial a su opositor demócrata Joseph Robinette Biden, Jr.
Si algún mérito se pudiera atribuir a ese acaudalado señor es su originalidad, pues casi dos siglos y medio desde la independencia de los Estados Unidos a esta parte, no hubo otro igual por sus desplantes, su estilo trasgresor, sus bufonadas, sus mentiras, la forma en que dañó al país con su política supremacista, y la tirantez con sus aliados, por lo cual se convirtió en el peor presidente en la historia de ese país.
Tan mala fue la gestión de Trump en el pasado cuatrienio, que su sucesor, Biden, no tendrá que esforzarse mucho para que, de tener un mandato normal en los años que permanezca al frente de los destinos de la mayor potencia del planeta, parezca en comparación un dechado de virtudes, pero… ¡cuidado!, porque Trump le dejó el camino minado, con el país polarizado en dos campos inconciliables, en medio de la epidemia desbocada de COVID-19 que ya se llevó más de 400 000 vidas, y una crisis económica potencialmente catastrófica.
La primera imagen de Biden en la ceremonia de investidura, lo mostró pausado, sereno, comedido, con un discurso conciliador en el que prometió una vez más ser el presidente de todos los estadounidenses, y con ese propósito, trabajar para el reordenamiento interno, la recuperación económica, la reconstrucción de las relaciones con las naciones amigas, el reintegro a tratados internacionales y, en primerísimo plano, combatir la actual pandemia de coronavirus.
Fiel a su promesa de trabajar intensamente desde el primer día en la ejecución de su programa, el nuevo mandatario firmó pocas horas después distintas órdenes ejecutivas, en particular las que tienen que ver con el regreso de Washington al Acuerdo de París sobre cambio climático y a la Organización Mundial de la Salud, de los que su antecesor decidió abjurar.
Ahora se habla de otra de las prioridades de Biden para los próximos días, y es una esperada negociación con la República Islámica de Irán para tratar de regresar al Plan de Acción Integral Conjunto o Acuerdo Nuclear, que retiraba las sanciones económicas a Teherán a cambio del compromiso de ese país de no fabricar armas atómicas, abandonado por el anterior mandatario en 2018.
Analistas internacionales han alertado en contra de hacerse ilusiones con la línea a seguir por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, por muchas razones; entre ellas que es políticamente tan conservador como el propio Trump, y fue el aspirante situado más a la derecha entre los precandidatos demócratas a la presidencia. Esos especialistas han subrayado que no menos del 60 por ciento de los funcionarios del gabinete de Biden está integrado por antiguos miembros de la administración de Barack Obama cuando el actual dignatario era vicepresidente.
Mirándolo desde Cuba, y recordando el restablecimiento de relaciones entre las dos naciones en julio de 2015, existen razones para el optimismo, sobre todo cuando se recuerdan las promesas de Biden de dejar sin efecto muchas de las medidas del republicano contra la isla, como la prohibición del envío de remesas y de los vuelos a sus aeropuertos, pero todavía no hay nada claro. Lo que más desearíamos ahora mismo es que se nos retire de la espuria lista de naciones que apoyan el terrorismo en que nos incluyó Trump ya en sus estertores finales.
Casi igual ocurre con Venezuela, el aliado más estrecho de Cuba en la región y en el mundo, pues de la actitud que adopte la nueva dirección norteamericana hacia la República Bolivariana, dependerá en última instancia el futuro de las tratativas entre la patria de Martí y su poderoso vecino norteño. Si hubiese la más mínima sensibilidad en la flamante dirigencia yanqui hacia los sufrimientos del pueblo cubano por el arreciado bloqueo bajo el azote de la COVID-19, su política debería derivar hacia el acercamiento.
En la superpotencia debieran considerar que, hostilizadas Rusia y China, la primera en sus fronteras con Polonia, Ucrania, las repúblicas bálticas y el Mar Negro, donde la OTAN no deja de aumentar la presión; y la segunda en el Mar Amarillo o de China, Hong Kong y Taiwán, las dos potencias querrían contrarrestar retos y amenazas teniendo en esta zona del Caribe base segura para sus flotas oceánicas, lo que se traduciría en mejoras económicas para la ínsula, como en su momento le aportó la estación radio electrónica de Lourdes, operada por la antigua URSS en la región occidental del país, luego retirada por Vladimir Putin.
En última instancia, la superpotencia vecina no ha desactivado la base aeronaval que mantiene en Caimanera, Guantánamo, de forma ilegal y en contra de la voluntad de los cubanos, un pueblo con sentido patriótico, por demás muy celoso de su soberanía.
Ya en otro plano, hay conciencia de lo difícil que le resultará a Joe Biden trabajar en una atmósfera de consenso, pues el principal reto lo afronta en su propio país, donde los demócratas mantienen pequeña mayoría en la Cámara de Representantes, mientras con la reciente ganancia de dos senadores en Georgia, lograron un precario empate en el Senado, aunque, visto en términos legislativos, resulta más bien cosa de rutina para la labor del Congreso.
Lo diferente y preocupante está en los 74 millones de votos que obtuvo el derrotado expresidente, de una mayoría de sus seguidores con ideología de derecha extrema, xenófoba, racista, excluyente y violenta, dispuestos a cualquier locura, como el asalto al Capitolio del 6 de enero pasado, equiparable con el tristemente célebre asalto al Reichstag por las huestes de Hitler en la Alemania de inicios de los años 30 del pasado siglo.
Se dice, por tanto, que la verdadera oposición a Biden en el legislativo no vendrá fundamentalmente del Partido Republicano, sino de Trump, quien por medio de su influencia en la amplia masa de profascistas que lo apoyó ejercerá una presión casi insufrible a lo largo de los próximos cuatro años, pues se proponen regresar al poder en 2024.
Toda vez que sea, existe un profundo divorcio entre las bases tradicionales del partido del elefante y los electores que siguen al magnate. Muchos republicanos se desmarcaron de Trump en los últimos días de su desgobierno, incluidos no pocos integrantes de su equipo presidencial, una parte de ellos después del acto infame del asalto al Capitolio.
Ahora se insinúa que puede ocurrir que haya un partido rojo sin base popular, lo que lo dejaría débil y sin representatividad. Esto lo haría vulnerable a las presiones tumpianas. En contrario, se sugiere la posibilidad de que Trump se aleje de esa agrupación política y funde su propio partido, lo que rompería el esquema de bipartidismo imperante hasta ahora en Norteamérica.
De lo que no existe duda es que, para sacar al excéntrico mandatario de la Casa Blanca se aunaron muchas voluntades. Ahora reconocen algunos analistas que el citado Estado profundo llegó al extremo, por medio de redes sociales como Twitter, Facebook y otras, de silenciar mensajes del apestado, en lo que constituye un gravísimo atentado a la libertad de expresión. En esto último han coincidido el presidente mexicano López Obrador, la canciller alemana Ángela Merkel y la vocera de la cancillería rusa María Zajárova.
En marcha está la iniciativa promovida por la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, de entablar juicio político al exmandatario por incitar el asalto a la sede del Congreso, lo que, de concretarse, sacaría del juego político legal a quien siempre consideraron un advenedizo. Pero resultará difícil, porque están obligados a reunir 67 votos de los 100 senadores que integran la Cámara Alta. Esto significa que 16 republicanos de los 50 que la conforman, tendrían que dar su aprobación.
Vivir para ver qué ocurre, porque las próximas semanas pueden dar la clave de la línea política a seguir por Biden en estos cuatro años, donde se augura que puede ocurrir de todo, desde una recomposición parcial y transitoria de la superpotencia, hasta una guerra civil con la fuerza telúrica de una supernova.
Aterricen.Biden se alejará formalmente de nuestro país, atacará a Venezuela acaudillando una coalición y cerrará legaciones.No esperen nada del imperialismo yankee, recuerden que son nuestros enemigos.
Si el presidente Baiden es más respetuoso, políticamente más responsable como Presidente de la potencia más importante del planeta y más considerado como lo parece, ENTONCES:
*Debería reconsiderar la política hacia Cuba que ha estado realizando el sucio político Donald Trump en medio de la pandemia de la Covid.
*Deberia suprimir el bloque a Cuba y solicitar perdón ante la Comunidad Internacional por los inmenso daños causados a Cuba durante estos 60 años.
*Debería elevar la colaboración con nuestro país mucho mejor preparado, en especial en la salud, beneficiando así a la población norteamericana, a partir de la preparación de nuestros médicos.
*Debería dejar de utilizar la maltrecha contrarevolucion de Miami contra la Isla, no financiar grupos externos ni periodistas independientes así como dejar de darle un tratamiento diferenciado a la emigración cubana que solo genera problemas, equivocaciones, confusiones, y dificultades en la juventud.
* Esta misma situación o parecida sucede con la población del resto de los países. Por un lado EU les impone sistemas neoliberales y cuando aparecen los grandes síntomas de miseria, desempleo, hambre y la gente piensa emigrar a EU, entonces les veta su entrada a ese país. Así todos somos malos y EU es el bueno.
*Debería regresar las relaciones con otros países a un clima de distensión internacional. *Pasar a la colaboración con China y con Rusia, dejar de atacar a otros, ni continuar robando petróleo en Siría, debería dejar tranquila a Venezuela.
En conclusiones como dicen los religiosos, Si te concentras en el «Señor» que en el caso de EU es concentrarse en enfrentar la Covid, entonces no puedes estar jodiendo a los demás.
Ya hoy sec observan acciones positivas al respecto. Retorno a la O.M.Salud, al acuerdo sobre cambio climático y ratificó el tratado sobre armas nucleares con Rusia.