El telón se ha resistido a caer en su totalidad. La sala permanece prácticamente vacía. La espabilan las mismas voces. Risas, llantos, música, luces… se roban las horas del pequeño y oscuro espacio. Las sillas plegables esperan para ser testigos de las ovaciones que siempre le dan el punto final a Cabotín teatro.
“Estamos trabajando duro para estrenar desde que la COVID-19 nos deje”, asegura Laudel de Jesús, máximo líder de ese proyecto de las artes escénicas.
No han dejado de crear. Como los mejores jugadores de ajedrez, han movido cuanta alternativa les ha dado ventaja en un contexto complejo, donde el distanciamiento físico resulta la palabra de orden para conservar la salud.
“Decidimos preparar dos montajes. Uno es dirigido artísticamente por Annalie García, egresada de la Escuela de Instructores de Arte y fundadora de Cabotín, y el otro por mí. Cada cual tiene su propio elenco y así, además de defender dos procesos, evitamos la aglomeración de personas sobre el escenario”, añade Laudel.
Hasta el momento ha sido efectiva esta decisión. En el 2020 resultó imposible terminar de cocinar la idea de Ciudadanía, una de las obras que desvela desde hace un tiempo a Laudel y sus cabotines.
“Volvemos sobre un texto de la dramaturgia cubana, tal y como hemos defendido como plataforma ideoestética porque contiene un cosmos de temas que preocupan a quienes vivimos aquí ayer, hoy y mañana”.
En cada ensayo retoman sobre las palabras escritas por Ulises Rodríguez Febles. Remarcan las intenciones, pausas, suspiros, ironías… Construyen los personajes de dos hermanos que nos llevarán en una travesía alocada hasta el lugar donde descansan los restos del vapor español Valbanera, tras hundirse muy cerca de las costas habaneras en septiembre de 1919.
“Es una farsa ya que transcurre en la búsqueda de un ancestro que venía en el gran buque correo transatlántico para demostrar en el consulado español que ellos pueden recibir la ciudadanía de esa nación. Todo eso sucede después de haber consultado a una espiritista que les dice que esa es la vía para alcanzar sus sueños”, cuenta el director general del proyecto con una sonrisa que ni el nasobuco puede ocultar.
No es la primera vez que el discurso de Rodríguez Febles encauza el talento teatral de este grupo. El concierto, en 2011 y Carnicería, en 2015, son las antesalas perfectas para que la tropa de Cabotín se sienta cómoda. Incluso, con el añadido de que el reconocido dramaturgo matancero cedió los derechos de autor de su obra, de manera generosa, uno de los mejores regalos a los 15 años del proyecto.
Durante todo este tiempo, el grupo, actualmente en su momento de consolidación, ha sido escuela para varias generaciones amantes del teatro. Su segundo montaje en este 2021 es otra de las huellas de los procesos de enseñanza.
“Laudel me escribió para pedirme unos textos escritos para dos personajes. Le hice una carpeta con autores cubanos y universales. Al rato me comenta que si no tenía uno mío y le paso uno que casualmente acababa de escribir. Media hora después me cuenta que es el que quiere montar”, narra Roger Fariñas Montano, el artífice de Tragedia de una mujer estéril, el segundo texto que encuentra acomodo en la otra parte de Cabotín.
“Es la esterilidad no solo en el tema de procrear, sino en el amor, en las palabras, en cómo cada persona es capaz de accionar y comportarse ante la sociedad. Va más allá de lo que nos propone el dramaturgo granadino”, reflexiona quien se declara admirador del creador de Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba.
Sin imaginarlo, por tener aún el olor a cascarón de la enseñanza artística, Laura Beatriz Marín González es una de las protagonistas de la pieza con sello auténticamente yayabero. Cuenta los días por dialogar con el público porque se ha concebido para teatro de cámara, es decir, con pocos espectadores que forman parte también del espectáculo.
“Supone un reto. Pero este primer acercamiento después de salir de la escuela me ha enseñado mucho. Cabotín es familia, disciplina, empeño… Laudel nos guía, nos traza pautas y me ha permitido enamorarme del teatro dramático”.
Así le sucedió hace 15 años al propio Fariñas Montano, quien de actor ya ha asumido varios roles en el propio proyecto.
“Trabajé como asistente de dirección, asesor dramático y ahora me toca entrar por esta puerta de dramaturgo. Tragedia… es mi segunda obra y estoy superfeliz porque conozco varios autores con muchas publicaciones que no han vivido ese momento de esplendor que es realizarse en la escena y tomen voz esos universos que como dramaturgo crearon en la soledad. Y que esa sensación se experimente en Cabotín es una dicha porque Laudel es mi maestro y esta mi casa”, refiere.
Quienes han seguido la carrera de este proyecto de las artes escénicas no se asombran por esas palabras. Ni tampoco cuando en el 2012, luego del cierre temporal del Teatro Principal hicieron suyas las calles con El diablo rojo, La mano del negro y Ecos del tío Manuel.
“Estamos proyectados para ser un grupo que extienda sus alas y ser más abarcador, más profundo. Contamos ya con cuatro actores que estudian Teatrología en La Habana. De esas ganas y motivaciones por hacer y superarse es que Annalie y Roger hoy ya no solo son de esta casa como parte de su elenco actoral. Ese crecimiento resulta una proyección académica también”, dice Laudel de Jesús.
“Hay motivación y ganas de trabajar. Estamos vivos y trabajando”, concluyó.
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