El pasado 11 de marzo, Cuba cumplió un año de enfrentamiento a la pandemia de la COVID-19. Un año en el que las lecciones han sido muchas y se han desmontado varios mitos.
La COVID-19 no es una enfermedad exclusivamente respiratoria como se creía en un inicio, sino que es sistémica porque afecta a varios órganos. Tampoco es un catarro grave, sino que puede causar la muerte, y hasta los asintomáticos padecen trastornos varios meses después de que el virus del SARS-CoV-2 abandonó su organismo.
Contagiarse con este coronavirus no garantiza inmunidad, y es posible volver a padecerlo si no desarrolló los anticuerpos necesarios. Además, como el virus muta también puede contagiarse con otra variación genética.
Aunque, la lección más importante de todas y más sensible es que los niños y adolescentes sí enferman, pueden tener complicaciones, quedar con secuelas o morir; por lo que depende de los adultos proteger, cada vez más, la infancia y conducir los estilos de vida de los adolescentes hacia el autocuidado.
En Cuba, no se ha reportado ningún fallecido en edad pediátrica, resultado que se debe, en gran medida, al robusto protocolo de actuación con una atención médica personalizada acorde a las necesidades.
El personal de la salud realiza un trabajo minucioso para prevenir lesiones secundarias relacionadas con la infección, a través de la vigilancia ante los signos de alarma y la aplicación precoz del tratamiento, porque la finalidad es minimizar las secuelas biológicas y psicológicas.
No obstante, corresponde a los padres y a toda la familia garantizar la mayor seguridad para los menores de edad y contribuir así a que se mantengan saludables.
Al respecto, la doctora Lissette del Rosario López González, jefa del Grupo Nacional de Pediatría del MINSAP, ofrece respuestas a algunas interrogantes de la población acerca del comportamiento de la COVID-19 en edades pediátricas.
¿Cuáles son los síntomas del coronavirus en la población pediátrica?
La población pediátrica, por lo general, cursa la enfermedad de forma asintomática o con síntomas muy leves. Aunque en los menores de edad como en los adultos, la COVID-19 no es una enfermedad netamente respiratoria. Con frecuencia se cree que si no tiene tos, catarro o falta de aire no está enfermo con el virus y esto es uno de los estigmas a derribar.
En este año de pandemia se ha demostrado que si bien la neumonía es la manifestación más común, también un número importante de pacientes, que incluso han llegado a la gravedad, tuvieron trastornos digestivos, dígase vómitos, diarreas y, en menor medida, dolor abdominal.
Además pueden presentar signos neurológicos, por lo que si la madre detecta cambios en el comportamiento del menor, que esté decaído, tenga fiebre, cefalea, pérdida del apetito, del gusto o el olfato resulta necesario descartar una posible infección por SARS-CoV-2.
Para el diagnóstico de estos pacientes también debe tenerse en cuenta la epidemiología, es decir, si donde vive es un área que está en transmisión, es contacto de casos sospechosos o positivos o si ha estado expuesto a aglomeraciones sin cumplir las normas de bioseguridad.
La edad pediátrica abarca desde el nacimiento hasta los 18 años y la sintomatología varía en dependencia de la edad y su capacidad de referir los síntomas, y en el caso de los niños pequeños depende de la percepción de los padres.
Con frecuencia, la infección viral transcurre con sintomatología respiratoria o manifestaciones neurológicas, digestivas y cardiovasculares, y es que algunos menores de edad reportaron, además, trastornos de ritmo cardiaco y presión alta.
En Cuba han predominado los pacientes asintomáticos y dentro del grupo de los sintomáticos aquellos con manifestaciones respiratorias como obstrucción nasal, secreción, dolor de garganta, otitis y dificultades respiratorias que han derivado en neumonías.
¿Cómo se contagia la COVID-19?
La COVID-19 se contagia a través de las microgotas de saliva o el contacto con las secreciones que puedan estar en las superficies que tocamos, por lo tanto el nasobuco o mascarilla sanitaria forma parte de la protección, es una prenda de vestir y un escudo de salud; porque reduce significativamente el contagio.
De ahí que las normas de bioseguridad y de protección no sean solo para el personal de la salud. A diario vemos cómo los menores de edad son contactos de casos confirmados y muchas veces en los propios hogares.
Es casi imposible que los padres estén aislados de sus hijos o que no tengan contacto físico con los lactantes, pero hay que extremar las medidas, dígase el lavado de las manos, el uso del nasobuco, si tenemos manifestaciones respiratorias hay que aislarse y acudir a las instituciones de salud.
¿Afecta la COVID-19 a los niños?
La COVID-19 sí afecta a la población pediátrica. En los primeros reportes en Wuhan llamaba la atención que respecto a los adultos tiene una menor incidencia y el porcentaje de quienes llegan a la gravedad también es menor. No obstante, durante estos meses de pandemia han incrementado los casos en menores de edad.
Los niños sí pueden evolucionar a formas graves de la enfermedad y fallecer. El hecho de enfermar los pone en una condición de riesgo de llegar a estadios críticos, más si tienen factores de riesgos asociados, comorbilidades o son vulnerables.
Aunque la gran mayoría de esta población es saludable, existen niños diabéticos, cardiópatas, asmáticos, epilépticos, con lesiones oncológicas, enfermedades hematológicas o inmunodeficiencias; y al adquirir la COVID-19 el peligro es mucho mayor.
En Cuba, la incidencia de casos se ha mantenido entre un 10 y un 12 por ciento; pero en el 2021 se incrementó y en este último mes mantenemos un promedio de alrededor de más de 100 niños por día. Son cifras alarmantes.
Si bien los niños cursan la enfermedad de forma asintomática o leve, en su convalecencia están evolucionando hacia signos prolongados de la COVID-19 o las llamadas secuelas a corto plazo, con trastornos de adaptación, sueño, alteraciones en la conducta y neurológicas, arritmias e hipertensión.
¿Qué debería hacer si mi hijo presenta síntomas de COVID-19?
En el pesquisaje activo que se hace por la comunidad está incluida la población pediátrica, pero los padres deben estar conscientes de que son los principales pesquisadores de sus hijos.
Todo familiar que haya estado vulnerable o que fuese contacto de un positivo debe informarlo en el consultorio médico de la familia, y si los niños y adolescentes en el hogar comienzan con síntomas también deben decirlo.
En el caso de dirigirse directo a un hospital pediátrico, estos tienen sus consultas de clasificación y según el triángulo de evaluación pediátrica se activa todo el protocolo de actuación.
Ante la mínima inquietud o interrogante es preciso contactar al sistema de salud en cualquiera de sus variantes.
¿A partir de qué edad mi hijo debería usar el nasobuco?
La población con edades superiores a los dos años puede usar el nasobuco, siempre con la supervisión de los padres. En el caso de los niños con manifestaciones respiratorias o patologías que lo pongan en una condición de no poder actuar en caso de vómito o acceso de tos, requieren de la vigilancia constante de los adultos.
En los círculos infantiles y las escuelas se les ha enseñado a usar adecuadamente el nasobuco y los infantes se han adaptado de manera responsable a utilizarlos de forma adecuada: cubriendo la boca y la nariz.
Durante los últimos meses, al igual que ha aumentado de forma general la cifra de pacientes con COVID-19 en edades pediátricas también ha incrementado la cantidad de neonatos (hasta 28 días de edad) con la enfermedad. No obstante, un solo paciente en este grupo etario se ha reportado en estado grave.
Acerca del comportamiento de la pandemia en los recién nacidos responde a algunas preguntas de la población la doctora Elizabeth de la Caridad López González, especialista en primer grado de neonatología y funcionaria del Departamento Materno Infantil del MINSAP.
¿Puede una mujer embarazada transmitir el virus al feto?
No se ha demostrado la transmisión de la enfermedad de la embarazada al feto y en Cuba no hay transmisión vertical, es decir, a través de la placenta al feto y posteriormente a los neonatos que nacen de madres COVID-19 confirmadas. Hasta ahora los recién nacidos positivos han sido infectados por sus padres, convivientes y visitantes a sus hogares.
¿Es seguro que una madre infectada de coronavirus amamante a su bebé?
A través de la leche materna tampoco se ha demostrado que se transmita el virus y la Organización Mundial de la Salud habla a favor del amamantamiento, al ser alimento esencial para el bebé, porque lo fortalece y protege contra las enfermedades virales.
Aunque, algunas Sociedades de Neonatología a nivel internacional refieren que, para proteger al infante, si la madre se mantiene positiva al SARS-CoV-2 no debe dar el pecho directamente, sino extraer la leche materna y dársela al bebé o alimentarlo a través de los bancos de leche humana, para evitar el contacto físico. Además de usar nasobuco y lavarse las manos con anterioridad.
¿Los neonatos de madres positivas desarrollan alguna complicación?
Al ser una nueva enfermedad ahora es que se realiza el seguimiento a los pacientes, por lo que hasta el momento no se puede decir si desarrollan alguna complicación. No obstante, si el niño nace pretérmino o tiene algún problema al nacer tampoco se puede decir que sea provocado por la COVID-19. Hasta ahora los bebés en Cuba han evolucionado bien, pero hay que seguir investigando.
¿Cómo proteger los recién nacidos cuando dependen de la atención de sus padres?
El cuidado de estos niños debe ser esencialmente por los padres y al atenderlos tienen que usar nasobuco, lavarse las manos, mantener las superficies limpias y las habitaciones ventiladas. Asimismo, las visitas en el hogar deben restringirse y en el caso de acudir alguna persona, los niños deben permanecer en sus cunas sin contacto con los visitantes.
No deben hacerles muestras de cariño, es decir, besos en la cara, las manitos, ni acercarle el rostro al bebé. Tampoco acudir con los recién nacidos a espacios públicos. En el caso de los padres que trabajan en la calle, antes de manipular al bebé tienen que bañarse y continuar utilizando el nasobuco, porque es lo que sí ha demostrado que protege, al igual que la distancia y la higiene de las manos y superficies.
Cuidar de “los que saben querer” es una responsabilidad de cada familiar, adoptar estilos de vida que contribuyan al autocuidado, convirtiéndose en ejemplo para todos en el hogar sigue siendo la tarea de orden.
En mi barrio los niños andan jugando en el camino unos con otros y eso que hay varios casos pasandolo en sus casas y yo nunca he visto pasar pesquisando a la población y cuando enfermas y pasa el covid en casa no vienen ni a ver como estas