En Cuba cada día es más común ver personas con dos nasobucos, quizá sea un movimiento natural para sentir más protección, el mero hecho de hacer más para cuidarse, pero, ¿es un acierto o un error?
Esta tendencia tampoco es casual, ha coincidido con la alta meseta en el rebrote de la COVID-19 en las últimas semanas en la mayor de las Antillas.
Una investigación de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, concluyó que una mascarilla protege, pero dos hacen un mejor trabajo.
El análisis de los CDC señaló que colocar una sobre otra puede bloquear el escape del 92,5 por ciento de las partículas potencialmente infecciosas y que estas bien ajustadas proporcionan el mayor rendimiento tanto en el bloqueo de la emisión como en la exposición a ella.
Ahora bien, varios estudios han confirmado la idea de que los nasobucos parecen ser mejores protegiendo a la gente alrededor que al mismo portador, debido a que obstaculiza la emisión de partículas.
Los virus respiratorios como el coronavirus SARS-CoV-2 necesitan un conducto claro para entrar en las vías respiratorias.
Las mascarillas que cubren la nariz y la boca crean barreras, obstáculos, para el tránsito de salida y/o entrada de las microgotas. El mejor nasobuco es el que más limite o dificulte esa invasión sin dañar la respiración del portador.
“El punto no es hacer una mascarilla hermética”, opinó Linsey Marr, experta en transmisión de virus del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia en declaraciones al The New York Times.
“Más bien, las fibras que la componen crean una caótica carrera de obstáculos para el aire y para cualquier cargamento infeccioso. El aire debe seguir este tortuoso camino, las cosas grandes que lleve no podrán seguir esos obstáculos”, ilustró Marr.
Tampoco es absoluto el sentido común de usar doble cubrebocas. No es recomendable para todas las máscaras, según los CDC, no se deben combinar dos desechables, pues no están diseñadas para ajustarse bien y el uso de más de una no lo mejorará.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda en su web que las mascarillas deben utilizarse como parte de un enfoque integral que incluya la adopción de todas las medidas posibles: mantener el distanciamiento físico, evitar entornos cerrados y concurridos en los que haya contacto directo entre personas, una buena ventilación, lavarse las manos, cubrirse al estornudar y toser, entre otras.
Puntualiza la OMS que, según su tipo, estas podrán emplearse para proteger a las personas sanas o para prevenir una transmisión ulterior y, mientras se usan, se debe mantener la distancia física de los demás, pues usar un cubrebocas no significa que pueda tenerse un contacto directo con otras personas.
“Si recibe en su casa a un visitante, use una mascarilla si no puede mantener una distancia física o la ventilación es deficiente”, enfatizan los consejos del organismo sanitario internacional.
Sobre la elección de un nasobuco de tela, los más usados en Cuba, la OMS indica comprobar la filtración, la respirabilidad y el ajuste.
Debe mantenerse cómodamente con un mínimo ajuste utilizando bandas o cintas elásticas. Hay diferentes formas, como la de pliegue plano o la de hocico de pato; cada quien debe comprobar cual se ajusta mejor a su nariz, mejillas y barbilla.
Cuando los bordes no están pegados a la cara y se mueven, como al hablar, el aire penetra a través de esos bordes en lugar de filtrarse a través de la tela.
También se desaconseja el uso de mascarillas con respiraderos o válvulas de exhalación, porque permiten que el aliento escape sin ser filtrado.
Los nasobucos de tela deben confeccionarse con tres capas de ese material: una interna de material absorbente, como el algodón; una intermedia de material no absorbente y que no esté tejido, como el polipropileno; y una exterior de material no absorbente, como el poliéster o una mezcla que lo contenga.
Pero todo sería en vano si no nos aseguramos de desinfectarnos las manos antes de tocar la mascarilla, no compartirla con otras personas, no resistir la tentación de bajarla hasta la barbilla o de quitársela al hablar con otros.
Además, no se puede obviar guardarlas en bolsas de plástico limpias; no usarla si está deteriorada; no cruzar las tiras porque esto puede dejar espacios en los lados de la cara; evitar tocarla mientras se lleva puesta; cambiarla si se ensucia o se humedece; lavarla con jabón o detergente y preferiblemente en agua caliente (al menos a 60 grados Celsius), o de no ser posible, lavar en agua a temperatura ambiente y luego hervirla durante un minuto.
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