La covid lo ha demostrado, no es una racha que se acaba en cualquier momento. Su dinámica es desconcertante, y ensimismados como estamos en la llamada “nueva normalidad”, la mayoría apenas toma nota de ello.
Las estadísticas de Sancti Spíritus de esta semana —con las cifras de confirmados más bajas de los últimos nueve meses y un noviembre con un marcado descenso de la letalidad— pudieran parecer los últimos dígitos a estampar en las gráficas del curso de la pandemia en la provincia.
Sin embargo, esta especie de sal en la que se ha convertido el SARS-CoV-2 aún la tenemos encima. En palabras de los epidemiólogos, el virus circula todavía en los ocho municipios espirituanos y el peligro de transmisión de la enfermedad persiste.
Yaguajay, Taguasco y La Sierpe mantienen áreas de alto riesgo, al notificar tasas de incidencia en los últimos 15 días que sobrepasan los 140 casos confirmados por 100 000 habitantes, muy superior a la media provincial.
En la ruleta de la covid, Venegas, en Yaguajay, vuelve a ser blanco, y hoy presenta un escenario epidemiológico complicado, al igual que Meneses y áreas de salud de los policlínicos de Taguasco y La Sierpe.
A juzgar por el descenso en la curva de contagios, diciembre debiera notificar un día con cero casos; pero la viralidad del exceso de confianza puede deshacer cualquier pronóstico.
La indisciplina ciudadana y su permisividad son leña seca para el coronavirus; en tal sentido, resulta inexplicable la realización de un festejo estudiantil universitario en la discocentro de Los Olivos, donde, pometas de ron mediante, los protocolos fueron vilipendiados a la misma altura de los decibeles de la música. Ante esta y otras violaciones, la Comisión Provincial de Recreación alertó que se mantiene la prohibición del funcionamiento de las discotecas en salones cerrados.
Y no es rareza, tampoco, que alguien relate la anécdota de una reunión de amigos, donde solo había una mortal con nasobuco y decidió quitárselo para no ser la nota contraria.
En este contexto, y aunque no de manera alarmante, Sancti Spíritus ha reportado pequeños brotes de Infecciones Respiratorias Agudas (IRA), propias de la época del año, y sobre las cuales se realizan estudios virológicos en el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí, de La Habana, para descartar la circulación de la influenza y otros coronavirus ya conocidos.
El incremento de casos en las consultas de IRA revela que hay descuido en las medidas de autoprotección. Y es que en este gran nido que habitamos, aun inmunizados con vacunas de probada eficacia, nadie es infalible.
La covid ha probado fuerzas naturales y científicas y, perdónenme la crudeza del símil, parece tener la longevidad de las cucarachas. Ahora, la variante ómicron, detectada por primera vez en noviembre en Sudáfrica, pone en tensión al mundo.
A pesar de no contarse con estudios suficientes indicativos de la mayor o menor transmisibilidad o severidad de esta cepa, la Organización Mundial de la Salud la considera como una modalidad preocupante.
Pensarlo como es, un virus sin rostro, obliga a que la irresponsabilidad “importada” no abra puertas a otros rebrotes. Este 4 de diciembre entran en vigor nuevas medidas de reforzamiento del control de viajeros internacionales en frontera. Inicialmente, se aplicará, entre otras regulaciones, la cuarentena obligatoria por siete días en un hotel destinado al efecto para personas provenientes de las ocho naciones donde se reportan casos aislados de ómicron, han publicado medios nacionales.
Los viajeros que arriben de otros países tendrán exigencias; pero no deberán cumplir cuarentena obligatoria. El protocolo dicta vigilancia epidemiológica durante 14 días por el médico y enfermera de la familia. Experiencias anteriores dan señales de que no siempre se han cumplido las disposiciones por una u otra parte, y los contagios han cobrado vidas con creces.
La prudencia, la higiene, el nasobuco, la distancia física, el amor al otro, las vacunas… nos han librado de mil males. Asumamos la nueva normalidad con las lecciones de vida que nos dejó la vieja. Ante una de las más terribles pandemias vividas por el mundo, no confiemos solo en las botellas tiradas al mar con mensajes para la salvación humana.
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