Han debido convertirse en lo que no eran: lidiar, en el hogar, con una convivencia minuto a minuto a la que no estaban acostumbradas desde que los pequeños fueron a la escuela; hacer las veces de maestras; convertirse en auxiliares de la Salud allí en el barrio, o en el centro de asilamiento donde decidieron colaborar de la manera en que resultaba necesario.
Se han dicho, desde que la COVID-19 decidió desafiarlas, que lo único importante es la vida, y si para salvar la descendencia hay que ofrendar la propia, que así sea. Han ido hombro a hombro con los varones, salidos también de entrañas amorosas, a la batalla. Batalla, en estos tiempos, significa vestir de verde aséptico y lidiar con enfermos o sospechosos de estarlo; o ir ataviado como sea, pero con el corazón latiendo al compás de los tiempos.
Apenas por los ojos asoma la ternura. Detrás del nasobuco se han bebido las lágrimas, sin dejar de hacer. Los que peligran, a pesar de los tratamientos de la Medicina cubana, y también los que ya partieron por cuenta de la enfermedad son, igual, sus hijos. No es de madre cubana la indiferencia ante la muerte o el dolor.
Cada una en su frente; más joven, más adulta, de edad madura o en la tercera edad, persisten, porque entregarse al cansancio o a la rutina sería perecer, y eso no cuenta entre los planes. Inventarse respuestas, para los pupilos y para la vida, sea en el lugar que sea, ha sido la determinación de las madres cubanas. En décadas de existencia sitiada por limitaciones y carencias aprendieron a sobrevivir, y a sacar adelante no solo a la familia, sino también a la nación.
Y cuando pareciera que hace falta una tregua, que no se puede más, que entre el encierro y la zozobra la esperanza naufraga, ellas se constituyen en orilla, en alma salvadora, en bálsamo sutil.
Nadie creyó que habría otra lucha que la de preservar la paz, la independencia, el orgullo de continuar haciendo por propia voluntad. Pero emergió, de un virus volátil y mortal, la otra batalla, la del combate cuerpo a cuerpo con lo invisible para salvar la obra mayor.
Cuando mayo vuelve a marcar el calendario con una fecha de suprema gloria cabe a las madres el orgullo de haberse juntado, como en un solo haz, para tomar cuerpo de Patria. Es Cuba el altar ante el cual se reza por la sobrevivencia, el motivo final, el escudo en combate.
Multiplicada en cada sitio: hogar, institución educativa, hospital, centro de producción o de servicios, laboratorio, puesto de dirección, finca, medios de comunicación y otros, ahí están las mujeres, como en aquella disyuntiva martiana de la Nubia o la madre.
La Nubia es Cuba, y las madres, todas las que la hacen. Salvando la comparación con aquella consigna de la guerra soviética contra el fascismo, la madre Patria, también aquí y ahora, llama.
Emocionantes palabras
Al parecer solo cuentan las madres políticas? Mensajes siempre políticos. Yo en cambio hago extensiva mi felicitación a toda mujer convertida en madre,; y también a todas aquellas que son serlo fisiológicamente se comportan como tal. Felicidades a todas las madres del mundo.