Siempre con un curioso desfasaje que no lo hizo menos glorioso, el 15 de mayo de 1895 se van los espirituanos a la manigua, transcurridos dos meses y 22 días del alzamiento nacional del 24 de febrero de ese año, en la Guerra de Independencia, también llamada Guerra Necesaria o Guerra de Martí, contra el dominio colonial español en Cuba.
Circunstancias parecidas en cuanto a dificultades de organización, carencias materiales y la persecución de las autoridades ibéricas en la comarca, hicieron posponer ahora, como en la Guerra Grande, el estallido libertario, pues en aquella contienda iniciada por Céspedes el 10 de octubre de 1868, Sancti Spíritus se incorpora el 6 de febrero de 1869; es decir, tres meses y 27 días más tarde.
Un factor que explicaría por si solo la tardanza en la respuesta espirituana a la lucha organizada por Martí fue el fracaso del Plan de Fernandina, proyecto con el cual se contó hasta enero de 1895 para detonar la insurrección en esta parte central del país, a partir del desembarco de una nutrida expedición que debía llegar desde Estados Unidos encabezada por los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez.
Decididamente, no era lo mismo secundar un desembarco que iniciar la lucha casi sin recursos de guerra para enfrentar a un ejército regular bien apertrechado y entrenado, como el que disponía España en Cuba. Pero no era todo, pues debe tenerse en cuenta también el daño causado por el caudillismo y el regionalismo en tierra espirituana, las disensiones y rivalidades internas, que junto a lo acontecido en otras partes de la isla condujeron en 1878 al infamante Pacto del Zanjón.
La dolorosa toma de experiencia teniendo como escuela la propia guerra cruel y despiadada, en medio del proceso de forjamiento de la nacionalidad y la nación en ciernes, fueron la base del surgimiento de un fenómeno negativo como fue el desencantamiento de figuras influyentes dentro del campo insurrecto, que, como Marcos García Castro, en Sancti Spíritus y Juan Bautista Spottorno, en Trinidad, abjuraron de la lucha libertaria para convertirse en elementos colaboracionistas con España.
Ellos, García y Spottorno, devinieron pilares del llamado Partido Liberal Autonomista en la región, una formación política integrada esencialmente por cubanos, que medró a la sombra del Gobierno colonial en Cuba, al punto de convertirse en sustento civil de las autoridades colonialistas y enemigos confesos de los aprestos libertarios.
Contra ellos y su acción desmovilizadora, hubo que librar una dura batalla ideológica de la cual Martí, en especial consciente del daño que representaban para la causa separatista, tomó providencias desde su exilio en Estados Unidos, algo que tuvo muy presente en las instrucciones que dio al comandante del Ejército Libertador Gerardo Castellanos Leonard, su enviado especial a las tierras del Yayabo, en la misión que le confió de fundar aquí el Partido Revolucionario Cubano, en cumplimiento de la cual llegó a Sancti Spíritus el 12 de agosto de 1893.
Castellanos Leonard vino prácticamente a tiro hecho y en el mayor secreto, pues ya lo esperaban espirituanos prominentes de ideas definidamente independentistas, como el maestro Manuel Jané Román, en cuya casa se produjo el encuentro, y Luis Lagomasino, elegidos presidente y vice, respectivamente, del PRC en la jurisdicción.
La organización de base del Partido en la villa del Yayabo creció y ganó en organización pese a la acción política desmovilizadora de los autonomistas de Marcos García y la persecución de los agentes españoles, a quienes sus miembros se afanaron en “torear”.
Siempre en contacto con la dirección del Partido, mucho más precaria desde el momento en que el Apóstol partió hacia República Dominicana al encuentro de Máximo Gómez, en enero de 1895, lo cierto es que ya Lagomasino, según confesión propia, había recibido la orden de alzamiento desde inicios de año en Cienfuegos, de manos del independentista Tranquilino Latapier, enviado por el representante en Cuba de José Martí, el periodista Juan Gualberto Gómez.
En cumplimiento de esa orden se preparó todo para el levantamiento en armas en Sancti Spíritus el 13 de abril del citado año, pero las autoridades españolas, mediante delación de un tal Vicente Febles, detuvieron dos días antes a Luis Lagomasino, la figura principal de los conjurados espirituanos.
Aquel golpe inesperado no logró torpedear la moral de los patriotas de la tierra del Yayabo, menos aún cuando se conoce que el 21 de abril se había levantado en armas cerca de Morón, Joaquín Castillo, veterano de la Guerra del 68, y que cuatro días después se había alzado también en Vega Alta, Vueltas, Villa Clara, el doctor Juan Bruno Zayas, cuyo grupo no tarda en unirse en la finca Las Delicias, en los límites con Yaguajay, al pequeño contingente de Castillo, que, desde entonces, no para de engrosar sus filas.
Conociendo la presencia de algunos de los suyos cerca de Tayabacoa, Lagomasino se fuga en la tarde del 15 de mayo de 1895 de la instalación donde los españoles lo mantenían internado en Tunas de Zaza. De Tunas se dirigió a la finca La Cueva, cerca de Tayabacoa, y allí se le unieron Ramón Solano, José Salina, los hermanos José y Francisco Rosendo, José Cabrera, Rafael Mursulí y Manuel Gómez, precariamente armados, pero decididos como él, a cumplir su compromiso con la patria.
Así, en la noche del 15 al 16 de mayo de 1895 y por orden de José Martí, Sancti Spíritus se declaró en guerra contra el dominio colonial español, dando inicio a una progresión de alzamientos que aportaron a la lucha contra España una nueva dimensión en el centro de Cuba.
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