Con las mieles a flor de piel por el buen desempeño en Tokio, Cuba ya remoja sus barbas para la cita de París, en apenas tres años, luego del retraso de la versión nipona por cuenta del coronavirus.
Es consenso que nuestros atletas se crecieron en Japón para lograr una cosecha casi impensada. Mas, ¿podremos embelesarnos hacia Francia 2024? No lo creo, tras algunas preocupaciones que dejaron los podios de Tokio. La primera de ellas es que la inmensa mayoría de los medallistas en esa cita llegaron allí de la mano de la experiencia y algunos de la longevidad, al menos, deportiva. Ello induce a suponer que no todos podrán llegar al magno evento europeo, por lógicas de la biología, y si llegan…
¿Piensa usted en un Mijaín, sometido a otros tres años de extrema preparación para su quinta corona? ¿O en una Idalis, con palmarés parecido? No dudo de la capacidad y el talento de ambos, pero… tales factores hay que tenerlos en cuenta, tanto como los años que cumplirá otro de los medallistas dorados, el espirituano Serguey Torres, líder de la canoa en Cuba.
Algo similar sucede en el boxeo. De los medallistas actuales, todos, excepto Andy Cruz, llegarían con más de 30 años; mucho más Roniel Iglesias, aunque en el caso de este deporte, ciclo tras ciclo, con hombres diferentes, siempre ha garantizado su aporte, pese a que la amenaza mayor en este sentido no es ni siquiera interna.
Lo peor que pudiera pasarle a Cuba es que se materialicen las amenazas de exclusión de este deporte a partir de declaraciones del presidente del COI Thomas Bach, sobre su seria preocupación por los malos manejos en las federaciones de Boxeo y Levantamiento de Pesas. Al preguntársele en una entrevista publicada en el diario francés L’Equipe, y de la que se han hecho eco varios medios de prensa, sobre si podrían ser excluidos del calendario de París aseveró que tomarán “una decisión lo antes posible en interés de los deportistas”.
Ojalá, como ha sucedido en otras disciplinas y hasta países como Rusia, no se bote el sofá y los atletas no paguen los desmanes de los federativos. En el caso de Cuba, se trata del deporte que más medallas y títulos le ha aportado en la historia olímpica y es el que, como en Japón, decide nuestra ubicación en el medallero.
Y usted dirá: si en Japón rompimos pronósticos fue en parte porque en cada ciclo Cuba se reinventa, gracias al diseño de su desarrollo deportivo… Le concedo la razón; pero, otros factores pesan. Un elemento a tener en cuenta es que la pandemia ha mantenido inactivo por dos años a la mayoría de los deportistas cubanos y eso se sabe que pasa la cuenta. Durante esta etapa no solo las Escuelas de Iniciación Deportiva y academias se mantuvieron paralizadas; también las áreas deportivas y ya se sabe que parte del talento que pudiera estar en París 2024 proviene de esa escalera.
Mucho peor: todas las competiciones, excepto la Serie Nacional de Béisbol, fueron paralizadas, incluidos los Juegos Escolares y Juveniles, que resultan esa especie de “olimpiadas” internas a falta de otro tipo de roce internacional y hasta nacional.
Otro flagelo que impone un duro reto para las esperanzas cubanas es el del abandono del país de no pocas figuras; sobre todo, jóvenes que eran matrícula de los centros nacionales de alto rendimiento o miembros de las principales selecciones. Y no hablo de los peloteros que, si bien son los más notorios, no deciden en este caso. pues ya se sabe que el béisbol no forma parte del calendario olímpico de París. Me refiero a integrantes de los equipos de atletismo, boxeo, judo, lucha… disciplinas que sí determinan en el medallero cubano y se han quedado en el exterior.
No puede perderse de vista la difícil coyuntura económica del país que toca al deporte como a todas las ramas, al margen de la prioridad que el Estado le ha concedido a este sector por años. Se sabe que en la mayor parte del mundo el deporte se sustenta sobre la base de patrocinio y, aunque ya se escuchan algunos intentos de aplicar algunas variantes a partir de la ayuda “empresarial” o la búsqueda de esquemas propios de financiamiento, existe mucha, mucha tela por donde cortar y, en primera y última instancia, París está demasiado cerca como para soñar con esta opción.
Una vía que pudiera aportar al crecimiento de nuestros atletas al plazo que impone Francia son las contrataciones y las becas en el exterior, pero estas siguen siendo exiguas para lo que se necesita.
Para Tokio la materia prima estaba ahí, más disponible. Incluso, a pesar de que el grueso de los medallistas cargaba con la garantía de la experiencia, la cita dejó ver buenas credenciales en talentos, que, por su edad, alcanzarían su experticia en París, si no se malogran en los poco más de tres años que restan. Hablo de representantes del canotaje, el atletismo, la lucha, las pesas…
El tiempo apremia, pero está aún a favor. Le toca a Cuba diseñar desde ya qué hacer para Francia y cómo enrumbar sus prioridades para los llamados deportes estratégicos, esos que soportan los pronósticos. Ya Japón demostró que no se trata de llenar capacidades, sino de ser eficiente con lo mejor que se pueda “construir” en este tiempo, tal como se logró en Tokio: 16 hombres, en una delegación de 69, conquistaron 15 preseas y un lugar 14.
En el lapso que media hacia la capital gala, algunas luces pueden aportar eventos en los que debe estar la cantera de la Olimpiada más próxima: los Primeros Juegos Panamericanos Junior, que están al doblar de noviembre; los Centroamericanos y los Panamericanos, estos dos últimos en el mismo año 2023, en San Salvador y Santiago de Chile, respectivamente.
O sea que, en este ciclo galopante y recortado, Cuba tendrá que ponerse muy bien las pilas. No solo le toca buscar la reconquista de su hegemonía regional en ambos eventos, sino hacer que las aspiraciones rumbo a París sean tan altas como la torre Eiffel.
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