Cuba en el Campeonato Mundial de Béisbol Sub-23: ¿podremos?

Apenas puso un pie en la nación azteca, la selección nacional atrajo la mirada de los seguidores y los que esperan ver hasta dónde esta vez puede llegar luego de tener este año dos pésimos antecedentes: la ausencia de Cuba por primera ocasión en los Juegos Olímpicos y la derrota en el pobre torneo de Curazao, al que se llegó con un equipo de nivel.

Es verdad que, hasta cierto punto, no se trata ni de los mismos equipos ni de los mismos torneos; pero, a fin de cuentas, para los cubanos béisbol es béisbol, de la edad que sea, y para la composición que en los últimos años han tenido las Series Nacionales, con una fuerte presencia de peloteros de esta categoría, varios de los cuales han llegado hasta la principal selección, este es otro Cuba.

Ese elemento del fogueo obligado de estos peloteros jóvenes en el principal clásico cubano ante la falta de atletas de mayor experiencia le ha dado crecimiento al equipo, cuyos integrantes se han debido enfrentar a un nivel superior. Ello ha compensado, en parte, la falta desde hace dos años del evento nacional de la categoría a causa de la pandemia y ofreció luces para la conformación del elenco.

Roto el hielo, el camino apenas comienza en un certamen donde Cuba, como la mayoría de los adversarios presentes, irá conociendo sobre la marcha.

Como información general, se sabe que la inmensa mayoría de los elencos están integrados por talentos que tienen el fichaje de las ligas menores de Estados Unidos o participan en las ligas del Caribe y así aventajan a los nuestros en el juego diario, tan importante para enfrentar torneos cortos. Algo similar sucede con los asiáticos, cuya tradición en la pelota abarca todas las categorías.

Uno de los problemas de la selección nacional es la falta de roce internacional con sus homólogos, pues desde el 2019, cuando se logró la clasificación a este Mundial con la plata en el Panamericano, no se ha desarrollado ningún otro evento y contados son sus integrantes que han asistido a los poquísimos torneos de la primera categoría en ese propio período.

Mas, una de las distinciones, precisamente, es que aquella medalla de plata del Sub-23, hace dos años, es lo mejor que ha protagonizado Cuba en todas las categorías en los últimos tiempos, aunque no todos los que la lograron están presentes ahora.

Por el desempeño de los atletas en Series Nacionales, esta selección parece ser más ofensiva y más completa, aunque se adviertan debilidades en el cuadro; un departamento que, por los nombres, parece más sólido es el pitcheo, con muchachos que han enfrentado un bateo superior en las Series Nacionales y eso, a la larga, les ha permitido un desarrollo más acelerado.

Tampoco hay mucha luz de cómo se comportó cada quien en una preparación que estuvo signada por la presencia de la covid entre algunos de sus integrantes y dos escenarios distintos: el estadio José Antonio Huelga, de Sancti Spíritus, y el Latinoamericano, de la capital cubana.

Hay que ver cómo son los manejos de los brazos, uno de los asuntos pendientes del béisbol cubano en eventos internacionales y hasta en el doméstico. Habrá que sopesar si Eriel Sánchez, mánager que clasificó a Cuba a este evento, es fiel a lo que ha anunciado y es capaz de mover las fichas según los dictados del juego y del torneo, y también de traducir en el terreno la fogosidad y la rapidez que ha presentado como credenciales de su elenco.

Al margen de los primeros juegos, le falta carretera a este Mundial recién estrenado, en el que tampoco se puede pestañear porque, por el diseño de la competencia, cada partido puede costar.

Según el sistema, los tres mejores de cada uno de los dos grupos pasan a la súper ronda, en tanto los resultados de los enfrentamientos de la llamada ronda de apertura entre esos tres que avanzan se arrastran y serán contados para definir los cuatro clasificados a la final, así como las posiciones definitivas.

Cuba juega en el grupo A y le tocaron en línea los tres rivales que, al menos en papeles, parecen los más fuertes en su llave. De acuerdo con el calendario oficial del certamen, este sábado los nuestros enfrentarán a Taipei de China. Después debe aliviar un poco ante Alemania el domingo y cierra con República Checa el lunes 27.  En el B juegan Venezuela, Colombia, Corea, Nicaragua, Países Bajos y Panamá.

Tal como se advierte, en esta Copa faltan las dos mejores naciones del béisbol mundial: Estados Unidos y Japón, que, por cierto, es uno de los dos campeones de esta categoría —el otro es México—, y eso puede equilibrar un tanto la calidad de los participantes, aunque será la competencia la que enseñe quién es quién.

Una de las motivaciones para Cuba es lograr una ubicación que mantenga al béisbol nacional entre los primeros 12 del ranking universal, cuando hoy está casi en el pico de la piragua al ocupar el puesto 11. Si ello se logra, garantizaría nuestra presencia en el Premier-12 en el año 2022, lo más alto que le viene quedando al béisbol amateur luego de que la Olimpiada de París eliminara la pelota en su calendario y los Clásicos Mundiales entraran en fase de suspenso.

Eriel llegó con aspiración de oro y eso es válido por la mentalidad optimista con que se enfrenta cualquier competencia. Pero alcanzar esa cúspide precisa de algo más que entusiasmo. Lograr una medalla sería un excelente resultado si nos atenemos no solo a que es el debut de Cuba en estas lides, sino a la orfandad de preseas que tiene la pelota cubana.

Varios espirituanos lo acompañan en ese empeño: el receptor Loidel Rodríguez, los jugadores de cuadro Rodolexis Moreno y Diasmany Palacio, el jardinero Geisel Cepeda y el lanzador José Eduardo Santos, subido por un cambio de última hora, mientras Rafael Muñoz y Nelson Ventura integran el cuerpo de dirección. 

Cuba traspasa las fronteras geográfico-sentimentales y nos conmina a ponerle vibra positiva en medio de la angustia de esta pandemia.