De manera general, el deporte cubano dispone de buena retaguardia. Y esa, al menos para mí, es la mejor cosecha de la delegación antillana que compite en los Primeros Juegos Panamericanos Junior que terminan este domingo en Colombia.
Lo digo al margen de la posición en el medallero que, hasta cierto punto, se corresponde con el lugar que ocupa hoy Cuba en el entorno regional, pues recordemos que en los más recientes Juegos Panamericanos se situó en el sexto escaño. Tomo en cuenta también que acá no están tampoco todos los mejores exponentes de los países del área en el segmento etario que convoca esta cita (de 14 a 23 años), y las ausencias más llamativas serían las de Estados Unidos, lo cual explica que esté liderando hoy la tabla de medallas.
Pongo en consideración, además, que la delegación antillana no acudió a este evento con la mejor de las preparaciones por lo que se sabe de la pandemia que impidió no solo mejores entrenamientos internos, sino que limitó el necesario fogueo internacional que como ya se conoce es escaso en estas categorías.
Lo que sí nadie podrá quitarle a la cita deportiva es su candor competitivo y la calidad de no pocos exponentes y en ese escenario Cuba ha podido encender sus mejores luces a base de fuerza y combatividad y también talento.
Con esos argumentos, al cierre de este jueves los nuestros habían superado el medio centenar de medallas, de ellas más de una veintena de títulos para ubicarse en la quinta plaza en una lid donde 28 de los 41 países participantes han logrado al menos una presea y las opciones de “engordar” la cosecha cubana son altas si tenemos en cuenta los deportes que restan.
Y si en otros juegos múltiples Cuba ha descansado sus esperanzas en cuatro o cinco disciplinas, en esta ocasión la versatilidad de los aportes de varios deportes ha distinguido el desempeño general, tanto como la superación de marcas personales porque de eso se trata también cuando se asiste a un evento de este tipo que, se supone, sea el más importante para el sector juvenil del continente.
Si bien no extraña el aporte del buque insignia, el boxeo, con sus cuatro títulos, más allá de algún que otro despojo y el dominio por países, ni tampoco el de los luchadores del estilo greco con cuatro oros y una plata, resulta agradable y sorprendente, por ejemplo, lo realizado por el atletismo. Y me detengo en él porque no es secreto que en los últimos eventos múltiples, incluidos los Juegos Olímpicos, muchos de sus representantes han quedado por debajo de sus marcas personales o han sufrido lesiones en masa.
Por eso agrada ver sobre todo lo ocurrido en la pista, que en aquellos propios torneos ha carecido de figuras capaces de rebasar la línea de meta en la lista de los tres primeros. El reverso de esas actuaciones ha llegado aquí de la mano de la diversidad con la conquista de seis preseas de oro, cuatro de plata y dos de bronce, cuando faltan varias finales.
No menos grato fue el desempeño del clavado, encargado de inaugurar la ruta dorada de los cubanos y de agregar otras preseas (2-2-1), y el tenis de mesa con el título de la prometedora Daniela Fonseca. Si de esperanzas se trata hay que mencionar lo realizado por las muchachas de la lucha libre con sus dos títulos y la medalla de plata, así como los judocas, que parecen decididos a rescatar el brillo tradicional de ese deporte (2-2-3), tanto como las dos platas y el bronce de las pesas y no por esperado hay que añadir la contribución del canotaje con sus dos títulos y una plata.
Y aunque no nos hemos podido despojar de la ansiedad por el oro, es justo reconocer el bronce ganado por el equipo de béisbol, tras la orfandad de preseas de este deporte a escala universal. Luego de caer ante un crecido Colombia que al final se llevó el título, los peloteros le ganaron en buena lid a Venezuela, campeón mundial Sub-23, aunque no asistiera con el mismo róster de la Copa del Mundo.
A los Juegos le quedan aún emociones, como la disputa por el sitial de honor por naciones entre Brasil y los anfitriones, y la expectativa de ver hasta dónde puede el empuje de esta “retaguardia deportiva” que le impregna cierto oxígeno al deporte cubano de cara a otros compromisos a corto plazo.
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