Cuentan que el Sol y el viento decidieron un día ir a la fiesta de sus tíos el trueno y el relámpago. Al regresar a casa, una lección de vida les recibió. La luna les enseñó que la solidaridad y el cariño precisan siempre de espacio en cada una de nuestras acciones.
“Es esa la moraleja del cuento Los tres astros, dice y toma pausa Dalila Lorenzo Hernández, ganadora de una mención de la segunda categoría de la primera edición del Concurso de Narración Oral Cuéntame Más. Son cuatro personajes que nos dejan una gran enseñanza desde que se busca su idea central”.
En sus manos tres títeres planos le ayudan a seguir el hilo de la historia del texto español y anónimo. Inflexiones en la voz, expresiones faciales y movimientos corporales construyen todo un espectáculo que como iniciativa del Consejo Nacional de Casas de Cultura navega por Internet a fin de fomentar el interés entre los menores de edad en ese acto comunicativo.
“No todas las personas saben narrar —insiste Elizabeth Hernández Chávez, instructora de arte responsable del montaje de la obra—. Por eso hay que ser rigurosos a la hora de seleccionar a quienes pueden realizar ese tipo de representación. Tienen que tener buena expresión oral y proyección escénica”.
Juntas destinaron varias horas de ensayo. Primero, analizaron cada fragmento del cuento, luego Dalila lo memorizó y, por último, entre ambas crearon los medios que le hicieran sentir cómoda a la pequeña para que la historia fluyera.
“Nos ayudó mucho el que somos madre e hija porque aprovechamos el tiempo en casa. Lamentablemente, la covid me ha impedido trabajar con mi proyecto Armonía, al que ella pertenece, junto a otros nueve estudiantes de la escuela primaria Julio Antonio Mella, de la ciudad de Sancti Spíritus, donde trabajo desde hace un año”, refiere Elizabeth, egresada de la cuarta graduación de instructores de arte en la especialidad de Teatro.
Mientras, Dalila recuerda esas tardes en el hogar con mucho entusiasmo porque así logró disipar un tanto las añoranzas por no poder compartir desde hace meses clases y juegos con sus compañeros de quinto grado.
“Me gusta hacer mucho lo que mi mamá me dice porque al actuar se aprenden valores, como en este cuento que habla mucho de la solidaridad, tan necesaria ahora con la covid para ayudar a los enfermos. Aunque hubo tardes en que no me concentraba y protestaba porque decía que estaba cansada”.
“Es que le exijo muchísimo”, nos interrumpe y la mirada maternal deja escapar el orgullo al ver que la pequeña, además de demostrar histrionismo en la escena, concatena con fluidez sus ideas.
“Me gusta ser como mi mamá para enseñar a otros niños a actuar. Además, para que sientan como yo mucha alegría cuando me aplauden porque es el reconocimiento a tantas horas de ensayo”, confiesa la niña y cada palabra encuentra respaldo en sus manos.
A juicio de la experimentada instructora de arte, esta primera edición del concurso llegó como anillo al dedo para el trabajo con el movimiento de artistas aficionados. Bibliotecarios, promotores y gestores culturales de todo el país se unieron a la gran fiesta que estimuló las habilidades de la narración oral escénica.
“Se nos pidió que, además del montaje, se hiciera un video porque el evento tenía carácter virtual. Nos fuimos para la zona del estadio José Antonio Huelga en busca de aprovechar la luz y el silencio. Dangiel Lorenzo, quien además confeccionó los títeres y es mi esposo, grabó el material. Por eso esta obra podemos decir que tiene sello familiar y cuando supimos de su reconocimiento nos pusimos muy alegres en casa porque trabajamos en unión”.
Por las propias condiciones del actual contexto, este certamen obligó a que en el mes de junio se hicieran las audiciones en todos los municipios espirituanos. En agosto se recepcionaron los videos para que el jurado provincial decidiera quiénes representarían al territorio en el concurso nacional. Solo Dalila Lorenzo y Amelia Marrero, del proyecto sociocultural jatiboniquense Dueños de la fantasía, llegaron a ese nivel.
“El trabajo de las manifestaciones artísticas en las primeras edades ayuda a sensibilizarlos por el mundo cultural y fomentar valores. Crecen de una forma más integral. Lamentablemente, me he tropezado con tutores legales que no lo ven así y prefieren que aprovechen el tiempo en repasos.
“Mis logros, durante más de 10 años como instructora, se los debo a las familias porque sin su apoyo sería imposible. Si ellos no respaldaran nuestros desempeños para que el niño estudie los textos en sus casas, alisten los trajes y maquillajes, ningún resultado nos acompañara”.
Habla con pasión de sus experiencias de recién graduada en la otrora escuela primaria Carlos de la Torre, sus 11 años en la Rubén Martínez Villena y ahora en la Julio Antonio Mella.
“El proyecto Armonía ha estado presente en cada uno de esos centros escolares, por lo que ya suman varias alegrías. Nunca he pensado en abandonar la profesión que escogí siendo prácticamente una niña, porque disfruto sobremanera el trabajo con los menores de edad.
“Aprovecho mucho el receso socializador para que, de forma espontánea, ellos vean cuánto se puede lograr si se insertan en los diferentes talleres, según sus aptitudes. Y cuando logran motivarse ya tienes avanzada la mitad del camino. He tenido estudiantes que después de vincularse han ganado en concentración y, luego de tener bajos resultados académicos, se han destacado entre los mejores”.
Con esos deseos de trabajar y tanta entrega, ya Elizabeth Hernández Chávez tiene en mente sus próximos montajes. Lo primero será aprovechar al máximo el reinicio del curso escolar para que Armonía retome su espíritu creativo y Dalila Lorenzo pueda volver a subir al escenario con otra narración oral.
“Para la segunda convocatoria del Concurso de Narración Oral Cuéntame Más tendremos experiencia y trabajaremos mucho. ¡Quién sabe si nos sorprenda otra alegría!”, concluye Elizabeth, mientras una mirada cómplice se cruza con la de su pequeña.
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