En casa no tiene televisor. Se rompió hace un tiempo y mientras sus padres hacen malabares económicos para tener de vuelta el aparato, el pequeño no se queda de brazos cruzados. Quizás otro niño en su lugar se aferraría al juego y a la confección de mundos imaginarios dentro del hogar. Mas, Cristo, con solo 11 años de edad, tiene muy claro el camino: el estudio como su primer deber.
Por eso desde que las clases presenciales se trasladaron hasta las viviendas a través de las actividades televisivas, el chico no hizo otra cosa que encontrar un sitio donde pudiera visualizar sus lecciones. Y aun cuando se establece que casos similares al suyo acudan hasta los centros educacionales más cercanos para recibir los contenidos, tropezó con la ayuda de su guía de grupo, la maestra Yamilka Gopal, quien desde su casa acompaña el proceso docente-educativo de este pequeño, perteneciente al municipio espirituano de Yaguajay.
Como Yamilka, otros tantos educadores de Sancti Spíritus, tras el nuevo escenario que le ha tocado asumir al sector en medio de esta pandemia, atienden a los alumnos que no poseen las condiciones necesarias para continuar con el aprendizaje desde sus domicilios.
En los planteles del territorio los pedagogos también se empeñan en seguir de cerca las teleclases, una estrategia del Ministerio de Educación (Mined) para garantizar la continuidad del año académico en medio de esta gigantesca ola de COVID-19 que enfrenta la nación.
Y aun cuando la familia cubana agradezca los esfuerzos del sistema educacional por proveer las materias indispensables para la formación de las nuevas generaciones por esta vía audiovisual, no son pocos los que experimentan preocupaciones en cuanto al retorno a las aulas.
¿Cómo se realizará la atención a las diferencias individuales?, ¿cómo se ajustarán los contenidos a cada una de las enseñanzas?, ¿cómo evitar que las “lagunas” que han ido quedando no afecten los grados posteriores?, son algunas de las interrogantes de varios padres.
Sin embargo, en todo eso ha pensado el gremio de la pedagogía en Cuba. Tanto es así que no por gusto el doctor Eugenio González Pérez, viceministro de Educación, en exclusiva a la ACN dijo: “Enormes son los retos, sobre todo porque no renunciamos a la calidad de la educación, y otro igual de grande llegará cuando, de regreso a las aulas, toque a cada maestro, luego del necesario diagnóstico personalizado de sus alumnos, hacer las dosificaciones, definir los tiempos para retomar, profundizar, ejercitar, consolidar y sistematizar contenidos y lograr que sus muchachos salgan airosos de esta prueba”.
Si bien es cierto que los educadores salen de casa en casa evaluando cómo se comporta la visualización de las clases, por otro lado no hay dudas de que son muchos los desafíos a los que se expondrán una vez que choquen de nuevo con la tiza y la pizarra. Innegables resultan las desiguales capacidades de las familias para asumir el aprendizaje, así como las destrezas y la disposición de algunos niños para adquirir las materias.
Lo atestiguan quienes han permanecido durante años detrás de un aula, que se han aferrado a medios de enseñanza diversos, con los cuales logran esparcir la luz de la sabiduría entre sus estudiantes. Por eso, quizás, le confieran tanta importancia a la clase presencial, método que permite el intercambio y la aclaración de dudas.
Mas, en tiempos en que resulta indispensable el distanciamiento físico, al sector educacional le ha tocado reinventarse. Y lo ha logrado. Muchos maestros han aprendido nuevas formas no presenciales de expresarse con eficiencia.
No obstante, aun cuando se ha verificado que nada puede reemplazar la presencia del profesor en el aula, también se ha comprobado que sí pueden imbricarse con los recursos audiovisuales, incluso, cuando los tiempos sean normales. Dichos medios, según los especialistas, refuerzan las materias.
Lo confirma González Pérez: “El maestro es insustituible, pero no hay que ver la vía televisiva como recurso al que se apela en caso de necesidad extrema y sí como complemento, una herramienta para “mover” el pensamiento y multiplicar el conocimiento, y un paso de la pedagogía para el acercamiento oportuno a los códigos comunicacionales de esta generación, que son eminentemente audiovisuales”.
Si bien es cierto que este proceso de educación a distancia merma la atención de los educandos, entre otras causas por las no adecuadas condiciones de convivencia familiar y la escasa preparación de muchos padres para enfrentar las tareas escolares, por otro lado también ha concientizado a las familias con el proceso de enseñanza de sus hijos. De repente, los progenitores se han visto interesados por los contenidos y se han convertido en auxiliares de los maestros de la programación educativa.
Y mientras la COVID-19 se sigue expandiendo por el país, continuarán siendo los hogares las aulas de nuestros estudiantes. Por tanto, le corresponderá a la familia acompañar este proceso para que, cuando ocurra el retorno a los centros educacionales, sean más los logros que las deficiencias.
No hay dudas. Cuando las escuelas abran sus puertas y Cuba vuelva a las clases presenciales será preciso valorar en qué condiciones se encuentra cada alumno, grupo, grado, escuela… y ahí decidir qué es lo mejor. Les tocará a los educadores el desafío de evaluar las habilidades cognitivas con las que arriben los escolares y defender los conocimientos, esa conquista que enaltece a diario el sistema educacional cubano.
tengo 2 niños uno en la enseñanza primaria y otro en la secundaria, y quisiera saber como va a terminar este curso escolar