La palabra servil le aborrece a Manuel Lagunilla Martínez, quien lleva sobre sus huesos y alma 73 o 74 años. Por culpa de la batahola mañanera, venida de la calle Maceo, vamos de la sala de su casa a su despacho para conversar. Y cuando la evocación se torna más sublime o épica, los gritos del vendedor de paso llegan rompe-tímpanos: “Cebolla morada, ajo grande, pepino…”.
Al Historiador Oficial de Trinidad —fue nombrado en el 2010 luego del fallecimiento de Carlos Joaquín Zerquera— parece no molestarle tanto barullo. Cuenta que mientras disfrutaba de un viaje a Italia, en compañía de su esposa, le dijo a escaso tiempo de permanecer allí: “Mañana sacamos pasaje. Extraño la Popa, a la gente, la gritería”.
“Yo soy un historiador de pueblo”, se define al adivinar mi pregunta; mas, le replico con otra para soliviantarlo un poco:
Trinidad cuenta con historiadores relevantes. ¿Hasta que punto resultó polémica su designación?
No sé si hubo tejemaneje; me aparto de eso. Solo sé que cuando la Asamblea (Municipal del Poder Popular) lo aprobó todo fue aplausos. Personas de muchas partes de Cuba me llamaron o enviaron mensajes por correo electrónico. Yo no ambicionaba nada. Lo que más me agrada es que al salir a la calle se me acerque un negro y me diga: “¡Lagunaaaa!”. Eso es lo que me atrae de esta ciudad; de Trinidad amo hasta las piedras.
Los 500 años de la villa están a la vuelta de la esquina. Por fin, ¿quién ofició la misa fundacional?
Eusebio Leal habla de la tradición histórica, y digo que por tradición histórica fue el Padre de las Casas en el lugar donde hay un jigüe, en una pequeña curvatura de ese camino indio que va hasta el Guaurabo. Quizás Juan de Tesín dio una misa allí cuando vino el 23 de diciembre de 1513; pero no la fundacional de Trinidad.
SIN CHOVINISMOS
De manos de su madre Carmen Martínez (Carmina), maestra normalista, acudió, aún muchacho, a Congresos Nacionales de Historia celebrados en Trinidad a mediados del siglo pasado, donde conoció a figuras como Emilio Roig de Leuchsenring, Hortensia Pichardo, Manuel Martínez-Moles, Francisco Marín Villafuerte, Manuel Béquer y Carlos Joaquín Zerquera, quien sostenía a capa y espada que Diego Velázquez fundó la villa de La Trinidad y no de la Santísima Trinidad como la denominan.
“En una Carta de Relación al Rey, Velázquez habla de la fundación de la Santísima Trinidad. Nos quieren quitar el nombre de la Santísima Trinidad; debe mantenerse. Sucede lo mismo con La Habana, que era San Cristóbal de La Habana. Además, la iglesia nuestra se llama la Santísima Trinidad”, discrepa Manuel Lagunilla con quienes esgrimen lo contrario.
Usted a veces nada contracorriente…
Sí. No puede haber siempre unanimidad de criterios; usted tiene que defender el suyo, que nunca debe ir contra nuestros principios.
¿Qué personaje popular u otra personalidad sintetiza la identidad del trinitario?
Uno de los que más recogen el carácter del trinitario, el amor por su ciudad, fue José Aniceto Iznaga Borrell; él se va de Trinidad en 1819 por sus ideas políticas, y se entrevista con Bolívar (1827) para solicitarle la independencia de Cuba. Fue un acto temerario en aquel momento. Entregó toda su fortuna a la causa de la Revolución.
¿Por qué le obsesiona tanto la historia local? ¿No teme caer en el chovinismo?
No soy chovinista. Me interesa mucho destacar la participación de los trinitarios en la historia nacional. Usted habla de Hugo Roberts y casi nadie lo conoce. Dicen que al principio de la Revolución le quitaron su nombre a la calle que lo tenía porque alguien dijo: ese era un general americano, y él fue el médico personal de Maceo durante la invasión a Occidente.
¿Otro ejemplo? Cuando hablan de la muerte de Martí, dicen que participaron dos oficiales españoles de origen cubano. Siempre aparece: un capitán cubano, Enrique Ubieta Mauri —era ayudante del jefe de la plaza de Santiago de Cuba—. En nombre de su jefe y otros altos oficiales, él escribió al Ayuntamiento —en gesto muy caballeroso— para que no sepultaran en tierra a Martí en el cementerio Santa Ifigenia. De ahí vino a Trinidad y aquí fue teniente gobernador. Vamos a ponerle la parte nuestra: un capitán trinitario.
Su tertulia Los amigos de Manolo es una ventana a esa riqueza histórica, cultural.
Ese es nuestro propósito, es decir, no ocultar los estudios históricos en una torre de marfil; sino llevarlos al pueblo. La tertulia nació en septiembre del 2007; la realizamos una vez al mes en un lugar diferente: en los portales de un museo, en la iglesia de la Popa… Han ido las autoridades del Partido, del Gobierno; pero hemos invitado las organizaciones de masas y no van. A esta última logramos que asistieran muchachos del Pedagógico, de la Filial de Medicina. Trinidad posee tradición de este tipo, que viene del siglo XIX, quizás de antes.
MEMORIAS ESCRITAS
Lagunilla quisiera descubrir el brebaje que le devuelva los años, no para galantear como don Juan Tenorio, sino para que le dé tiempo a investigar y escribir cuanto se le antoje en su despacho, tapizado de libros. En una esquina de este, descansa la novela inédita que recrea la vida de Mariano Borrell y Lemus, el marqués de Guáimaro, célebre por su fortuna, levantada a cepo, látigo y contrabando.
“Ese fue el primer mafioso que hubo en Cuba. Tenía todo tipo de negocio. Mientras le eras leal no había problema; si le hacías una, no te lo perdonaba. Él fue de los que firmaron en 1851 la sentencia de muerte de Isidoro Armenteros, que había sido su amigo. En la novela mezclo realidad, ficción, erotismo…”, revela.
En espera de ser publicadas, aguardan también sus obras: Trinidad en José Martí. La vida trinitaria del Ismaelillo; Sublevaciones esclavas en Trinidad…; Hugo Roberts Fernández, médico y patriota y Forjadores de la nación cubana: Vicente Antonio de Castro, Serafín Sánchez y los patriotas trinitarios, entre otros textos.
Con el oído pegado a la voz ancestral de su ciudad, escribió Trinidad de Cuba: Tradiciones, mitos y leyendas —puñado de narraciones de muerte, venganza, amor—, donde Hernán Cortés se desdobla como el primer pirata del Caribe, Ma’ Dolores es rescatada por los ángeles frente al pelotón de fusilamiento, e Isabel Malibrán Muñoz, a horas de casada, fallece envenenada por una esclava celosa. “Esas historias forman parte también de la cultura del pueblo, y yo escribo para el pueblo”, sostiene.
Gracias a su condición de abogado sacó a la luz pública Stitcher 9mm y ¿Culpables o inocentes?; editado por Luminaria; este último volumen surgió a partir de su experiencia como integrante de la defensa en la causa penal a raíz del asesinato de una ciudadana polaca en Trinidad en la década de los 90.
“Ese caso fue considerado por el Tribunal Supremo Popular como uno de los más complejos de la Criminología cubana después del triunfo de la Revolución hasta ese momento, y, claro, el más difícil que yo enfrenté”, añade quien obtuvo el título de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana en 1963.
DECISIONES
La abogacía le cortó el paso a sus sueños de arquitecto. El embullo de dos amigos, también egresados del Instituto de Segunda Enseñanza, de Sancti Spíritus, lo condujo a subir la escalinata universitaria para matricular Derecho en 1959, con 19 años, por la Enseñanza Libre.
De regreso, laboró como listero en obras de la construcción en la península de Ancón. “Pasaba lista, pagaba, compraba materiales… Ahí me hice hombre”. Luego, vendría su bautismo como profesor de Historia en las enseñanzas secundaria, media superior y tecnológica; se gradúa en esa especialidad en 1965 en el otrora Instituto de Superación Educacional y llega a ser coordinador de la asignatura en la entonces región del Escambray.
“Tú no eres profesor, sino abogado”, le profirió en el 69 el entonces ministro de Justicia, Alfredo Yabur, ante la urgencia de crear el Bufete Colectivo de la citada región. De hoy para mañana se vio como director de la unidad trinitaria, donde ejerció como abogado y notario. Mil y una funciones llegaron después en los límites del Derecho, hasta fundar y encabezar el Bufete Internacional en la villa, donde se jubiló en el 2000; una enfermedad lo dejó sin opciones.
Pero, “no podía estar sentado aquí, esperando la muerte de viejo”, comenta quien izó las velas de la promoción cultural, inspirado en Emilio Roig; las musas de la escritura también empezaron a rondarle en medio de sus pasiones, caprichos y arrebatos.
“Tú me ves aquí muy tranquilo, pacífico; pero soy como Velázquez, cuando me disparo, es terrible eso. Después me viene la calma. En la vida, en general, digo como Santo Tomás: ver para creer”.
Aclárenos la duda, ¿qué edad tiene usted?
Setenta y tres; pero no me busques ese lío con el Carné de Identidad.
¿Cuál ha sido su error más grave?
Retornar después de graduado y encerrarme en la muralla del castillo de Trinidad. Mi error más grande fue quedarme en Trinidad (RÍE). Lo hice por la necesidad que había de profesores. La mayoría de mis compañeros fue para el servicio exterior; quizás hubiera visto otros horizontes. Tú conoces las limitaciones de los pueblos del interior. Pero no me pesa haberme quedado en Trinidad.
¿Cómo usted definiría a Trinidad a 500 años de su fundación?
Para mí Trinidad es la Esmeralda de Cuba.
Mis respetos al recien fallecido historiador de la ciudad cubana que tanto amo.No soy trinitaria de nacimiento ni resido alli,pero mi corazon siempre esta alla y yo tambien amo hasta la mas pequeña de sus piedras.Espero que en cuanto pase esta situacion epidemica vueva a caminar por sus calles,alla tengo grandes afectos.