Un examen de resiliencia enfrenta hoy el deporte de Cuba, que aterrizó en Tokio con su delegación olímpica más pequeña de los últimos 57 años y el frenesí por los cielos en pos de escribir nuevas páginas gloriosas.
Minutos después de su llegada a Japón, el vicepresidente del Instituto Cubano de Deportes, Ariel Sainz, confirmó que la nación antillana mantiene el firme propósito de ubicarse entre los 20 primeros lugares de la tabla general de medallas.
Para ello, advirtió, es necesario tener una alta efectividad y alcanzar de cuatro a seis preseas de oro: Consideramos que es un pronóstico asequible y para nada es triunfalista, expuso el directivo tras una travesía aérea de casi 30 horas.
El objetivo está lejos de ser una quimera porque existe calidad y deseos en los 69 representantes cubanos, entre ellos un fuera de serie nombrado Mijaín López, campeón de lucha en Beijing 2008, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
Mención especial merece este exponente del estilo greco, hombre curtido en mil batallas y quien buscará, a sus 38 años, convertirse en el primer gladiador en obtener cuatro títulos olímpicos
López, de la división de 130 kilogramos, lidera una comitiva con figuras de reconocido prestigio como el también luchador Ismael Borrero, la discóbola Yaimé Pérez, la judoca Idalys Ortiz y los boxeadores Andy Cruz y Julio César la Cruz.
Tampoco puede olvidarse al saltador de longitud Juan Miguel Echevarría, el taekwondoca Rafael Alba y los tiradores Leuris Pupo y Jorge Félix Álvarez, quienes también hacen soñar con esas actuaciones que impulsan a agolpar los asientos y aplaudir sin pausa a los protagonistas.
Eso sí, el reto se antoja mayúsculo -algo así como escalar el Monte Fuji- porque la pandemia de la Covid-19 causó estragos y la preparación no resultó tan fluida como en otros momentos.
Las cancelaciones de torneos, las dificultades para viajar y el conocido hecho de no contar con el poder económico necesario para adecuarse al deporte del siglo XXI juegan en contra de muchos de los competidores cubanos, quienes, no obstante, sueñan en grande, como requiere el momento.
Sorteamos dificultades en el camino y ello supuso una complejidad mayor. La dirección del país nos dio un gran apoyo y creo que se lograron preparar bien cada uno de nuestros deportistas, indicó Ariel Sainz.
Igual, nada de lo anteriormente expuesto amedrenta a una nación que mantiene presencia ininterrumpida en el medallero olímpico desde la cita de Tokio 1964. De ahí que el lema sea: ‘¡Hagámoslo por Cuba!’.
La frase deviene clara exhortación a cumplir el compromiso de entregar hasta el más mínimo esfuerzo para triunfar y responder a la confianza de un pueblo que respira deporte e idealiza momentos memorables.
Hace cinco años en Río de Janeiro 2016, la mayor de las Antillas concluyó en el decimoctavo escaño en el medallero olímpico con un botín de 11 premios, divididos en cinco dorados, dos de plata y cuatro de bronce.
En cuanto a resultados históricos, gracias a 77 títulos, 66 segundos puestos y 77 terceras posiciones Cuba ocupa el lugar 16 entre 206 Comités Olímpicos Nacionales, el 14, si se excluyen a las desaparecidas Unión Soviética y República Democrática Alemana.
Los resultados anteriores convierten a la isla en el segundo país más laureado de todo el continente americano, detrás de Estados Unidos, y el primero entre todas las naciones hispanohablantes.
Tokio será, entonces, una nueva arrancada para la isla caribeña en aras de recuperar el terreno perdido y hacer justicia a las décadas de hazañas de atletas que pasaron de simples mortales a leyendas dentro de un territorio deseoso de ver a sus hijos empinarse en el Olimpo de los dioses del músculo.
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