Durante el verano de 1961, después de la aplastante derrota sufrida por la Brigada de Asalto 2506 en Playa Girón, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) se dio a la tarea de hacer resurgir las bandas terroristas de alzados en el centro del país. Un numeroso grupo de agentes de la CIA entrenados en los campamentos de la Florida comenzaron a infiltrarse por la costa norte de ese territorio, con el objetivo de fomentar nuevos alzamientos armados. Para detectar y frustrar a tiempo el accionar enemigo, los órganos de seguridad cubanos implementaron una red de más de 300 agentes del G-2 diseminados por todas las provincias, que vivían y trabajaban en las zonas rurales, donde sus habitantes eran constantemente asediados por los bandidos.
El 8 de julio de 1961 el agente de la CIA Julio Reyes Suárez (Lucas Gutiérrez), quien actuaba en coordinación con la organización terrorista Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), creó el Frente Norte de Las Villas, integrado por un grupo de alzados encabezados por el desertor del Ejército Rebelde Arnoldo Martínez Andrade.
Con el apoyo material y financiero de la CIA y los contactos del MRR, este foco de alzados se desarrolló rápidamente y llegó a contar en corto tiempo con una docena de bandas, que operaban en la dirección Yaguajay-Jobo Rosado hacia los límites con la provincia de Camagüey. Muy pronto la agresividad de estos grupos armados se hizo sentir en la región, por medio de una serie de acciones terroristas contra caseríos, granjas, tiendas del pueblo y escuelas rurales que causaron muertos y heridos entre la población y cuantiosos daños materiales en objetivos económicos y sociales.
Mientras los agentes de la CIA entrenados, pertrechados y equipados de modernos medios de comunicación actuaban en la dirección y el apoyo de las bandas, los agentes del G-2, generalmente obreros agrícolas y campesinos, se desplazaban en un teatro de operaciones tan adverso, que en cualquier momento podían ser confundidos con colaboradores de bandidos. Afortunadamente estos hombres, provistos de profundas convicciones revolucionarias, estaban convencidos de la necesidad de asumir todos los riesgos para liquidar las bandas y evitar que continuaran cometiendo crímenes.
Una tarde de junio de 1961, cuando el oficial del G-2 Orlando Bravo Moya se desplazaba por un terraplén en su yip, recogió al campesino Romelio Rojas Montiel y se dispuso a acercarlo a su lugar de residencia, en la zona de Buenavista. Por el camino, como era habitual en todos los combatientes, Bravo comenzó a formularle algunas preguntas sobre la situación política de la zona y el posible movimiento de personas extrañas. Inmediatamente Romelio se mostró dispuesto a cooperar clandestinamente con el G-2 y surgió el agente Camagüey, con la misión de ubicar la banda de Arnoldo Martínez.
Al iniciar esta peligrosa labor, este campesino, que en ese momento tenía 39 años de edad, sin dejar de cumplir sus deberes laborales y la atención a su hogar, tuvo que sacrificar su horas de descanso para cumplir la misión asignada sin llamar la atención de ninguna de las personas que habitualmente se relacionaban con él. Por elementales razones de compartimentación, ni sus compañeros de trabajo ni sus vecinos ni sus amigos ni sus hermanos podían conocer la peligrosa misión que estaba cumpliendo.
Muy pronto comenzó a suministrar información sobre sus vínculos con colaboradores de Arnoldo Martínez y más tarde informó haber establecido contacto directo con su banda a la que ubicó dos veces seguidas. Pero en ambas ocasiones los bandidos demostraron que conocían muy bien el terreno y lograron evadir el cerco de las Milicias.
El 15 de junio estos bandidos sorprendieron al teniente de Milicias Santiago Medina López, al sargento de Milicias Regino Padrón Giralde, al miliciano Orestes Hernández Rodríguez y al civil Modesto Ramos González, cuando se encontraban cazando jutías en un lugar conocido por Tasajera cerca de Yaguajay. Los tres primeros fueron ahorcados por su condición de milicianos, pero el cuarto se incorporó a la banda y sería capturado herido posteriormente.
A finales de junio el agente informó que Arnoldo Martínez tenía planificado trasladarse hacia el Escambray para encontrarse con alguno de los principales cabecillas del bandidismo en aquella región. Una vez allí, Arnoldo contactó con Porfirio Guillén Amador, pero fueron cercados por las Milicias y, aunque lograron escapar, les fueron ocupados 25 mochilas y numerosos documentos que fueron muy útiles para conocer las interioridades de estos elementos.
Al cabo de dos meses este agente tuvo que enfrentar una situación muy compleja que lo obligó a realizar un extenso recorrido superando enormes obstáculos naturales y situaciones muy difíciles. Las fuerzas de la Lucha Contra Bandidos (LCB) estaban operando con particular intensidad y constantemente se producían intercambios de disparos y detenciones. En este difícil escenario apenas dormía, tenía que moverse con mucha cautela para evadir las postas de las Milicias, las patrullas de las FAR y las medidas aplicadas por el G-2, hasta llegar adonde se encontraban los bandidos sin levantar sospechas.
En varias ocasiones este agente tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para convivir con aquellos asesinos, escuchar sus comentarios eufóricos sobre los crímenes cometidos. Después regresaba por otro camino y en un marabuzal, en un platanal, en un cañaveral, en un monte o en cualquier otro lugar previamente acordado, contactaba con el oficial del G-2 que lo atendía.
En otra oportunidad volvió a dar la ubicación exacta de Arnoldo y añadió que para el 12 de septiembre se produciría un nuevo encuentro en una finca intrincada conocida como Platero, entre Yaguajay y Caibarién, en el que participarían todos los cabecillas de bandas de la zona norte acompañados de sus respectivas escoltas, con el propósito de recibir orientaciones derivadas de la visita de Arnoldo al Escambray. Con esta información, en la fecha señalada las fuerzas de LCB cercaron el lugar, pero en horas de la noche los alzados volvieron a romper el cerco y escaparon, y dejaron un miliciano muerto.
En días posteriores Romelio pasó por uno de los momentos más difíciles, cuando Arnoldo le comentó que hacía algún tiempo las Milicias les estaban pisando los talones y eso lo llevaba a sospechar que en su red de colaboradores podía haber un agente del G-2.
Transcurrieron unos segundos que a Camagüey le parecieron horas. Pero tras una breve pausa, el cabecilla añadió que había repasado los últimos contactos sostenidos con un individuo llamado Sinesio, residente en la zona de Platero, en las lomas del Mirador de Buenavista, y que solo por dudar de su lealtad lo había mandado a matar. Afortunadamente para ese hombre, esta orden no podría ser ejecutada, porque a esta banda y sus colaboradores les quedaban pocos días de existencia.
Al final de esta conversación Arnoldo reveló que sus hombres rompían los cercos, porque los milicianos en horas de la noche disparaban mucho, pero lo hacían metidos en las trincheras y tirando en forma diagonal hacia arriba, por lo que ellos provocaban el tiroteo, atravesaban el cerco corriendo y se alejaban de la zona.
Debido a la pericia de este agente para obtener informaciones útiles y a las oportunas medidas tomadas por el comandante Raúl Menéndez Tomassevich y el capitán Fernando Galindo Castellanos, esta información fue de mucha utilidad y resultaría determinante para capturar la banda en los próximos días.
El 27 de septiembre Arnoldo arribó a la finca Las Cenizas, donde residía el agente junto con su esposa Ubaldina Bonachea Rodríguez (su principal colaboradora en esta misión) y sus ocho hijos. Después de realizar un reconocimiento por los alrededores, decidió esconderse junto con sus hombres detrás de la casa de esta familia, con el propósito de pasar allí algunos días hasta que la situación se tranquilizara.
En la primera oportunidad que tuvo el agente contactó con Orlando Bravo y le dio a conocer la situación que confrontaba con los bandidos instalados tan cerca de su casa. Como la ubicación era tan precisa, permitió que Tomassevich tomara todas las medidas organizativas y movilizara las tropas del Sector B y de otros sectores de la provincia, por lo que en la operación participaron ocho batallones de LCB, dos compañías de reconocimiento y una compañía de ametralladoras perteneciente a la 4ta. División del Ejército basificada en Santa Clara.
El 29 de septiembre quedó cerrado el cerco, dejando afuera de la zona de peligro la casa del agente. Los soldados de la compañía de ametralladoras se intercalaron con los combatientes de LCB, lo que aumentó considerablemente el poder de fuego. Al mismo tiempo fueron designados varios oficiales de las FAR para recorrer el perímetro en horas de la madrugada y evitar que se descuidara la vigilancia.
Durante la próxima noche los alzados intentaron romper el cerco en varias ocasiones, pero no lo lograron porque el volumen de fuego era mucho mayor del que ellos conocían, y sobre todo por el ataque rasante de las ametralladoras disparando a nivel de los tobillos.
El 1ro. de octubre, aproximadamente a las seis y treinta de la tarde, tratando de aprovechar el factor sorpresa, los bandidos irrumpieron por el lugar donde estaba ubicado el puesto de mando y la cocina del campamento, pero fueron descubiertos a tiempo y los jefes junto con los choferes, los cocineros y varios combatientes que se encontraban ocasionalmente en aquel lugar asumieron la defensa.
Allí, en un enfrentamiento breve pero muy violento, terminó la ejecutoria terrorista de Arnoldo Martínez y su pandilla de asesinos. El resultado final fue de tres muertos, incluido el cabecilla, seis bandidos capturados vivos, algunos de ellos heridos, y fueron ocupados nueve fusiles.
Arnoldo Martínez Andrade había cometido al menos seis asesinatos y realizó numerosos actos de sabotaje contra objetivos económicos y sociales en los que causó heridas a ocho personas, incluidos dos menores de edad. La docena de bandas que se le subordinaban habían cometido varios asesinatos y otros desmanes.
Con la captura de esta banda quedaba descabezada la contrarrevolución en la zona y recibía un duro golpe el bandidismo en la provincia, porque perdía a uno de los más astutos, peligrosos y sanguinarios cabecillas de alzados que existían en la región central del país.
Terminada esta operación el agente informó que dos miembros de la banda, José Manuel Díaz Bodes y Ovidio Francés Andrés (Tondique), se habían escapado de la balacera y se encontraban escondidos en un ranchito existente detrás de su propia casa, el único lugar en el que se sentían seguros, tratando de recuperarse un poco para abandonar la zona.
Ante esta delicada situación, teniendo en cuenta la presencia de Ubaldina y los ocho niños en la casa y que los dos alzados estaban fuertemente armados, Tomassevich decidió no operar contra ellos en ese momento por el riesgo de que en el tiroteo pudieran producirse víctimas inocentes. A los dos prófugos les fueron formuladas varias propuestas de traslado para un lugar más seguro, pero no aceptaron ninguna. Una noche desaparecieron y posteriormente fueron capturados por otras fuerzas que operaban en el territorio.
En el enfrentamiento a las bandas de alzados la labor de los agentes del G-2 fue decisiva. Uno de aquellos hombres, generalmente humildes obreros agrícolas o campesinos, fue Romelio Rojas Montiel, el agente Camagüey, que en la soledad del monte y poniendo en riesgo no solo su vida, sino la de su esposa y sus hijos, supo lidiar con varias bandas terroristas que habían cometido crímenes, hasta ganarse la confianza del cabecilla principal, conocer su ubicación exacta, informar oportunamente al G-2 y propiciar su captura.
El pasado 21 de diciembre del 2020 Romelio Rojas Montiel dejó de existir a la edad de 97 años, se encontraba rodeado de sus hijos, sus nietos y demás familiares. Su trayectoria como combatiente del Ejército Rebelde en la Columna del Comandante Camilo Cienfuegos, su legado como el agente Camagüey del G-2, su ejecutoria como trabajador agrícola vanguardia, su categoría de militante del Partido y su condición de ciudadano íntegro al fundar una familia ejemplar lo hacen trascender en nuestra historia como uno de los héroes anónimos de la Revolución cubana.
Los autores:
*Pedro Etcheverry Vázquez, Especialista del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.
**Luis Rodríguez Hernández, Jefe del Buró de Bandas del G-2 en la zona norte de Las Villas.
Es mi querido padre, el mejor del mundo. Estoy muy orgullosa de mi héroe. Me da gusto que lo hayan publicado. Te amoooo mi querido viejo, estés donde estés mi Papito lindo quiero que sepas que conocer esto de ti, me confirma que eres especial, y fiel a tus principios, nunca dijiste mucho de esto, creo que por modestia. Te adoro.
Conozco algunos de los hijos de ese gran hombre. Sienten orgullo de su padre.
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