No tiene pinta de loco, aunque asevera que habla con las calles, los edificios, los parques; para colmo, dice que les cuentan su historia. Por tantos kilómetros y kilómetros andados, le ha hecho trillos al Centro Histórico de Sancti Spíritus, que mira diferente desde que emprendió su tesis de diploma en Arquitectura en la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (Cujae), de La Habana.
Nadie le impuso la carrera a Roberto Vitlloch Fernández. De muchacho se quedaba embelesado viendo revistas estadounidenses, donde, si algo sobraba, eran los diseños de viviendas. Por ese tiempo, su familia construyó una casa en las afueras de la villa, en medio de los potreros de Viento Negro, y a él, curioso al fin, le llamaba la atención cómo su papá discutía, con los ejecutores, los planos, que bien, bien, tenían cara de jeroglíficos egipcios ante los ojos del niño.
“¿Yo, alumno brillante en la Cujae? No, no; pero sí tuve excelentes profesores”, reconoce y los enumera uno por uno, en particular al ingeniero civil Manuel Babé Ruano, quien llegaba al aula con el portafolio en una mano y la guitarra del juglar nato en la otra.
Son los recuerdos o la “literatura privada”, de la que hablaba el escritor británico Aldous Huxley y la cual Vitlloch Fernández suele releer. Y lo hace ahora a instancias de este reportero en la sala de su casa, donde los cristales dejan ver la tarde de diciembre que discurre. Entre un vecino que toca la puerta con bastante familiaridad y el pitazo de los carros que transitan por la Avenida de los Mártires, como si circularan por la Autopista Nacional, el hoy director de la Oficina del Conservador de la ciudad —ya con 71 años sobre sus espaldas— defiende, como caballero medieval, el criterio de que el arquitecto es un artista.
¿Por qué usted aceptó tamaña responsabilidad a esa altura de su vida?
“Porque me siento padre de ese proyecto. A finales de los años 90, elaboramos el expediente para su creación; pero no llegó a aprobarse en ese momento y sí en el 2018. En julio de 2019 me nombraron director de la oficina, que empieza a funcionar como tal en enero de este año con un equipo de trabajo integrado, fundamentalmente, por jóvenes talentosos, de mente fresca.
“Me mantengo en este frente de batalla porque no veo un sucesor claro; aunque todo el mundo tiene que tenerlo porque la vida es finita. No veo que nadie se entregue, inmole de esta forma; inmolarse es meterse en la boca del lobo, buscarse problemas”.
¿Vitlloch impone su criterio?
“Trato de convencer, de persuadir, no de imponer. Ahora bien, el idioma con el que hay que trabajar con los decisores, llámense Gobierno, Partido, es el de darles solución a los problemas, para eso te graduaste; pero no puedes dejar que te impongan cosas porque el especialista eres tú”.
Pocas veces, Vitlloch ha puesto a prueba la capacidad de negociar, como ocurrió durante las acciones constructivas, de rehabilitación y restauración asociadas a la celebración de los 500 años de la cuarta villa cubana, cuyo Centro Histórico dio la bienvenida al medio milenio con un rostro renovado.
“Me incineré”; simplifica así aquellos meses en que casi pierde los pies entre el parque Serafín Sánchez y Padre Quintero, entre la calle de las campanas y el Paseo Norte. El otrora director de la Oficina de Monumentos y Sitios Históricos (2010-2018) terminó con libras de menos —aunque nunca le han sobrado— y más de un proyecto rondándole, entre estos los relacionados con el puente sobre el río Yayabo. “Soy un defensor de su empedrado”.
Al escucharlo, me afinco los espejuelos y le aproximo la grabadora todavía más. Aclara que el proyecto aún no está ni análisis; que ese viaducto, de estilo románico y único en Cuba, estuvo empedrado; que, si se quiere afianzar la ciudad dentro del mercado turístico, la idea no resulta desatinada.
Pero ello significaría montarle una escenografía al turista.
“No creo eso. Determinadas personas han expuesto el argumento de la comunicación con Colón, con el Pediátrico. Ese proyecto llevaría como obra inducida otro puente para esos fines. El empedrado no partiría de una idea falsa porque el puente sí lo tuvo, según imágenes de otras épocas. Conllevaría, además, a empedrar el área frente al Teatro Principal y hasta la calle Carmen, que está antes de entrar en el paseo de Colón, con el objetivo de lograr un ambiente en toda esa zona. La ciudad ganaría muchísimo”.
Muchos consideran que usted firmó el certificado de defunción de la estatua ecuestre de Serafín Sánchez en el parque que lleva su nombre.
“Eso me recuerda la frase que dice: si triste es no tener amigos, más triste es no tener enemigos. La razón de no erigir la estatua allí responde a un problema de escala. La escultura no aprobada, de 4 metros de altura, sobrepasaría el busto de Martí, de muy buena calidad, situado en el parque en 1953, y por una cuestión de simbolismo no debe ser así. Serafín es nuestro patriota mayor; pero no es más grande que Martí.
“Además, una escultura a esa escala alteraría ese espacio público urbano patrimonial y afectaría la sencillez del parque. Nunca manifesté el argumento de que el lugar se hundiría por el peso de la obra, prevista en bronce; me respeto mucho como profesional para alegar esa justificación”.
Antes de que la Comisión Nacional de Monumentos decidiera, ¿usted le expuso su criterio parcializado?
“No, no. Llevé la documentación a La Habana, y se coincidió con nuestra opinión. La comisión dio la posibilidad de que la estatua se erigiera en otro espacio público. No me siento culpable de que Serafín no tenga su escultura en el parque; sí tengo mi criterio como especialista, que defiendo en todas las vallas de gallos. Que esa sea mi opinión no significa que no valore la identidad espirituana; yo me bato por la ciudad”.
Y una de las vías que el también máster en Ciencias para la Rehabilitación del Patrimonio Edificado ha encontrado para hacerlo es la promoción cultural a través del programa Pensamiento, de Radio Sancti Spíritus (también tuvo otra sección en Radio Vitral), donde cala en el trasfondo de la historia de los inmuebles y espacios de la cuarta villa cubana para que los oyentes aprecien la riqueza patrimonial que tienen ante sus ojos.
En ese andar, Vitlloch ha encontrado a un paradigma: el historiador de La Habana, Eusebio Leal Spengler, fallecido el 31 de julio pasado y a cuya despedida de duelo oficial, realizada el 18 de diciembre, acudió el espirituano.
“No me gusta que me comparen con él; a nadie, creo. Eusebio es único. Él nos recomendaba que no echáramos una pelea que no pudiéramos ganar; era preferible no abdicar”.
Vitlloch no se considera infalible; aclara que ha aprendido de los golpes —no son pocos—; que blande una máxima: el hambre me mata, pero el orgullo me sostiene. “No soy mejor que nadie, pero nadie es mejor que yo”, remarca.
Desde su bautismo como arquitecto en la Delegación del Instituto Nacional de la Industria Turística en Las Villas en 1974 hasta hoy, con paradas en varias entidades de la Construcción, recuerda cuando en 1976 una colega de Santa Clara le puso en sus manos el proyecto arquitectónico de la sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular de Sancti Spíritus. “Llévatelo”, le dijo.
Y el joven, con apenas dos años de egresado, le entró con ansias a la edificación, que estaba solo en columnas. Trató de ser lo más respetuoso posible —advierte— con las ideas iniciales. Y aunque en la vida no todo puede medirse en cifras, ante mi duda, subraya: “El proyecto de la sede del Gobierno es un 80 por ciento mío”.
A la vista de todos, en la calle Cuartel, esquina Avenida de los Mártires, nació la obra arquitectónica más relevante de Roberto Vitlloch, quien recuerda con agrado las improvisadas sesiones de trabajo, a la sombra de un árbol, frente al edificio, con Heriberto Manero, autor de los murales que le dieron mayor donaire a la institución gubernamental, con esas figuras angulosas y grandes planos ideados con ladrillos, losas y rasillas.
“Los arquitectos siempre queremos hacer”, enfatiza y lo expresa sin que le ha haya menguado la locuacidad del primer minuto de la plática en la sala de su casa, cuyos cristales anuncian la inminencia de la noche.
Al cierre, me anticipa más de un proyecto e ideas de la Oficina del Conservador, como la de convertir las ruinas de la Iglesia de Jesús en un centro cultural polivalente. Se siente con el “corazón joven” para hornearlo e impulsarlo. Tanto arresto me lleva a recalar en Fayad Jamís y en ese “loco que jamás se cansa”.
Hubiera sido interesante, saber ¿por qué él quería demoler el Hotel Plaza?
Muy buena la entrevista, como siempre nos ha acostumbrado Ojito, por suerte he sido participe de toda la trayectoria de creación de la oficina, Vitlloch nunca se cansó de lucar por su creación le dedicó muchos años de tramites, expedientes de creación y cuanta gestión uno puede imaginarse, al final logró algo que era y es necesario a la ciudad, un saludo
Ese Espirituano es mi vecino mas cercano vivimos casi en la misma casa, solo nos separa una pared y puedo asegurar que todo lo comentado es poco para lo que él a logrado en nuestra querida y legendaria ciudad que a pesar del paso del tiempo y las carencias de recursos mantiene una imagen renovada pero sin perder su originilidad gracias a su espiritu y abnegada dedicación. Lo felicito de todo corazón
7
Mi reconocimiento y respeto al amigo Vitlloch, y mi felicitación a S. S. por haber logrado está Oficina del Conservador y de tener a un profesional bien preparado y muy comprometido con su pueblo. Aún le queda mucho por caminar, por hacer. Hacemos nuestro sus éxitos y batallas, un abrazo