Aún recuerda, como el primer día, el planteamiento de Nena Gallo, con el que se estrenó como delegado del Poder Popular. “Consistía en una tapia que se le había caído por la erosión del agua, pues estaba pegada a la Cañada del Portugués. Gestioné el asunto y se logró echarla; hoy sigue allí todavía”, rememora.
Corría 1986 y él se desempeñaba como trabajador de la Sociedad de Educación Patriótico Militar (Sepmi), adscrita a la UJC. Tendría 25 años y era, en aquel entonces, el más joven representante ante la Asamblea Municipal del Poder Popular en Sancti Spíritus. Tres décadas y media después, Luis Rafael González Dueñas no ha mermado ni un ápice en entusiasmo y, aunque los tiempos han cambiado, su fórmula sigue siendo la misma: estar en contacto con sus electores y escuchar sus problemas para ayudar a resolverlos.
“Representé y represento la Circunscripción No.135 del Consejo Popular de Colón. Fue un orgullo tremendo que me seleccionaran para esta responsabilidad”, declara, sentado en el organopónico El Ranchón, una de las obras de las que más se enorgullece, porque nació en pleno período especial, en un momento en que producir comida era la tarea número uno.
En un diálogo con Luisito, como se le conoce, afloran las huellas de la Escuela Nacional de Cuadros de la UJC y, principalmente, sus dotes de buen comunicador. Al hecho de no tener compromiso con nadie atribuye el que no se le pueda señalar con un dedo y decir: “Ese hombre no tiene derecho a exigir”. Anda con la cabeza erguida y la conciencia limpia.
“Sin el apoyo de los electores no es posible ejercer la función del Poder Popular. El delegado solo representa a ese pueblo, pero tiene que ser capaz de moverlo en el interés de la comunidad; si no es capaz de moverlo para resolver los problemas allí, no puede lograr su cometido”, remarca. Y hay que creerle, porque muchos de los logros del Consejo Popular de Colón, del que fue el presidente fundador, obedecen a propósitos en los que involucró a los propios necesitados.
Como algo muy lejano evoca algunas de las bondades durante su desempeño en aquel cargo, cuando en el barrio se entregaban materiales que serían utilizados en la construcción o el mejoramiento de inmuebles. “Por esa vía se resolvieron muchos problemas: casas, pisos de tierra, fosas”.
Los dos principales quebraderos de cabeza con los que la vecindad tropezaba a diario fueron resueltos gracias a su mediación oportuna: la endeble infraestructura para el servicio eléctrico, que provocaba constantes interrupciones, y la carencia del servicio de agua a través de acueducto.
Tuvo el honor, en 1989 o 1990, de poner a flote en el río Yayabo el barco La Herminia —en alusión a la emblemática pieza de Teofilito—, una iniciativa que le trajo numerosos tropiezos y a la que no renunció incluso cuando algunos lo tildaban de loco. Pero recibió el apoyo de la máxima dirección del Partido en la provincia y las puertas que se le habían cerrado hasta entonces comenzaron a abrirse.
Así renació el disfrute popular nocturno en un área hasta entonces apagada, en la que también aparecieron bicicletas acuáticas y manadas de ocas que alegraban la estadía. “Aquello duró unos dos años y era muy visitado, incluso, por turistas extranjeros”, reseña.
También promovió, gracias al concurso de varios factores, la creación de una pequeña fábrica de dulces criollos que luego se repartían a través de las bodegas, y ayudó a poner fin a los escapes de humo desde el tejar Camilo Cienfuegos, que provocaban contaminación ambiental.
Para asumir otras tareas cesó en sus funciones en la dirección del consejo popular, pero nunca ha dejado de ser delegado. De manera simultánea funge, desde hace casi 20 años, como presidente del Consejo de Defensa de Colón, posición desde la cual ha gestionado otras soluciones.
¿El momento más difícil en toda su gestión?
“Cuando un elector se te acerca con una situación determinada y ves la posibilidad de ayudar, pero las trabas lo impiden. Digamos, falta la propiedad de la casa y hay demora en subsanar un error mínimo para obtenerla; eso enlentece la entrega de un subsidio y el asunto se dilata, y la persona se moja, y puede hasta caerle la casa encima”.
¿Lo más gratificante?
“El caso de Milagrito, una niña nacida prematura en la calle Primera Provisional, con grandes problemas de salud, que estaba casi cuadripléjica. La dañaba la humedad de la casa, en muy mal estado. Tanto dimos hasta que le hallamos una vivienda a su mamá, Nereida, en Los Olivos I. La niña nunca más tuvo un ataque de asma”.
¿Ha mermado, en las circunstancias de crisis actual, el trabajo del delegado?
“El delegado siempre tiene algo que hacer. Al delegado nunca se le puede olvidar cuando una persona le hace un planteamiento y no se lo pudo resolver. Tiene que volver a la carga y gestionar nuevamente, hasta que se pueda.
“Así me sucede, por ejemplo, con la bodega La Unión, que se mojaba mucho, estaba prácticamente en el piso y me costó ansias que se incluyera en el plan de obras, porque fue una reparación capital y no existía el financiamiento. Pero lo logramos y entró en funcionamiento el 6 de noviembre, con un nivel de satisfacción muy alto de parte de los electores”.
El día del diálogo con Escambray había convocado a un trabajo voluntario que resolvería el viejo planteamiento de Aida Álvarez, una electora que se encuentra fuera de Cuba, asistiendo a una hija. “Es un pase de desagüe para el que ya tenemos el tubo. Cuando lo estemos instalando voy a filmar el trabajo, para que sepa que no se olvidó y vea a sus vecinos en función de ello”, asegura.
Ahora anda enamorado de un proyecto de desarrollo local para el rescate del Platanal de Bartolo, que consiguió incluir como un acuerdo de la Asamblea Municipal del Poder Popular y deberá concretarse en un complejo cultural.
No nos deja marcharnos sin mostrarnos el área donde florecerá ese sueño; tampoco sin que contemplemos, junto a la Cañada del Portugués, la tapia que un día ya lejano, cuando su misión apenas comenzaba, le construyeron a Nena Gallo.
Mis más sinceras felicidades para este delegado, que lastima que no todos sean así. Digo esto porque se tiene que buscar otras formas de trabajo de los delegados de base, la opinión de los de a pie, esa que se escucha en la calle, bodegas, farmacias y otros lugares públicos no es la más favorable lo que se demuestra en la participación de las reuniones de rendición de cuenta, en las que casi siempre participa un mismo pequeño grupo. Se tiene que cambiar, el trabajo de los delegados está en un permanente inmovilismo lo que hace que la población no les tenga confianza, por parte del Municipio y Provincia se le tiene que dar más atención a su trabajo porque en definitiva son los que tienen que darle la cara al pueblo.
Bien, de acuerdo con todo, pero….el delegado tramita, embulle, une, guia, ayuda, está envestido por la ley….pero querida Delia… en el 97% de las cosas no resuelve, porque no tiene nada en sus manos, no tiene recursos, ni dispone de fuerza para tomar desiciones que le resuelvan el roblema a la comunidad.
Gracias.
Bueno, respeto su criterio, pero la propia historia de este delegado en su demarcación demuestra otra cosa, a pesar de los pesares. Ahora es más difícil, y aun así él consigue soluciones con la contribución de su gente. Creo que el trabajo lo dice. Gracias.