El problema de Cuba

De forma paralela a la cotidianidad que se vive en la isla, elementos alentados y financiados desde los Estados Unidos intentan promover en Cuba cambios que solo complacen los apetitos imperiales

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Ilustración: Martirena

Vestido con un uniforme de escuela primaria, el rapero Maykel Osorbo, conocido, más que por su música, por sus llamados a la violencia contra Cuba desde videos subidos a Youtube y compartidos en otras plataformas, protagonizó la provocación de turno: “Me estoy haciendo el pionero, no inventen más, que si vuelvo a convicto te voy a meter los tanques”. Esto último iba dirigido al periodista del Sistema Informativo de la Televisión Cubana Humberto López. “Cuando nos vuelvan a poner por el noticiero…” y a seguidas, más amenazas.

Además de protestar por la información pública de los últimos meses acerca de sucesos y personas implicados en ellos que buscan desestabilizar el orden económico, político y social en Cuba, es la manera que el “cubano disidente y contestatario”, como se presenta en Facebook, encontró para promocionar un concierto on line “contra la dinastía Castro” que tendría lugar el 28 de enero. “De convicto a pionero, José Martí”, podía leerse en la convocatoria.

Así de estrafalarios, irrespetuosos y desafiantes suelen ser la mayoría de ellos. En esa otra Cuba que late en sus mentes, como la utopía del país que debería ser y no es, lanzan, una y otra vez, ideas atropelladas sobre cómo conseguir que el pueblo de la mayor de las Antillas viva “libre y feliz”, según sus preceptos.

Pero no piense usted en un foro pacífico donde cada quien opina en orden sucesivo, o argumenta de forma mesurada: los fabuladores de esa Cuba que, según ellos, nos interesa a nosotros, pretenden imponernos sus métodos de la forma más burda y antidemocrática que pueda conocerse.

De un tiempo a la fecha en las redes de internet resultan cotidianas ciertas exigencias que más bien parecen imposiciones, formuladas con verbo agrio y gestos grotescos, al estilo de “mira que les hablo y les hablo, pero no entienden”. Nada, que si pudieran saldrían de la pantalla frente a nosotros, nos tomarían por el cuello y nos arrastrarían debacle adentro.

El propio rapero arriba aludido, que ahora se presenta como un “ciudadano normal”, que no pone bombas, ha solicitado en videos anteriores: “Yo apoyo ahora mismo una invasión (…). Esto tiene que llegar a otro nivel, ya yo he convocado al pueblo a botarse y no se bota (…), ¿tú quieres que esto cambie? ¡Fuego!”.

No es el único, ni siquiera el más violento. Han aparecido también otros actores, generalmente radicados en Miami, que hablan de matanzas en nombre de una supuesta libertad de Cuba. Asquea ver a Yamila, una exiliada cubana promotora de actos de terror que se autodenomina hija de uno de nuestros próceres por la independencia, asegurando, casi fuera de sí, que es lícito matar a “un millón” en nombre de la supuesta libertad de otros millones.

Al parecer, a dichos “defensores” de los cubanos les cuesta ajustarse a los manuales de Golpe Suave ideado por el politólogo norteamericano Gene Sharp, según cuyos dictados, ya probados más de una vez, es posible derrocar un gobierno sin actos de guerra, solo promoviendo la desobediencia civil y creando un caos en las redes digitales que poco a poco pase del escenario virtual a la vida real.

A través de las denominadas redes sociales se han suscitado incitaciones abiertas a actos de sabotaje en Cuba, como aquella en la que se anunciaban recargas “de 20 pa’ 60” a “quien tire a tiendas en MLC y muestre video, no importa si usted no sale”. O convocatorias insólitas, como la de cierto youtuber que pidió a “papá Trump”, a modo de escarmiento para América Latina: “¡Acabe con los cubanos!”.

Llegado este punto vale comentar una conclusión que suena más a llamado de exterminio masivo, no obstante lo cual fue transmitida en vivo por Youtube—aunque borrada después—en el programa de un tal Boris Sancho, quien ha acompañado a la susodicha Yamila en sus numerosas instigaciones a la violencia.

Durante la entrevista a un supuesto doctor, desconocido para quienes radicamos en Cuba, este menciona las dos alternativas que le quedan a nuestro país, según él: anexarse a España o a Estados Unidos, “para que pongan orden” aquí. Y declara a continuación: “Lo peor que tiene Cuba es que está llena de cubanos; el problema de Cuba son los cubanos”.

Pero tamaña barbaridad le pareció poco al anfitrión, y agregó una consideración incendiaria: “La última vez que ‘chequié’ la tercera opción todavía la bomba nuclear era ilegal, no me dejaban usar la bomba nuclear; y Cuba está de borra y empieza de nuevo”. Así de simple: si aquí dentro no concordamos con sus propósitos, la solución es borrarnos del mapa por medio de ese “adelantado” método.   

Días atrás, el actor y conductor cubano Alexis Valdés comenzó su entrevista a Luis Manuel Otero Alcántara —cara visible del autodenominado Movimiento San Isidro— con la afirmación de que era un joven cubano al que alguien había nombrado mambí contemporáneo. Cabe imaginar la dignísima protesta de los verdaderos mambises ante tamaña ofensa, al comparárseles con alguien que disiente del gobierno de Cuba no “desde el arte, la poesía y el pacifismo”, como asegura Alexis, sino de un modo sucio, al recibir financiamiento de la potencia que pretende absorbernos como nación.

Los aquí aludidos y otros que se mueven en la misma cuerda no son figuras de relevancia por la credibilidad de sus teorías o posturas, sino sujetos que solo buscan quedar bien con quienes planifican susactos y pagan por ellos. El problema de Cuba no podría ser jamás la gente que nació y vive en ella procurando un mejor país. El problema de Cuba, señores — y lo que es peor, el verdadero peligro que la acecha—, son esos que, sin derecho alguno, pretenden erigirse en voz de su pueblo. 

Delia Proenza y y Adriana Alfonso

Texto de Delia Proenza y y Adriana Alfonso
Máster en Ciencias de la comunicación. Especializada en temas sociales. Responsable de la sección Cartas de los lectores.

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