Cada ser humano tiene sus propios derroteros. Camina con sus propios zapatos, tropieza, salta. Esquiva obstáculos. Se levanta al caer, sonríe, llora. Mundos únicos que se abren cuando topan de frente con otros similares. Nacen así las complicidades, disfrutadas a plenitud, sobre todo, cuando emerge la cofradía.
Así les ha sucedido a tres espirituanas con el teatro para el público infantil. Tocaron sus puertas como necesidad espiritual. Aprenden los secretos de los títeres sobre los escenarios. Dialogan, gracias a la magia de Teatro Parabajitos. Exhiben orgullosas el Premio Provincial de Teatro Hugo Hernández 2020, no solo por ser el máximo galardón otorgado en Sancti Spíritus, sino por haber sido formada por quien le da nombre a tan prestigioso lauro.
AFINACIONES Y LUCES
De niña no había quién la despegara del televisor. Encantada permanecía por aquellos dibujos animados con frases que aprendía de memoria. Luego, creaba sus propias historias, acompañada de los diversos personajes. Soñaba con ser actriz.
“De ese gusto nació mi payasita Violeta, una ratoncita muy graciosa que conocimos por los muñequitos rusos. La enriquezco por los saberes aprendidos al trabajar con el maestro Hugo”, cuenta María del Rosario Muñoz Guevara.
Han pasado 22 años desde que salió detrás del salón. A partir de entonces, los aplausos no dejan de arrancarle el orgullo interno. No cree merecido el premio y mucho menos cuando sólo ha disfrutado cumplir con el sueño de niña.
“Aprendí con Hugo cómo me tenía que proyectar frente al niño marcando una distancia propicia para no generarle susto. Todo tiene que ver: el maquillaje, la voz, los movimientos… Tenemos que regalar diversión y educación, no hacerlos llorar”, dice.
Y como actriz no se ha cerrado las puertas. Hasta el escenario imaginario del grupo dramático de Radio Sancti Spíritus sube de la mano de muchas historias.
“Ahí la voz es tu arma. Con ella tienes que crear desde una anciana hasta una niña. Ha sido, sin duda, una escuela para mi formación”.
Mas, Violeta no es el único personaje que a María del Rosario Muñoz Guevara le desvela. En su guion personal siempre asalta la abuela Pirula.
“Varios años estuvimos junto a Pelusín del Monte. Tenía las dosis exactas de Dora Alonso y la frescura y jovialidad de mi abuela. A cada rato me traiciona y sale a flote y yo me digo no, sigue guardada. Como Pirula no hay dos. Es mi gran personaje”.
DETRÁS DE BAMBALINAS
El día que Yeney Juviel Ávila acunó un títere en sus brazos supo que encontraba uno de los más puros amores.
“Disfruto sobremanera cuando los ojitos borran la frialdad del objeto y le dan vida. Recuerdo que a Pelusín, mi primer personaje con títere, le decían el niño y eso me estremecía porque era un medidor de cómo había interpretado el personaje”, narra Yeney con 16 años de experiencia.
Otro de los sucesos que le ha arrancado del pecho las más sinceras emociones tuvo lugar al conocer que era nominada al Premio Caricato 2012 por otra obra que resguarda con mucho cariño: Julián y Justina.
“Pero nada es comparable con la energía que se siente durante las cruzadas teatrales. Llegar donde nunca se ha visto un títere o un payaso, donde no hay teatro y verlos disfrutar es muy gratificante. No importa la edad. Siempre sus rostros se convierten en el mejor de los premios”.
EN ESCENA
“Me formé en el Movimiento de Artistas Aficionados. En los talleres que impartía Hugo Hernández fui descubriendo los títeres. Comenzó a invitarme para que lo acompañara y ahí se me pegó el bichito”, refiere Ana Betancourt Hernández, 27 años después.
En tanto tiempo ha conocido de cerca la mayoría de las interioridades de los proyectos de las artes escénicas espirituanas. De cada uno ha bebido lo mejor para apuntalarse en la escena.
“Todos me han aportado y eso lo agradezco siempre. Anita como actriz tiene algo muy particular. Me gusta mucho el teatro para el público infantil porque proporciona la formación de los valores en edades muy tempranas. Nuestra sociedad hoy lo necesita mucho”.
Bajo ese concepto concibe a Pipeta, la carismática payasita moldeada al calor del programa radial La carpa azul, idea original de José Meneses.
“Esa oportunidad me permitió aprender y consolidarme en el mundo de la actuación”.
Pero, desde hace unos meses Ana prefiere estar del otro lado de la sala oscura. Aunque vuelve, una y otra vez, a los ensayos de Parabajitos para no perderse ningún detalle de los montajes.
“Los artistas no acostumbran a dirigir. He tomado de la mano al Teatro Principal porque tengo por dentro ese bichito de que socialmente soy útil fuera del escenario. Me dije, intentaré hacer las dos cosas con responsabilidad, aunque el sacrificio es inmenso. De esa forma, creo que le doy continuidad a la trayectoria de las artes escénicas en Sancti Spíritus, donde se trabaja incansablemente y eso no podemos dejarlo en el olvido”.
¿ANHELOS?
Trabajar y tratar de hacer que las cosas salgan lo mejor posible para lograr transformar el entorno cultural tanto de la provincia como del municipio. Y, por supuesto, que el Teatro Principal tenga un mayor reconocimiento del público por ser el escenario seguro y de atracción al subir acá buenos espectáculos”, respondió. Son estas tres historias de actrices espirituanas. Enamoradas eternas del teatro, los títeres y el público infantil, una trilogía que genera que confluyan siempre en un mismo escenario.
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