Cualquier día es bueno para rendirles homenaje, pero en estos tiempos cuando no descansan y apenas duermen en templada lucha contra una pandemia, casi no se encuentran palabras para describir a esos enfermeros y enfermeras que conozco bien porque crecí entre muchos de ellos.
Algunas veces son invisibles, pero siempre han estado ahí para brindar salud, prevenir, curar, acompañar o aliviar el dolor ajeno como seguidores de un credo que escogen por vocación, un dogma que se trasmite por generaciones, desde aquellas primeras que graduó la Revolución cubana, llámese Asela, Felicia, Evidia, Oneida o Amada, mi madre, que todavía a sus 86 años tiene la mano firme para poner una inyección. Son mujeres de cofia y completo uniforme a las que no les importó el sacrificio de doblar turnos porque no llegaba el relevo.
Esperanza, Lily, María Caridad, Emilia, a ellas también las conozco, enfermeras de estos tiempos que ante la COVID-19 se arriesgan en zonas rojas, barrios en cuarentenas, terapias intensivas, centros de aislamientos y consultorios del médico de la familia con un alto sentido humanista y de amor al prójimo porque forman parte de la grandeza del sistema de salud cubano.
Porque vivo entre ellos también sé que forman parte de un gran ejército lleno de altruismo que nos regala el beneficio de darle a Sancti Spíritus un enfermero por cada 132 espirituanos, gente de blanco que alcanza también para repartir la necesidad de amor y solidaridad que vive el mundo hoy con la pandemia.
No importa si es 12 de mayo, Día Internacional de la Enfermería, celebrado en todo el mundo en saludo al nacimiento de Florence Nightingale, a quien se le considera el exponente supremo de esa labor. Cualquier día es bueno para el homenaje.
La lámpara que acompañaba a Florence cuando recorría las calles en jornadas nocturnas para socorrer a heridos y a enfermos ilumina esa vocación de ayudar sin hacer distinción, en una mezcla de ciencia, servicio, amor y compromiso con entrega y profesionalidad tal como afirmara la sanitaria inglesa: La enfermería es un llamado superior, un llamado honorable… El honor radica en el amor por la perfección, la consistencia y en el trabajo duro para conseguirla.
Merecido homenaje y reconocimiento a quienes están en la primera línea de batalla.
Muy bonito y merecido artìculo, Carmen.