La investigadora, musicóloga y pedagoga cubana María Teresa “Teté” Linares falleció este martes, informó en su página en Facebook el Instituto Cubano de la Música.
María Teresa Linares Savio (1920-2021) fue una de las prestigiosas musicólogas cubanas de su generación y de las que le sucedieron. Fue merecedora del Premio María Teresa García Montes de Giberga 1958 por su ensayo “Influencia española en la música cubana”.
La condición de investigadora de mérito; el título de doctora honoris causa en Ciencias del Arte; el Premio Nacional de Investigaciones Culturales (1999) y el de Música (2006), la membresía de mérito de la Uneac y el Premio Internacional Fernando Ortiz 2000, entre otras distinciones y una larga y fructífera vida dedicada a la música cubana y su estudio, hablan de su trayectoria y su aporte a la cultura de la isla.
Recibió la Orden Félix Varela, máxima condecoración que otorga el Consejo de Estado de la República de Cuba a las personalidades que han realizado extraordinarias contribuciones a la cultura artística y literaria.
Entre 1948 y 1956 realizó junto a su esposo, el musicólogo Argeliers León, trabajos de campo en diversas zonas del país para recoger información, cantos y toques de antecedente hispano y africano.
En los años sesenta ofreció seminarios en el Teatro Nacional y cursos en el Conservatorio Alejandro García Caturla, y contribuyó a la formación de instructores de arte. Trabajó en el Instituto de Etnología y Folklore de la Academia de Ciencias de Cuba, y a partir de 1974 se dedicó a asesorar y producir para la Egrem discos de larga duración que recogen exponentes de la música colectada por ella en diferentes lugares del país, así como de los diferentes géneros musicales de nuestro país.
A ella se debe la producción en Cuba de la primera Antología de Música Afrocubana, serie discográfica de nueve volúmenes realizados por la Egrem, y los textos de dos de los volúmenes: Viejos cantos afrocubanos, volumen I y Oru de Igbodu, volumen II.
Impartió clases, conferencias y seminarios en Puerto Rico, Islas Canarias, Nicaragua y México, entre otros países. En 1984 y hasta 1997 asumió la dirección del Museo Nacional de la Música y durante esos años, por su vinculación con el CIDMUC (Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana), llevó a los musicólogos de esa institución a los primeros estudios prácticos de campo, que aquellos solo conocían por las clases teóricas de Argeliers León.
Como musicóloga, uno de sus más trascendentes aportes escritos está en su libro La música y el pueblo (1974).
Además, colaboró como autora de importantes artículos y ensayos para diversas revistas como Nuestro Tiempo, Pro Arte Musical, Boletín Música de Casa de las Américas y Catauro, así como publicaciones en el extranjero. También fue vicepresidenta de la Fundación Fernando Ortiz.
Según la publicación del Instituto Cubano de la Música, sus cenizas serán depositadas en el panteón familiar.
“Dedicó su vida a la investigación del acervo popular y folclórico de la nación cubana. Su labor no se limitó al registro, descripción y análisis de procesos, repertorios, compositores e intérpretes, sino que trascendió, igualmente, por su incalculable aporte a la gestión institucional y la difusión de la música en Cuba”, destacó la institución.
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