Para el destacado poeta, narrador y ensayista espirituano Antonio Rodríguez Salvador (Chichito), “Fidel tenía un especial sentido del momento histórico”; por ello, en medio de las convulsas circunstancias de los primeros años de la Revolución, el líder cubano, visionario al fin, hizo nacer la certeza de que la cultura es el escudo y la espada de la nación.
A su juicio, ¿qué hechos han marcado el fomento de la cultura en Cuba bajo la impronta de Fidel?
Durante los primeros años de la Revolución, Cuba recibió innumerables agresiones, ataques. Estamos hablando de miles de personas alzadas, bombas, incendios, tiroteos, asesinatos, diversos sabotajes. En medio de esas circunstancias de agresiones y del bloqueo de la economía por el gobierno de Estados Unidos que ya empezaba, lo más lógico era que se pensara únicamente en cuestiones de la defensa nacional; sin embargo, Fidel dedicó, en esos momentos, enormes esfuerzos al trabajo de la cultura.
Tan así es que una de las primeras medidas que tomó fue la creación de la Imprenta Nacional de Cuba y la publicación del libro El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que no fue un manual para milicianos. Evidentemente, había en Fidel una preocupación por la cultura y no por cualquier cultura; sino por la cultura universal.
La Campaña Nacional de Alfabetización fue, sin dudas, el evento cultural más trascendental de la Revolución. El eslogan de Fidel: “Al pueblo no le vamos a decir cree, sino lee”, no tenía sentido si la gente no sabía leer ni escribir, y en el año 1961 alrededor de 700 000 personas fueron alfabetizadas. Pero no fue solo ello; en ese tiempo se terminó la Biblioteca Nacional, se creó la Orquesta Sinfónica Nacional, se revitalizó el Ballet Nacional de Alicia Alonso, quedó fundada la Escuela Nacional de Arte. Cientos, miles de campesinos de todo el país —gente humilde— tuvieron acceso a escuelas para la formación artística para luego llevar la cultura a los campos. Nacieron la Uneac (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), el Consejo Nacional de Cultura; es tremendo que todo esto haya ocurrido en los primeros años de Revolución.
Marta Rojas, Premio Nacional de Periodismo José Martí, recientemente fallecida, aseguró que el desarrollo de la cultura en la Cuba revolucionaria comenzó masivamente con la Campaña de la Alfabetización impulsada por Fidel.
Cuando se dice cultura cubana es la cultura mía, la tuya, la de todo el pueblo, la que refleja nuestras costumbres, nuestra idiosincrasia, tradiciones; lo que nos hace diferentes y a la vez semejantes a los demás. La cultura la conformamos todos.
Si esa cultura nacional entra en contradicción con un porcentaje enorme de la población que ni siquiera sabe leer, tener conciencia de sí mismo, no se puede hablar de arte de ningún tipo con personas analfabetas. La Campaña de Alfabetización fue entonces el más grade acontecimiento cultural emprendido por nuestra nación en cualquier época.
A todas luces, constituyó una utopía posible gracias al pueblo.
Qué demostración mayor de apoyo popular que 271 000 alfabetizadores, en su mayoría jóvenes, adolescentes, se hayan ido a los campos, a los lugares recónditos de la geografía cubana a enseñar a leer y a escribir. Allí no había cultura alguna, ni luz eléctrica, ni radio, televisión, no había hospitales. Que de pronto empiece a cambiar esa realidad, que todo eso llegue al pueblo, entonces puede hablarse de cultura nacional.
Ya en La historia me absolverá Fidel planteaba como una necesidad urgente el fin del analfabetismo.
En el año 1953 se hizo un censo y, luego, en 1956 se realizó un estudio por la Agrupación Católica Universitaria. De este último no se quería hablar mucho porque se quería mostrar a Cuba como una tacita de oro; sin embargo, ahí se revela que, de 2 millones y medio de campesinos, de obreros agrícolas, la mitad ni siquiera sabía escribir, el 2 por ciento apenas comía carne; la situación estaba depauperada. La Revolución revierte eso con la aplicación del Programa del Moncada. Ese manual, ese folleto que conocemos como La historia me absolverá escrito por Fidel en el Presidio Modelo, la gente lo leía masivamente, a pesar de la represión, de que tenerlo en la mano y te capturaran con él podían costarte tortura, prisión o muerte.
Fidel siempre creyó en el poder liberador de la cultura y de la literatura, en específico, y lo sintetizó en una idea: Sin cultura no hay libertad posible.
Sin cultura no tenemos conciencia de nosotros mismos, sin cultura somos manipulables, somos una especie de cartucho donde se le añade cualquier cosa dentro, lo que un tercero quiera colocarle dentro. Cuando tienes un espíritu crítico, un criterio de las cosas, puedes pensar por ti mismo y puedes considerarte completamente libre; pero si no tienes formación, si no estás al tanto de lo que sucede en el mundo y de tu papel dentro de ese contexto, evidentemente eres un esclavo de cualquier cuestión manipuladora en la que quieran introducirte.
¿Cuántas luces brindan todas estas ideas de Fidel para interpretar el momento que vive Cuba, asediada por constantes campañas subversivas?
Ofrecen muchas luces. Las campañas subversivas siempre chocan contra esa cultura y contra ese sentido patriótico y de pertenencia que tenemos los cubanos. En nuestro país, nunca nada que venga con ideas extranjeras con el fin de oponerse a nuestra cultura triunfará. Somos una nación de vocación universal; incorporamos enseguida cualquier otro valor, venga de donde venga, siempre que sea consustancial a nuestra cultura. Somos un país de amplio espectro, desprejuiciado en ese sentido. Si de pronto hay un músico, un escritor o un artista de cualquier parte del mundo que destaca por sus valores y estos son consustanciales con nuestra cultura, lo asimilamos, lo enriquecemos. Ahí está la historia de las jazz band de donde salieron nuestras orquestas charangas; asimilamos el rock y logramos el rock cubano. Todo lo que tenga valor se asimila. Lo que se oponga a nuestra cultura, idiosincrasia, al sentido de pertenencia de lo nuestro no tiene alternativa y es lo que está pasando ahora.
¿Usted se declara un cubano agradecido?
Digo que soy de Taguanico, una mezcla de Taguasco y Jatibonico. Nací en el límite entre estos dos municipios, en un campito que se llamaba Santa Rita. No había entonces luz eléctrica, la casa era de piso de tierra, el hospital más cercano estaba a 40 kilómetros. Mi hermana nació en Ciego de Ávila, tuvo esa fortuna porque un político de aquellos tiempos, a cambio del voto, le facilitó a mi madre que pudiera dar a luz en Ciego de Ávila; pero mi nacimiento fue asistido por una comadrona. En aquel lugar las personas podían morir de cualquier enfermedad curable; no existían vacunas, había que ir al curandero que solo recetaba hierbas y rezaba; si yo hubiera crecido allí bajo la lógica de aquel momento, la probabilidad de haber muerto y, además, de ser analfabeto era muy alta. La Revolución vino a dignificarme. Pude estudiar, hacerme un profesional, escribir libros, publicarlos. En fin, uno tiene que tener conciencia de dónde vino y qué ha hecho posible que tenga determinado crecimiento en la vida, y ese crecimiento se lo debo a la Revolución, sin dudas.
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