El joven abogado Fidel Castro cuando emprendió su lucha estaba consciente de que hacer una revolución democrática en Cuba sería una tarea dura; primero, por la historia de agresiones del imperialismo yanqui en este continente contra todo intento de cambiar el statu quo en cualquier país americano, aunque ese cambio fuese mínimo y, segundo, porque la dictadura de Batista estaba respaldada por Washington.
Sabía Fidel que ese imperio utilizaba a dos manos la Guerra Fría contra la Unión Soviética y el campo socialista, y la Doctrina Monroe, como instrumentos para mantener bajo su tutela a los países al sur del río Grande, pero no solo por razones geopolíticas y geoestratégicas, sino porque era la única forma de garantizar en ellos el libre accionar de los monopolios estadounidenses que esquilmaban sus recursos y mantenían en la ignorancia y la miseria a sus pueblos, fuente principal del poderío y la riqueza de la superpotencia.
Una vez iniciada la lucha en las montañas orientales a finales de 1956, el joven líder no tardaría en experimentar los frutos de la injerencia norteamericana, manifestada en la entrega de armas yanquis al régimen sanguinario y ladrón de Fulgencio Batista, para la guerra contrainsurgente, y en la presencia en La Habana de tres misiones militares de ese país para asesorar a su ejército.
Contra tal injerencia descarnada luchó la vanguardia guerrillera protagonizada por Fidel, hasta llegar al punto de ordenar el plagio de un grupo de técnicos estadounidenses y familiares en la zona niquelífera del norte de Oriente, como medida de presión para impedir la entrega de bombas yanquis a la aviación batistiana directamente en la Base Naval de Caimanera, que luego eran lanzadas contra bohíos campesinos en la zonas liberadas de la Sierra Maestra y el II Frente Oriental Frank País, lo que se conoció como Operación Antiaérea.
No pudo impedir la interferencia de Washington en los asuntos de Cuba el triunfo de la empresa emancipadora el primero de enero de 1959, pero puso todo tipo de obstáculos en su camino antes, durante y después de aquella gesta para frustrarla en cualquiera de sus etapas, siguiendo una lógica de escalada en su accionar injerencista contrarrevolucionario, como lo fue en sus primeros momentos la constitución de un gobierno espurio en La Habana para intentar impedir la victoria a los mambises del siglo XX.
Como lo demostró la historia, EE.UU. no estaba dispuesto a permitir el surgimiento de un estado de democracia popular a escasas 90 millas de sus fronteras y ante cada fracaso doblaba la parada, pero Cuba, bajo el liderazgo inigualable de Fidel, respondió cada agresión con acciones de profundización, pasando de cumplir las promesas contenidas en el Programa del Moncada, de corte democrático-popular, a la aplicación de medidas de carácter socialista.
Aunque la prensa y los alabarderos del imperio trataron siempre de justificar las acciones anticubanas con la decisión de la dirección de la Revolución de iniciar la construcción del socialismo, lo cierto es que el margen de soberanía concedido a nuestro país era tan exiguo que ni siquiera estaban dispuestos a permitir medidas tan limitadas como la rebaja de alquileres y de las tarifas eléctrica y telefónica, las cuales favorecieron a la inmensa mayoría del pueblo cubano.
Prueba manifiesta de lo anterior es que el esfuerzo destructivo de Estados Unidos contra la Revolución se multiplicó después de la promulgación el 17 de mayo de 1959 de la Ley de Reforma Agraria, contemplada en el Programa del Moncada y contenida además en la Constitución burguesa de 1940. Es decir, que a solo cuatro meses y medio de la entrada de los barbudos en La Habana, decidieron en Washington el derrocamiento por cualquier vía del gobierno fidelista.
FIDEL CONTRA LA SUBVERSIÓN ENEMIGA
¿Qué factores opuso Fidel Castro a la fuerza del imperio norteamericano empeñado en hacer fracasar la Revolución? Tras más de seis décadas de lucha desigual, hoy es posible responder: la valentía personal y política, la inteligencia, la moral y ética, la firmeza, la capacidad de prever, y todo ello con el apoyo militante del pueblo cubano.
Preciso es recordar que, a solo siete meses y días de su llegada al poder; es decir, en la primera quincena de agosto de 1959, la Revolución tuvo que enfrentar la primera gran embestida contrarrevolucionaria revelada en la conspiración batistiano-trujillista de la Rosa Blanca, la cual estuvo integrada por oligarcas afectados por las primeras medidas revolucionarias, así como por políticos y militares del antiguo régimen con el respaldo de la satrapía dominicana de Rafael Leónidas Trujillo y poderosos intereses en Estados Unidos.
En aparición por la televisión a raíz del fracaso de la conjura que tuvo sus escenas finales en Trinidad los días 12 y 13 de agosto de aquel año, Fidel dejó claro quiénes estaban realmente detrás del complot, orquestado en apariencias solo por siquitrillados y exmilitares criollos con el auspicio del tirano Trujillo. En lo adelante Washington asumiría directamente los ataques contra Cuba.
Ante críticas e intrigas originadas en el país del norte con eco en ciertas naciones de este continente en el seno de la OEA, ya Fidel lo había dicho el 2 de julio de 1959 en comparecencia pública en un programa de CMQTV: “Ningún pueblo y ninguna organización del mundo tiene derecho a ningún tipo de medida que pueda lesionar en un ápice nuestra soberanía y nuestra dignidad”.
Luego, ante el crimen incalificable de la explosión en el puerto de La Habana del mercante francés La Coubre, cargado de pertrechos militares para Cuba, y los indicios de que era un acto terrorista de la CIA que siguió a los intentos reiterados de Washington por impedir que la isla adquiriese armas, Fidel expresó el 5 de octubre de 1960 en la despedida de duelo al centenar de víctimas que causó:
“Porque, en primer lugar, ¿qué derecho tiene ningún gobierno a interferir los esfuerzos que realiza otro gobierno en defensa de su soberanía? (…) ¿Qué derecho tiene ningún gobierno a prohibirles a los cubanos que adquieran las armas que todos los pueblos adquieren para defender su soberanía (…)?”.
Y en el discurso del 7 de junio de 1960 con los trabajadores de barberías y peluquerías —cuando enunció la consigna de ¡Patria o Muerte!—, el Comandante apuntó refiriéndose a las autoridades yanquis: “Y en la medida que se apartan del único camino y de la única actitud que debieron haber mantenido con respecto a la Revolución, avanzan más y más por el camino funesto, erróneo, absurdo y estúpido de la agresión”.
Un valor añadido de los pensamientos y expresiones de Fidel acerca de la injerencia externa se muestra en su discurso al finalizar el desfile del 2 de enero de 1961 en la Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, cuando apuntó de manera premonitoria: “Si quisiéramos medir el mérito de nuestra Revolución y el valor de nuestra Revolución, bastaría observar el odio que contra ella sienten los grandes intereses reaccionarios del mundo”.
Meses más tarde, el 16 de abril de 1961, en el sepelio de las víctimas del ataque mercenario a nuestros aeropuertos, el Comandante en Jefe sentenció ante los actos canallescos del imperio: “Aquí tenemos, como pocas veces ha tenido ningún pueblo, la oportunidad de conocer por dentro y por fuera, y por los costados, y por abajo, y por arriba, qué es el imperialismo”.
A ese imperio y su nefasta ejecutoria se referiría Fidel el 22 de diciembre del mismo año en el acto para celebrar la victoria de la Campaña de Alfabetización, cuando, después de mencionar a los maestros y alfabetizadores casi niños asesinados por las bandas contrarrevolucionarias dijo: “¡Ni el imperialismo nos ha perdonado la vida, ni nosotros le imploramos al imperialismo que nos la perdone! ¡La Revolución cubana se hizo a pesar del imperialismo, y la Revolución cubana seguirá adelante a pesar del imperialismo!”.
En ese discurso el líder cubano también planteó: “¿No quiere socialismo el imperialismo? ¡Pues bien, le daremos tres tazas de socialismo!”.
OTROS ARGUMENTOS PARA LA HISTORIA
Una connotación especial en los primeros años de la construcción socialista la tuvieron los planteamientos de Fidel en torno a la Crisis de Octubre de 1962, cuando condenó en los más duros términos el acoso de Estados Unidos y sus títeres de la OEA a Cuba, y defendió con firmeza el derecho de Cuba, refrendado por leyes internacionales, a acoger en su territorio las armas que considerase necesarias para su defensa.
Aunque se manifestó en cada una de sus apariciones públicas de una forma u otra contra la injerencia extranjera en torno a Cuba, y en primer lugar de Estados Unidos, existen fechas y acontecimientos que establecieron hitos en la oratoria antiinjerencista del Comandante en Jefe, algunos de ellos marcados por el sino de la victoria, como el discurso del 26 de julio de 1965 en Santa Clara, cuando proclamó la eliminación definitiva del bandidismo.
Pero hubo otros como el del 15 de octubre de 1976, en ocasión del sabotaje a la aeronave de Cubana de Aviación en Barbados —que costó las vidas de sus 73 pasajeros y tripulantes, 57 de ellos cubanos—. “Detrás de estos hechos está la CIA. Y casi sin excepción en todas las ocasiones, las organizaciones terroristas que radican en Estados Unidos”, afirmó.
Luto e indignación destilaron también sus palabras el 14 de noviembre de 1983 en la despedida de duelo a los cubanos caídos durante la agresión de Estados Unidos a la pequeña isla de Granada.
Fuerte carga contra la subversión tuvieron igualmente las intervenciones del líder cubano con motivo de los sucesos de 1980 en la embajada del Perú y durante la crisis de los balseros en 1994. En la continuación de esa línea de pensamiento, expuesta en más de 1 500 discursos, declaraciones, documentos y reflexiones que componen su obra, Fidel legó a la posteridad un caudal de conocimientos, elementos y principios contra la injerencia y los intentos de anexión de Cuba por parte del imperio y sus lacayos que en la actualidad poseen un valor histórico y patriótico incalculable.
FIDEL.
En el nuevo aniversario,
De su desaparición,
Física pues solamente,
Ya que está en el corazón.
////////
Fidel sigue cabalgando,
Por sendas de la victoria,
La justicia y el honor.
///////
Su ideal sigue presente,
Es pensamiento, es acción,
De tantos agradecidos,
Es continuidad y revolución.
//////
Es su legado consciente,
En cada generación,
Desde el mambi al estudiante,
Del deportista al campeón,
Del medico al combatiente,
Del ingeniero al pastor.
///////
Del estadista al guerrero,
Del politico al constructor,
Del economista al obrero,
Del hijo, padre y abuelo,
Y de humilde profesión.
///////
De cada derrota en triunfo,
De no claudicar jamás,
De estar en cada rincón,
Donde falte al ser humano,
La igualdad y la razón.
///////
De avisorar los peligros,
Que afectan la poblacion,
De ser el primero en todo,
Cuando se dio la ocasión.
///////
De estar, entre los impacientes,
Cuestión que también lego,
De empujar la medicina,
La cultura, la instrucción,
La formación consecuente,
De confiar en el ser humano,
De su fe por convicción.
///////
Ese es Fidel en Marti,
Y Martí en su corazón,
En Raúl, Camilo y Che,
En Almeida y la nación,
Que no le fallo en Angola,
Ni el Moncada Ni en Girón,
Ni en cada nueva misión.
///////
Ese es Fidel que es el pueblo,
Frente a la artera agresión,
Trazando el nuevo camino,
Ese que en el 59,
Para todos comenzó,
Sin cadenas, sin oprobios,
Sin ultraje y humillación.
///////
Honremosle como el quizo,
Emulando su actuación
Su persistencia y constancia
Por un futuro mejor.
/////////
Ese que también predijo,
En más de una ocasión,
Mundo de paz y armonía,
Y de colaboración,
De entendimiento y ayuda,
Y de Reconciliación.
///////
Por eso A Fidel,
lo quiere Cuba,
Con el corazón.