En medio de la quietud de la noche, un muchacho “forrado” en trajes, gorros y nasobuco devora kilómetros en la Avenida de los Mártires de la capital provincial. Horas antes el río Tuinucú, donde mismo inició las primeras paletadas, le servía de “lago” de entrenamiento. A su lado, un rival inclemente: la COVID-19, y en la distancia del tiempo, una Olimpiada incierta y un sueño con pesadillas.
“Es que todos en el mundo se están preparando en las afueras de las ciudades”, me dijo y siguió por aquella carrilera que un año y meses después coronó en el Canal Sea Forest, de Tokío, el tesón de casi dos décadas al servicio de las aguas.
MIL METROS AL REVES
En la final del C-2 a 1 000 metros que electrizó a Cuba se juntaron aquella y otras miles de noches y días: ¡Serguey Torres Madrigal es el primer campeón olímpico del canotaje cubano y latinoamericano!
“¡Wao! Dije una mala palabra, muy cubana, di un grito bien alto y con el puño apretado miré al cielo. Fue un momento de descarga total; muchas cosas pasaron por mi mente: años de sacrificio, de tragos amargos, desde ese día estoy flotando”. Y en verdad hastaelWhatsApp deja sentir el jadeo.
Con razón. Ahora que está en tierra cubana, firme, lo sabe mejor. Repasa los metros y los milímetros, también: “Me di cuenta apenas di la última paletada, tengo mejor vista que Dayán porque voy delante, por eso cuando nada más me tiré hacia atrás, miré con el rabillo del ojo, sabía que los botes que venían con nosotros estaban a la derecha y vi que teníamos muy poca ventaja, pero estábamos delante, entonces vino mi expresión de felicidad. Dayán se demoró un poco hasta que miró la pizarra y vio que pusieron a Cuba delante, ahí fue cuando la emoción fue para ambos”.
Y el bote no se rajó. “Cuando arrancas y vienes haciendo las cosas bien el cuerpo todavía no colapsa, vienes haciendo la técnica perfecta, exigiéndote a tope, pero sin perder la eficiencia en la remada; sin embargo, una vez que te rompes o pierdes esa coordinación, empiezan los problemas, enseguida el bote pierde velocidad, no romperse significa mantenerse hasta el final con la mejor coordinación posible”.
A esa altura, Cuba era un manojo de nervios y un empujón nacional. En el agua, Serguey y Fernando Dayán Jorge calcularon cada gota, cada paletada: “Nuestro bote siempre ha sido así. Nunca salimos delante en los primeros 250 metros, pero también tiene otras virtudes que lo hacen un bote ganador: tenemos muy pareja la primera y segunda mitad de la regata, tratamos de salir lo más pegado al grupo y tenerlos a tiro para la hora del final, porque somos muy fuertes ahí; como he dicho: no nos salimos del libreto. Siempre pensamos en hacer nuestra regata, o sea, no competir en función de cómo lo hacen los demás, el bote chino y el alemán son muy fuertes. Desde antes estudiamos nuestras dificultades, nos preparamos para hacer una arrancada un poco más fuerte, tratar de mantenernos lo más cerca posible y seguir trabajando muy bien en el final, perfeccionar la arrancada fue crucial para ganar el oro”.
Lo que adquirió visos de sorpresa se “zambulló” mucho antes en la mente del dúo. “Desde antes veníamos cronometrados y nos decíamos: Hoy es el día de pasar a la historia. De hecho, 100 días antes hicimos una publicación en la que decíamos exactamente eso, nos preparamos mentalmente cada día para llegar en la mejor forma. Lo otro fue tratar de ahorrar la mayor fuerza posible, en la semifinal nunca despuntamos, estuvimos todo el tiempo en zona de clasificación, aunque hubo un momento en que se complicó la regata y tuvimos que apretar un poco más”.
Tokio remó con viento a favor. Probó la capacidad de los botes…, pero premió a los hombres. “El bote es el mismo que tenemos en Cuba, lo único que es moderno en el interior, hemos competido con él a lo largo del cuatrienio, Eso sí, no habíamos tenido la suerte de encontrar el aire a favor en un evento importante, somos ligeros y de pequeña estatura comparados con la media del mundo, los alemanes miden 1.92-1.95 y nosotros 1.72 -1.74, y aun así llegamos proa a proa con ellos, en Mundiales y otros eventos nos ha jugado malas pasadas. A este nivel ya no hay mucha diferencia de tecnología de un bote a otro, lo que hace definir el resultado no es el bote, sino la preparación de cada cual”.
¿TITULO EN REMOJO?
De medallas, incluidos títulos, en Copas y Campeonatos Mundiales, Juegos Panamericanos y Centroamericanos, estuvo mojado el quinquenio previo a Tokio. En el podio alternan con duplas que, como la china y la alemana, le miran ahora las espaldas.
“Siempre hemos sabido que tenemos un bote de muchísimo nivel y cualidades, nos dimos cuenta de que podíamos hacerlo en la medida que fuimos mejorando los defectos, trabajamos mucho en los últimos tres meses y la preparación en Polonia; es un bote que se mantuvo mucho tiempo en la élite y eso inclinaba la balanza, de cómo se comportara la competencia y de cómo fuéramos capaces de concentrarnos para competir en la final, era lo que iba a darle el color a la medalla, hicimos la mejor regata de nuestras vidas”.
Y, al fin, tras tres intentos y tres finales olímpicas, Serguey le ganó a Serguey. “Dayán dice: ‘Tenemos mucho nivel y cuando somos capaces de superarnos a nosotros mismos, que logramos encontrar la mejor versión de nosotros, es que vienen los resultados’, por eso me dice que trate de superarme a mí mismo, que lo otro viene solo”.
Con el título, flotó todo cuanto enturbió el fondo de la carrera de quien, unos dos años atrás, se vio casi con las maletas de regreso del equipo nacional, aun con su vitrina llena de medallas. “No todo es sonrisa, ni felicidad, he pasado tragos amargos, uno de ellos fue en el 2019 cuando casi salgo de la preparación y vi mi sueños tronchados, toqué fondo porque no lo esperaba, pero me crecí ante la situación y volví a superarme a mí mismo, me centré en los que confiaron en mí e hice el compromisos con ellos, eso me dio la fuerza para continuar y a medida que llegaban los resultados trataba de alcanzar la otra meta, era una forma de agradecer a quienes me dieron un voto de confianza”.
En ese maremoto, una luz juvenil hace el milagro del acople, tras varias duplas a prueba.“Dayán me ha aportado el championismo, eso que tenemos entre nosotros, fuera somos hermanos, pero en el agua somos unos rivales que disfrutamos el dolor de competir porque nos exigimos a tope. Tengo la experiencia, pero Fernando me ha aportado ese deseo de ganar, él venía con un ímpetu de ganar que lo logramos canalizar entre los dos y hasta la fecha no se quita. Coincidir con él y otros jóvenes talentosos es lo mejor que me ha pasado porque no me permite acomodarme en los entrenamientos y salir a dar siempre lo mejor de mí, gracias a eso tenemos un equipo con tremendo nivel”.
En la proa del título, Wilfredo e Iraida, los guajiros que, cargados de jabucos, por años desafiaron kilómetros y kilómetros desde Sancti Spíritus hasta la capital para sostener al hijo y amasar este resultadoo. “Ellos van siempre en la proa de mi bote. Por mucho que yo sufra cualquier derrota o festeje una victoria, ellos sufren más cuando pierdo y disfrutan más cuando gano, por eso mi familia es la campeona”.
Y está también aquel hombre que esculpió las primeras “pepitas” de este oro fenomenal. “El título es tocar lo máximo a lo que aspiré. Recuerdo como si fuera hoy cuando empecé a entrenar en Sancti Spíritus con mi entrenador Pedro Hernández, él me creó las bases para llegar al equipo nacional y seguir mi camino, incluso muchos allá me han dicho que gracias a eso he permanecido tantos años. Ser campeón olímpico es un antes y un después, la clave fue no darme por vencido, llevo más de la mitad de mi vida dedicada a este deporte e intentarlo fue siempre lo que me dio la oportunidad de hacerlo. Todos los entrenadores han formado valores en mí, pero los que aprendí con Pedro han sido de los que más me abrieron camino a lo largo de mi carrera; esos kilómetros que remábamos en el río me hicieron aprender la importancia de entrenar bien y hacerlo con dedicación”.
C-2 A METRO CERO
Dieciocho años después, el mismo país que le abrió el cofre a sus primeras medallas mundiales, con edad juvenil, lo premia con un título inédito. La distancia se mide en canas. Mas, Serguey Torres Madrigal, que no se ha despojado de los ariques de Las Tosas, no consigue aun sopesar los quilates de su hazaña y parece mirar al kilómetro cero con otros 1 000 metros por delante
“No me acabo de adaptar a la idea de ser campeón olímpico. Gratificante ha sido recibir el reconocimiento y apoyo de nuestro pueblo, la felicitación del Presidente del Comité Olímpico Internacional y del Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, han hecho sentir mucho más el sabor de la medalla”.
“¿El retiro? No sé. Me siento con completa madurez, por el momento vamos paso a paso, ahora iremos al Mundial. Acabar de romper el récord olímpico, sentirme como me siento, como si tuviera 15 años… son condiciones que propician que ganar se vuelva adictivo; entonces, ¿por qué no hacerlo de nuevo?”.
Esa misma p…,,,..alabrota q soltó Serguey casi casi se le va a Renier en su narración jajajaja.
Excelente entrevista, como siempre acostumbra Elsa.
Grandes Serguey y Fernando Dayan, Grandes!!