A Manuel Lagunilla Martínez, ilustre personalidad de la vieja villa trinitaria, lo conocí hace muchos años en su perfil de abogado de gran experiencia y valía, cuya elocuencia en el estrado y la gran cantidad de juicios ganados le valieron no pocos elogios en la región central de Cuba.
Luego fue que descubrí otras facetas del doctor Lagunilla, cuando un día acerté a ver su nombre como autor en un libro que me habían obsequiado, de titulo Stitcher 9 mm, y el fallecido periodista Rafael Daniel, con quien él sostenía una larga amistad, me mencionó otras de sus obras relacionadas en este caso con la historia. En una ocasión, de visita en Trinidad para unos trabajos referidos a un nuevo aniversario de la liberación del municipio, Lagunilla fue nuestro principal entrevistado y resultó un excepcional testimoniante.
Desde entonces, los tan breves como esporádicos encuentros que sostuvimos de manera presencial fueron ocasión de gran regocijo mutuo para hablar sobre una gran cantidad de asuntos entre los cuales la historia y la política resultaban a menudo los más socorridos y siempre quedábamos con la impresión de que nos había faltado tiempo.
Fue así que, un día tras otro, llegó abril del 2021, cuando recurrí a Lagunilla y a su larga experiencia con vista a la realización de un trabajo sobre el primer ferrocarril espirituano, cuyo aniversario 165 se conmemorará a inicios de junio. El jurista, el historiador, el escritor, el hombre, pasaba por la agonía de ver sufriendo en una cama, en estado grave, a su compañera de casi medio siglo, por una enfermedad aún no diagnosticada que requería un tratamiento intensivo.
Era grande la angustia de Lagunilla, a quien dejé mi correo electrónico y mi número de teléfono, en honor a la verdad sin grandes esperanzas de que pudiera cumplir mi encargo. La mayor sorpresa la tuve cuando pocas jornadas después recibí los datos solicitados en momentos en que ya sabía el diagnóstico positivo al SARS-CoV-2 de su esposa.
Pasaron pocos días hasta que aquella tarde un amigo de ambos llamó por teléfono para comunicarme la mala nueva de que Lagunilla se encontraba ingresado en Sancti Spíritus, debido a una dolencia que muchos asociaron a la COVID-19, algo totalmente lógico atendiendo al padecimiento de su esposa, Miriam Saura, aunque, según los reportes médicos, en él nunca existió un diagnóstico confirmatorio de dicha enfermedad.
Aproximadamente tres días más tarde, el vienes 23 de abril, este redactor leyó en la edición digital de nuestro periódico una crónica titulada “Adiós al historiador de Trinidad”, que daba cuenta del fallecimiento de esa gran persona que fue Manuel Lagunilla Martínez.
Mil veces hubiera preferido no tener que escribir nunca estas líneas dedicadas al ilustre trinitario, fallecido en el Hospital General Provincial Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus, sin embargo, una razón elemental me obliga: creo haber sido el último periodista en hablar con él poco antes de su deceso.
Fuimos colegas dos veces: como pedagogos en las serranìas del Escambray y como juristas espirituanos.
Un extraodinario hombre y profesional.