La mayor atención en estos días la tiene el inicio en todo el país de la inmunización de los trabajadores y estudiantes de la salud con los candidatos vacunales cubanos. No es para menos. Como he repetido en otras ocasiones, la luz al final del túnel está ahí, pero ahora más cerca y radiante que nunca y aquellos que han permanecido en la primera línea merecen ser los primeros por su seguridad y la de sus pacientes.
Estos meses han destapado las ansiedades e inseguridades más insospechadas, han puesto a prueba al ser humano, su capacidad para dar batalla, la resistencia ante un hecho del que ninguna de las sociedades ha escapado a sus devastadores efectos. Ya se miden las consecuencias a mediano y largo plazo de lo que ha significado la propagación del virus SARS-CoV-2 y sus variantes, el peligroso camino que nos queda por recorrer en una época que pronto muchos llamaremos pospandemia y en la que adentrarnos por adelantado es como navegar en aguas turbias.
Sin embargo, si bien no podemos ocultar que la humanidad ha sufrido el peor ataque de su historia contemporánea, tampoco podemos tapar el sol con un dedo y afirmar que estamos de brazos cruzados. Sobran los ejemplos de resistencia por todos lados, las muestras de la capacidad personal y colectiva de no dejar morir la historia, la cultura, las esencias que sostienen el paso de los que han vivido y viven en este mundo construido a golpe de sudor y con ganas.
Quizás por permanecer con sus puertas cerradas, con sus ventanas aseguradas y sus conservadores y especialistas más invisibles que nunca, los museos se han encargado, incluso, de resguardar no solo los tiempos pasados, las historias vividas, los acontecimientos que determinan nuestra conducta ante la vida en sus diferentes momentos. Sancti Spíritus, que tiene una variopinta red de museos y monumentos históricos e incluye en su geografía varios sitios considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad, tiene mucho que mostrar de lo aprendido en estos largos meses en materia de conservación preventiva y preservación patrimonial.
En los próximos días varios de sus museos llegarán a aniversarios cerrados y van a celebrarlo de la manera más expedita en estos días: mostrando cómo han sido capaces de no abandonar ese sacerdocio o responsabilidad ante la historia que significa cuidar con celo cada pieza, documento o fotografía, cada resquicio de vida que ha contribuido a la conformación de la identidad nacional.
Fundado el 22 de mayo de 1981, el Museo Provincial actualmente se ubica frente al parque Serafín Sánchez, la Plaza más importante de la capital provincial. En estos 40 años de existencia no solo desde allí se dirige todo el trabajo metodológico de los museos en el territorio, atesora en sus colecciones el devenir de las culturas aborígenes, la presencia de los invasores, la esclavitud africana, las guerras por la independencia y la República neocolonial, la Revolución Cubana y sus hitos más importantes en tierras espirituanas. Tiene, además, el privilegio y el reto de estar ubicado en una de las casas más antiguas de la ciudad, de ahí que muestre una recreación del ambiente y las artes decorativas que invitan a un recorrido por la sociedad espirituana de los siglos XIX y XX y su desarrollo sociocultural.
De otro lado, en la añeja y única Trinidad, el Museo de Arqueología Guamuhaya festeja este 15 de mayo sus primeros 45 años de existencia. En la antigua Casa de Padrón, a un costado de la Plaza Mayor de la ciudad, el museo exhibe cronológicamente objetos de los aborígenes asentados en la región centro-sur de Cuba en época precolombina, así como testimonios y materiales del período colonial en Trinidad y el Valle de los Ingenios. En tan solo ocho salas, la institución atesora desde restos óseos humanos de los primeros pobladores de esta región, hasta objetos que nos ayudan a una mejor comprensión de dónde vinimos, quiénes somos, qué hemos sido capaces de construir y fomentar a través del desarrollo fabuloso de la arquitectura.
Es cierto que estos aniversarios no los celebraremos como se quisiera, que no habrá largas y populares jornadas que realcen el aporte de ambas instituciones en su verdadera dimensión. El momento de las luces y los reconocimientos merecidos llevan desde ahora el cuño de “pospuesto”, pero eso no significa desconocer que en estos días de pandemia, cuando la expectativa colectiva está puesta con toda justeza en la vacuna que nos salva, también es justo, respetable, necesario recordar que detrás de esas puertas y ventanas cerradas hay un grupo de espirituanos empeñados en no dejar morir el patrimonio, porque sería matar lo que sostiene nuestra vida: la identidad, la historia que nos hace un pueblo guerrero.
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