Estos tiempos de contingencia han demostrado que existe una reserva extraordinaria de valores que afloran cuando se apela a ellos, ha dicho el científico cubano Jorge Berlanga Acosta, a quien se considera el padre del Heberprot-P. No deja de tener razón: los días que vivimos han puesto sobre la mesa las enormes capacidades sentidas de los cubanos que se desenvuelven en todos los ámbitos de la creación, el humanismo y resiliencia de la nación.
Cuando escuchamos las noticias sobre las vacunas desarrolladas en el país, sus fases de estudio, sus capacidades de inmunización, la manera en que se ha pensado no solo en evitar la propagación de la Pandemia de la COVID-19, sino incluso en cómo evitar que los más vulnerables se vuelvan a contagiar, estamos asistiendo a uno de los actos creativos más importantes de los últimos años.
La creación no es algo privativo de los artistas y escritores. La creación, hacer renacer con inteligencia y sentido de responsabilidad social es, a mi entender, un camino por el que transitan muchos, pero sobresalen aquellos que lejos de las cámaras y los titulares de ocasión realizan su obra pensando en salvar, proteger, cuidar al otro.
Ciertas tendencias llevan a enmarcar como creadores únicamente a quienes se desenvuelven en el ámbito cultural, sin darse cuenta que para llegar a resultados tangibles como los que han obtenido los científicos cubanos o de cualquier parte, hay que ser portadores de una sabiduría y una capacidad de emprendimiento que perfectamente están a la altura de la obra de un compositor musical o un pintor de éxito. La diferencia, si existe, está en los enfoques mediáticos, en las mediaciones que alejan y segmentan sin razón a unos y otros.
El tema no es nuevo. En varias ocasiones se ha establecido y dado reconocimiento al mundo académico y científico como parte del entramado cultural del país, pero todavía persisten fronteras ilusorias que se han formado como parte de un proceso de sedimentación histórica donde cada cual está entre las cuatro paredes que se han preestablecido. Y es lamentable. ¿Qué diferencia a Soberana 02 de la escritura de un poema? ¿Cuánto de la estética de una rapsodia puede haber en Abdala? ¿Acaso las vacunas no son obras de arte? Los límites son muy difusos, porque llegar a uno u otro lado entraña dolor, desprendimiento, sacar a flote el desgarramiento, el agobio y hasta el llanto y la alegría para conseguir el éxito.
En las sesiones del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba se hizo hincapié una y otra vez en la necesidad de la vinculación natural y necesaria entre unos y otros, porque no se pueden obtener cosechas, ni resolver conflictos naturales, mucho menos asumir los procesos culturales sin el aporte de la academia, los expertos, los científicos.
Cuando en Cuba establecemos estrategias económicas o programas de desarrollo cultural, estamos ante la sumatoria de experiencias pensadas y probadas que imprimen seguridad a los objetivos que deseamos alcanzar. Cuando se habla de adueñarnos de los espacios en las redes sociales y la internet, de formar cuadros capaces de tomar decisiones sin esperar que desde arriba le indiquen, asistimos a un resultado palpable de la formación de un conocimiento que se sustenta en la evaluación constante de los errores, la aplicación real, objetiva y consciente de esas reservas de los mejores valores que atesoran desde el campesino hasta el músico, desde el tornero hasta el ingeniero mecánico, desde el técnico de laboratorio clínico hasta el científico de un centro de investigación, desde un maestro hasta el profesor investigador universitario. Porque cuando se habla de valores, de arte, de creación individual o colectiva, estamos hablando del resultado y la conjunción de todos.
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