Son pocas las ciudades de Cuba que te permiten un recorrido de casi tres siglos por su arquitectura e historia sin ir tan lejos. Sancti Spíritus tiene esa virtud, mágica para unos y conservadora para otros, de permitir que admiremos desde una edificación tan especial como la casa del capitán Don Pedro Castañeda y Gregoria Renzoli, construida en 1740 y actual sede del Museo Provincial General, hasta la actual sede del Gobierno Provincial, donde se puede admirar en todo su esplendor el trabajo de los mejores muralistas de finales del siglo XX.
Para muchos expertos, estamos ante una ciudad patrimonial a la intemperie, al aire libre, una ciudad-museo que no tiene que pedirle prestado a nadie. Eso sí, una ciudad que se abrió a la modernidad con más rapidez que su hermana Trinidad y que tiene símbolos que han trascendido el tiempo y son parte de su imaginario. No hay un hijo de esta tierra que no se estremezca con la sola imagen de su Puente sobre el Río Yayabo, la Iglesia Parroquial Mayor, el Teatro Principal o el empedrado de sus calles.
Sin embargo, una de las mayores riquezas que atesora la ciudad no está en sus calles y plazuelas, en sus casas y techos de tejas. Esa riqueza está en sus museos y sitios históricos, en el trabajo de conservación que por años realizan especialistas en el patrimonio en aras de no olvidar de dónde venimos y poner las pautas del camino a seguir si realmente queremos transitar por la vida conscientes del privilegio que tenemos al vivir aquí.
Una de las joyas del patrimonio local, la representación del Espíritu Santo, se conserva y exhibe en la sala principal del Museo Provincial que está cerca de su aniversario 40. Esta pieza, única entre las siete villas fundadas por Diego Velázquez, fue realizada por plateros habaneros y traída hasta Sancti Spíritus por mar hasta Remedios y luego en mulas hasta la ciudad. Pero más allá de estos datos, está el hecho de su invaluable significado histórico, su valor simbólico. No es una obra realizada con fines religiosos, estuvo desde que llegó como testigo de muchos de los sucesos de la ciudad al presidir las sesiones del Cabildo primero y la Alcaldía después durante decenas de años. La única vez que salió a la calle fue para recibir a la Virgen Peregrina que recorría el país por los 300 años de la Virgen de la Caridad del Cobre. Ahora, con su mirada hacia el Parque Serafín Sánchez, sigue testificando lo que ocurre.
Hoy, cuando los tiempos de pandemia han impuesto a rajatabla una conducta humana jamás prevista, cuando nuestros museos y sitios patrimoniales en todo el país se han visto obligados a cerrar sus servicios al público, cuando la tarea ordenamiento nos llama a ser más eficientes en el desarrollo económico de la nación, cuando tantas cosas ocurren y hasta a veces nos abruman, no podemos dejar a un lado el trabajo silencioso que hay detrás de las puertas de nuestras instituciones patrimoniales. Mucho menos podemos olvidar que aquí se trabaja todos los días para que mañana, cuando estemos vacunados y empecemos a recobrar el ritmo en nuestras vidas (será otro el ritmo, pero estaremos más distendidos), la historia, el imaginario colectivo, la obra de siglos de los hijos de esta tierra fabulosa no se pierda en el olvido, no se deteriore y todo esté dispuesto para disfrutarla.
La historia, incluso la historia de estos días, es necesario preservarla. Hacer borrón y cuenta nueva no está en los cálculos ni en las pretensiones de la cultura, ni de la sociedad cubana. Si bien algunas matrices de opinión expresan que es mejor olvidar el pasado y vivir el presente, la realidad es otra. El acceso a la cultura, a los valores identitarios que nos han perfilado como hijos de una nación guerrera no se negocian.
Volveremos a abrir las puertas de los museos, las plazuelas se llenarán de niños jugando y amigos o parejas conversando, las piedras de nuestras calles sentirán el paso firme, los sitios donde han sucedido los momentos más definitorios de la historia pasada y reciente estarán a la mano para todos, como siempre ha sido por más de 60 años. Y todo ello se debe a esta labor silenciosa, poco mencionada de especialistas, museólogos y trabajadores del patrimonio cubano. Ellos saben lo que hacen y por qué lo hacen. Nosotros llegaremos otra vez a disfrutar el viaje que proponen desde la diversidad de los tesoros que resguardan.
Importante la labor realizada por los museólogos y trabajadores de cada Museo en estos tiempos de covid. No sólo para conservar las colecciones, sino en la actualización de los guiones museográficos y museológicos, los discursos museales, preparación del personal y trabajo de promoción y divulgación de la institución en redes sociales.
La esquina debiera hacer un trabajo de periodismo investigativo. Sobre en qué fase está el Laboratorio de Biología Molecular. Porque si este no abre pronto. No vamos a tener tampoco abierto los museos espirituanos.